Mi amigo Pepe, publicó hace poco este libro, del que voy a destacar una parte de un capítulo. El tema me parece interesante y adecuado al momento, por lo que iré volcando poco a poco en varios días.
La revolución conservadora ha ofrecido a la sociedad un tipo de persona que es un esperpento humano, pero que mucha gente ha tomado como el modelo más adecuado para orientar su vida.
Paradójicamente, la compulsiva persecución del interés material particular sobre otras consideraciones ha debilitado valores morales que son necesarios para mantener algún remedo de cohesión social, y, como se ha visto obligado a reconocer el propio ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, para explicar las causas de la crisis financiera, la codicia se ha enseñoreado de la actividad económica y ha llevado al sistema a la bancarrota.
El publicitado mercado libre y presuntamente autorregulado ha sido el ámbito idóneo, en el que se ha podido desenvolver con pocas limitaciones legales y morales el individuo insolidario y donde mercaderes movidos por su codicia han hallado la oportunidad de saciar sus ansias de fama y dinero y la legitimidad para satisfacer su egoísmo.
La revolución conservadora ha logrado imprimir en la sociedad las siguientes lógicas, que aseguran su permanencia: ha exaltado al individuo sobre o incluso contra la comunidad; los intereses particulares sobre o contra los intereses colectivos; lo privado sobre, o mejor contra lo público; la economía sobre la política; el mercado sobre el Estado, y dictadura de los consejos de dirección de las grandes empresas sobre la representación democrática de los ciudadanos. En consecuencia, la revolución conservadora tendrá su fin cuando estas tendencias pierdan fuerza y empiecen a actuar otras en sentido contrario.
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