viernes, 15 de enero de 2010

Vamos a discutir. 2.

Discutir asusta, tiene muchos enemigos. Algunos son permanentes y fáciles de identificar, otros simplemente tienen actitudes temporales negativas ante la discusión. Enemigos permanentes, serán todos aquellos que solo desean que repitamos sus ideas, los poderosos poco acostumbrados a escuchar argumentos. Muchos de los que mandan, cuando opinan, quieren oír aprobación o silencio y no argumentos que los contradigan, a veces ni siquiera escucharán de buen grado aquellos que desarrollen sus opiniones.

Entre la gente que nos rodea aparecerán diversos tipos con actitudes negativas ante el debate; los hay que no quieren contrastar sus ideas simplemente porque no tienen ideas, otros para los que tiene un matiz de bronca y se alejan; los que piensan que es moralmente malo tratar de convencer al otro de determinadas ideas, o aquellos que se escudan en el tópico de que todas las ideas son iguales y tienen el mismo derecho; los poco interesados por la vida defensores del 'todo es igual y no merece la pena discutir'. No olvido a otros, los incultos enemigos de toda discusión porque no pueden argumentar sus creencias, los que defienden como modelo de conversación aquella en la que sueltan cuatro palabras mientras otro suelta dos, vengan o no a colación, los defensores de la trivialidad, o aquellos que se sienten molestos por tener que argumentar sobre cualquier tema porque carecen de orden y lógica para la exposición. Todos ellos respetables como personas, aunque no así necesariamente sus ideas.

A la hora de conversar no encontrarás la persona perfecta, puedes hallar contertulios excelentes en todos los rincones y torpes y mezquinos por los mismos lugares. Muchos votantes de tu partido tendrán ideas diferentes a ti, podrías coincidir en algún tema político nacional y no internacional, puede que sí en economía y no en ecología, dentro de la cual las divergencias pueden ser enormes, o bien os separarán opiniones sobre el feminismo, o sobre el comportamiento humano y las relaciones personales. A la inversa, es fácil encontrarse con votantes de otros partidos que coinciden con nosotros en variadas cuestiones sobre el mundo actual.

La transversalidad de ideas y posturas crece cada día en nuestra sociedad. Vivimos inmersos en un mundo con mayor diversidad y complejidad que en épocas anteriores lo que obliga a polemizar, a considerar las opiniones de los otros, a tener en cuenta los matices, las cifras, las diferentes alternativas y lo cambiante de la realidad.

Las dificultades de discutir en nuestro entorno. Los problemas para discutir los padecemos en la actualidad en muchos lugares, en el trabajo, en la calle, entre los que nos rodean, no se producen únicamente en el entorno del Gobierno, igualmente los encontraremos en sindicatos y partidos, comunidades y asociaciones, grupos de amigos y de compañeros de trabajo, entre grupos de afines ideológicamente y entre adversarios, cuando menos lo esperemos estaremos rodeados por las verdades reveladas del momento y del grupo social de que se trate, todos tenemos verdades reveladas, todos tenemos parcelas de pensamiento único.

La idea ‘este problema solo tiene esta solución’ dicha por una persona como tú, carece de importancia, para eso está la discusión. Por el contrario, sí constituye un problema cuando la misma idea expresa la intención de mantenernos al margen de los asuntos, lo cual sucede cuando es proclamada por un gobierno, comité ejecutivo, director general, consejo de administración, presidente, jefe del trabajo, agente de policía, secretario de la federación o candidato, en definitiva cuando esa idea es expresada por alguien que se apoya en un cargo que le confiera superioridad sobre el interlocutor.

No permitamos que la discusión quede restringida a los profesionales, parlamentarios o científicos. Al contrario, debemos conseguir que sea práctica habitual entre aficionados, sean éstos militantes políticos, sindicalistas o miembros de un club, compañeros de trabajo o colegas. El debate puede realizarse de muchas maneras con alcance y profundidad diferente y utilizando formas distintas, desde libros con teorías enfrentadas, artículos y cartas en medios de prensa, exposiciones en conferencias, ponencias en congresos, discursos en reuniones, tertulias y charlas de café. Discutir debe ser una experiencia a practicar con todos aquellos que compartimos una actividad en nuestra vida cotidiana.

Nuestra experiencia no es la única realidad. Hace años comentaba, con una compañera de trabajo, sobre las viudas en España. Yo comentaba que veía mayor número de viudas que de viudos, a lo cual ella respondió que no era así, las mujeres morían antes y añadió intensamente ‘conozco el problema de primera mano’, su padre estaba viudo. Alegué que mirando por las calles o en las cafeterías de los pueblos y ciudades se apreciaban más mujeres mayores y además que las cifras publicadas sobre el tema indicaban la existencia de más mujeres que hombres en ese estado. Su respuesta fue insistir en lo que había dicho, aportando como nuevo argumento definitivo una frase típica en las discusiones ‘ya sabemos que las estadísticas mienten’. (Los mayores de 70 años en España eran en el 2.000, 1.885.260 hombres y 2.843.330 las mujeres, según datos del INE.)

Para mucha gente las estadísticas están falseadas y dan cifras erróneas, desprecian los datos y sistemas estadísticos de organismos nacionales e internacionales y tratan de contraponer, como datos más fiables, los obtenidos por ellas mismas, sus propias cifras, los diez o doce casos que los rodean son los únicos existentes. Lo que ocurre es que huyen de todo lo que suponga racionalidad, de todo lo que significa estudio y preocupación por los problemas, de la necesidad de contar, evaluar, chequear, ponderar y contrastar para poder conocer.

Cuando discutimos respetamos a los otros. Porque atender sus argumentos prestar atención a sus puntos de vista es un signo de consideración hacia la persona que habla. Aquel que no responde a su interlocutor y aparenta dar por bueno todo lo que dice sin discutir nada, poco reconocimiento le dispensa al atender pobremente sus opiniones, sin demostrar interés por sus ideas al no contrastarlas. El mayor desprecio que se puede hacer a una persona es no responder a lo que cuenta, no hacer caso de sus juicios.

1 comentario:

  1. Creo que debatir y dialogar sobre las ideas es enriquecedor, porque te ayuda a ampliar tus conocimientos y subsanar los errores de las ideas que ya tenías concebidas.

    Saludos,

    Jorge Juan

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