Siglos
XV y XVI. Monarquía española. Rex Hispaniae
Durante el siglo XV la Península es un
hervidero de guerras civiles, rebeliones, movimientos subversivos, corrimientos
de alianzas… nuevos equilibrios de poder tratan de asentarse, campesinos y
clase urbanas, señores y burgueses, patricios y nobles, remensas y artesanos,
nobles y monarcas, campo y urbes… las clases altas en disputa sumaban a las
bajas a sus apoyos. En otro lugar se relata el levantamiento de los catalanes
contra Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico en una de esas
revoluciones producto de contradicciones citadas. Ahora interesa destacar que estos
acontecimientos configuran la llegada de un poder central, de Isabel y
Fernando, las necesidades sociales exigen eliminar barreras locales, las
burguesías financieras, comerciales y artesanas emergentes empujan para ampliar
la masa crítica de pueblos y territorios dotados de normas y criterios comunes.
Escribe Jaime Vicens Vives en
‘Aproximación a la Historia de España’: ‘Al
socaire de esta subversión social se plantea el problema de la organización de
los pueblos peninsulares. Entre unos y otros se anudaron entonces tantas
relaciones que era imposible su subsistencia en la forma política consagrada en
el siglo XII. Magnates castellanos y aragoneses cruzan la frontera y se
instalan en el corazón de los problemas políticos de los vecinos; buques vizcaínos
y andaluces constituyen el equipo ligero de la navegación catalana y
mallorquina en este período; y ante las arremetidas de Luis XI en el Rosellón
en 1473 son los barceloneses los primeros que se ilusionan con las lanzas
castellanas que su príncipe heredero podrá traer de Segovia. La monarquía del
Renacimiento se está gestando en la Península, gestándose con signo
castellano…por el simple empirismo de su demografía en auge, y la libertad de
acción que reivindica su realeza, y de los recursos que, a pesar de la
contracción, continúan proporcionándole los rebaños de la Mesta’
Lenguas
y dialectos en la España medieval, año 1500
Una gran experiencia de la envergadura
que adquirió el comercio internacional de mercancías, financiero y artesanal,
la facilita el Museo de las Ferias de Medina del Campo, documentada con miles
de originales. Las ferias que se conocen en Castilla y León desde el siglo X,
en Medina del Campo se instalan como gran mercado en 1404, documentadas en 1421
con las ‘Ordenanzas de aposentamiento de
feriantes’ las calles y lugares de instalación de cada grupo de feriantes
permite apreciar el número de oficios y comerciantes; mercado de lana, en
bruto, -las balas salen para Italia, Francia, Flandes, Inglaterra- en paños
mayores, lenceros, sederos, plateros, silleros, carpinteros, freneros, joyeros,
especieros, armeros, calceteros y jubeteros, buhoneros, barberos, comerciantes
de pez, cera, esparto, sebo, aceite, pellejeros, peleteros, paños menores,
herreros, caldereros, zapateros, mercaderes de cueros y cordobanes, albarderos,
animales grandes y pequeños… En el museo hay miles de contratos de transacciones
de múltiples productos, incluidos esclavos, documentando particularidades,
fechas, nombres de comprador y vendedor, cantidades, procedencia,…
En 1491 los Reyes Católicos las dan
consideración de ferias generales del reino, convocadas en mayo y octubre; lo
que en principio eran grandes mercados de productos que se van convirtiendo en
mercados financieros con la península, burgaleses, sevillanos, catalanes y con
Europa, numerosos agentes de casas de finanzas de Amberes, Lyón, Génova,
Florencia, Lisboa… de similar rango a los de Londres, Marsella, Venecia o
Milán. Los cambistas y banqueros y los corredores que fijan los cambios de las
monedas -y de algunas mercaderías-, pasan a ser los protagonistas y los
contratos documentados, visibles en el museo, son letras de cambio, avisos de
giro, poderes notariales, libros de cuentas con equivalencia de cambio de
monedas, endosos de créditos, órdenes de pago, cartas de aviso, pagos
fraccionados, señalamientos… De influencia capital es la unificación y control
de los pesos y medidas reduciendo su proliferación, a la que prestan especial
atención los Reyes Católicos y los mercados de Medina.
