miércoles, 28 de abril de 2010

Hiyab y David Trueba

No se a ustedes pero a mi los Trueba, me aportan ‘gasolina para la vida’, imágenes, música, textos, ideas. David Trueba, que escribe desde cerca, (igual sensación tengo con Elvira Lindo), tocaba una buena tecla en su columna de El País para cuando se tratara de opinar sobre asuntos complejos y enrevesados, (y el hiyab lo es), citaba a un maestro, Rafael Azcona.
'Hiyab'DAVID TRUEBA 27/04/2010
Tuve un maestro que me abrió la cabeza cuando más falta me hacía. Se llamaba Rafael Azcona e impartía su magisterio entre risas de sobremesa con la humildad de quien se sabía muchas más veces en el error que en el acierto. Un día me dijo: "Cuando tengas dudas, cuando sobre un asunto no sepas a ciencia cierta qué opinar ni qué pensar, espera a saber lo que dice la Conferencia Episcopal y haz lo contrario". Pero claro, cuando llega el momento de tener opiniones contundentes sobre todo lo divino y lo humano, como demanda esta sociedad histérica y poblada de jueces vocacionales, por más columna que te sostenga, uno tiene dudas.
Los noticiarios de televisión tratan el caso de la joven Najwa Malha y la prohibición de dejarla asistir al instituto con hiyab y por una vez hay que felicitarlos, porque contribuyen a la pluralidad y el enriquecimiento del debate. He ahí un asunto que tiene la importancia de los grandes asuntos, porque provoca sensaciones diversas y cualquier opinión puede ser razonable.
Me pareció maravilloso que algunas de sus compañeras de clase acudieran en los días siguientes con pañuelo, porque de jóvenes solidarios es sumarse siempre al más débil. Y en el fondo me encanta que en el debate participen los chavales, porque es hora de que se les exponga a la complejidad de la vida futura. Hasta que llegó Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, y terció en el debate para bendecir que los símbolos religiosos ocupen la esfera pública.
Entonces supe que era preciso respaldar al consejo escolar del instituto de Pozuelo, que tiene derecho a regir sus aulas y tomar decisiones por feas que sean. Y aunque la vicepresidenta De la Vega considera que el asunto no constituye ningún problema social, no estaría de más tener presente que muchos problemas sociales nacen de la manía de lavarse las manos cuando toca afrontarlos. No hay que cambiar leyes ni ampliar prohibiciones, pero la escuela es un ámbito de autoridad razonada, que educa a los niños en límites. Y esos límites no harán peor su vida futura, sino que reafirmarán su libertad personal de adulto, cuando decidir sea una tarea diaria sin papá ni Estado ni cole por medio.


Ya que estamos, además en dia de futbol del que también es muy aficionado, no me resisto a volcar otra columna con su opinión sobre un placer que compartimos, ‘The wire’.
'Literatura'. DAVID TRUEBA 18/02/2010
En los últimos días han presentado novela en España dos autores norteamericanos: Dennis Lehane y Richard Price. A la hora de popularizar su obra las adaptaciones al cine han jugado un papel fundamental. El primero es el autor de las novelas en que se basan Mystic river, la película de Clint Eastwood, o la última de Scorsese, que se estrena mañana. El segundo ha sido adaptado por el mismo Scorsese o Spike Lee. Pero ambos en los últimos tiempos son reconocidos por haber participado en los guiones de la serie de HBO, emitida aquí por TNT, The Wire. El creador del monumento televisivo fue el periodista David Simon, un tipo que logró hacer creíble la peripecia de traficantes de drogas, políticos y policías en la ciudad de Baltimore. The wire, aunque no fue un éxito de audiencia en casi ningún país, significa una cumbre entre las series de ficción televisivas. Sus 60 episodios en cinco temporadas se guardan y se consumen como un tesoro que para muchos alcanza la calidad de un Balzac, con la narración certera y poderosa del mundo actual.
En el consumo audiovisual casi frenético, con opciones para disfrutar de casi todo el producto norteamericano, se nos olvida que detrás de la mejor ficción casi siempre emerge la calidad literaria. Algo tan desprestigiado como la palabra escrita es el fundamento de la mejor apuesta visual. Para escribir una serie de altísima calidad, David Simon recurrió a historias reales, investigación periodística y profesionales de la escritura como Price, Lehane o George Pelecanos, acostumbrados a alquilar su teclado al cine o la televisión. Esa letra bien escrita es la que le da a la música de The wire una categoría especial. Por encima de apuestas más consumidas y premiadas, como Perdidos, que acaba de empezar a emitir su última temporada para placer de adictos, y que explota los recursos del entretenimiento, la tensión y la capacidad de sorpresa, aprendidos más entre palomitas que en la experiencia vital. No roza la altura literaria, el poso y la increíble verosimilitud de ejemplos como The wire.

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