Junto con la empresa, fue realzada la figura del empresario, el gran héroe creador de la riqueza nacional y protagonista de la reforma reaganiana, en particular los miembros de las grandes corporaciones, cuyas vidas y hazañas comerciales o financieras fueron puestas como modelo . La búsqueda no ya de la eficacia, sino de la excelencia se convirtió en la moderna búsqueda del Grial por las empresas. Tarea que, en una coyuntura cambiante y en un mercado muy dinámico y competitivo, requería equipos directivos muy cualificados y sobre todo una gerencia eficiente. El liderazgo, el estilo y los métodos para dirigir los negocios, fueron adornados con toda clase de atributos para justificar las altas remuneraciones, los extras y pagos en especie, garantizados por contratos blindados a los directivos, que debían obtener el máximo rendimiento de su equipo de colaboradores y estos, a su vez, de los obreros y empleados, a los cuales se les reservaban los contratos precarios y el despido libre y barato.
La empresa eficiente y el empresario audaz que perseguían la excelencia, necesitaban moverse en un mercado con las mínimas reglas externas posibles, capaz, por tanto, de regularse por sí mismo. Privatizar, liberalizar y desregular, fueron las palabras mágicas para expandir la utopía del mercado desregulado o autorregulado hasta ámbitos a donde antes no llegaba.
La desregulación -O’Connor (1987, 281)- se convirtió en el santo y seña de la despolitización de la economía y la sociedad. Era un problema central por dos razones: primero, porque gran parte de la regulación gubernamental de las décadas de los años sesenta y setenta había sido el resultado de luchas económicas y sociales populares; en segundo lugar, porque diversas agencias reguladores, oficinas del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano y del Departamento de Salud, Educación y Bienestar, entre otros, promovieron el desarrollo de movimientos económicos y sociales. La desregulación implicaba un desplazamiento del poder económico y social de los citados cuerpos reguladores del Gobierno federal al gran capital y a los centros de acumulación del Sur y el Oeste , y a la familia patriarcal y a la Iglesia, respectivamente. El objetivo era purgar la ideología democrática utilitario-social y el personal de la burocracia federal, y restaurar la variabilidad de la fuerza de trabajo y la invariabilidad de la autoridad tradicional.
José M. Roca
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