De gran significación será el comercio
de arte que utilizaba los puertos de Santander, Laredo, Castro Urdiales y San
Sebastián, para intercambiar en Medina del Campo, en la que se documenta una
nómina de un centenar de artistas afincados. Los libros, y los impresos, fue
otro sector de envergadura durante la segunda mitad del S-XVI en Salamanca y
Medina, en su comercio e industria –papeleros, ilustradores, encuadernadores,
galeristas, - aunque la larga tradición impresora sigue dominando en
Valladolid, Burgos, Alcalá o Toledo, los mercaderes e industriales censados
150, se asientan en la población procedentes de Salamanca, Sevilla, Lyón,
Venecia, Roma, París, Amberes, Colonia o Génova. Grandes cargamentos de miles
de kilos de papel y libros en bruto, sin encuadernar, entran por los puertos
del Cantábrico a Medina que confecciona y distribuyen a Salamanca, Valladolid,
Alcalá, Toledo y Sevilla hacia América.
Los documentos citados anteriormente,
incluidos testamentos y cartas de dote, muestran nuevas clases ascendentes, por
encima de las actividades agrarias, agentes y emisarios de negocios,
funcionarios, notarios, escribanos, letrados, clérigos, medicina y farmacia,
banqueros, jerarquías de la iglesia y la milicia, menestrales, artesanos,
ganaderos, comerciantes, pequeños industriales de variados ramos, cerámica,
metal, madera, papel, textil, joyería, arte, construcción, servicios de
transporte y comercio,… que pujan a cambios sociales, necesitan para
desarrollarse territorios con mayor masa crítica legal y demográfica, también
nos hablan de las interrelaciones peninsulares y europeas, de aquellos
pobladores españoles con estímulos de apertura y desarrollos parejos a los
europeos en muchos sectores punteros –todo lo contrario de algunos tópicos de
Castilla cerrada al mundo-. Las crisis quiebras, dos default de Felipe II,
crisis financieras de finales del XVI, la ruptura del eje comercial con Flandes
y el traslado de la Corte a Madrid,
acabarán con la pujanza de Medina del Campo que llegó a tener una
población de 20.000 habitantes, similar a Barcelona.
Letra
de cambio del Museo de las Ferias de Medina del Campo
Existe una idea asentada entre amplias capas de población, que para
separarse del nacionalismo español, distorsionan la realidad sobre la creación
de las naciones en la Edad Moderna, obviando la existencia territorial con
formas de estado dotadas con gobierno más o menos unificado, político,
económico, militar, cultural, religioso, ampliamente documentada. No comparto
la conclusión que se quiere extraer de lo escrito en la polémica sobre el
independentismo, que parecería justificar los nacionalismos periféricos en una
pretendida invención de un estado español inexistente, fallido, lo cual no deja
de sorprender, puesto que los nacionalismos periféricos pretenden justificar su
linaje e historia medieval contraponiéndolo a la inexistencia de la
correspondiente historia española. Como simplificación de estas posturas se
puede tomar lo escrito por M.A.:
‘España es hoy así por
un puro avatar político de finales de la Edad Media. El concepto de nación es
una estructura mental y territorial de la burguesía, que no cuaja hasta la Revolución
Francesa. Hasta entonces, "España" no existe. Hasta el siglo XIX era
un batiburrillo de reinos, derechos forales y eclesiales’’
El término español se conoce desde el siglo XI para designar a los
habitantes de los varios reinos cristianos del norte peninsular, -primeros
testimonios escritos del castellano y euskera siglo X y catalán el XI- lo cual
no debe llevar a pensar ya en la existencia del estado español o España. Juan Pablo Fusi (‘Historia mínima de España’
Edit. Turner. 2012) En el XIII nacen las primeras historias sobre
España ‘Chronicom Mundi’ de 1236, la ‘De
Rebus Hispanie’ 1243, ‘Estoria de Espania’ de Alfonso X, 1271-1283, ello
parece indicar que existe una realidad con identidad propia, sea la que fuere,
que se empieza a identificar con la palabra España. Esa realidad toma un gran
impulso con la unión del Reino de Castilla –unida anteriormente con León- y la
Corona de Aragón; y posteriormente Navarra, siendo a partir de entonces cuando
se empieza a identificar en el extranjero el término España como un estado.
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