Entre el alarmismo populista y el silencio indiferente, ambos extremos chirriantes y peligrosos hay un valle plagado de puntos intermedios. Para empezar las administraciones del PP están dentro de su propio alarmismo, pero juegan a que su electorado ‘pasa de todo’ con tal de ocupar el poder. La regeneración social ha comenzado pero solo por una banda. Que mal pintan las cosas.
Hay posturas intermedias si lo que se pretende es explicar, aclarar y resolver problemas, ahora bien, el extremo populista y alarmista resulta útil si lo que se pretende es arrinconar al adversario, destruirlo, calmar la sed de sangre de la hinchada propia, previamente preparada para ello. Incluso es efectivo para ganar elecciones por goleada.
Pero ojo, ya sabemos que el golpe de efecto populista será la trampa del ilusionista para colar algún gol a su propia hinchada, esa gente que grita enfervorecida mirando hacia el lado que le dan marcado, mientras el balón entra por el otro.
La situación gravísima de las finanzas públicas, (administraciones, empresas, fundaciones), ya era conocida por todo aquel que quería conocerlo, era pública, otra cosa es que no se discuta públicamente del problema y solo se alarme arrojándolo contra ‘los otros’. Hasta yo lo sabía, (otra vuelta de tuerca) y soy un don nadie al lado de las poderosas maquinarias partidistas. O acaso creían que nuestros problemas de financiación con la deuda, que llevamos arrastrando públicamente desde mayo pasado, eran un invento de los ‘extranjeros’.
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