lunes, 15 de abril de 2013

Mi abuelo también fue asesinado por fascistas


Batallitas del abuelo Cebolleta. 14 de abril 2013

Ayer, 14 de abril, aniversario de la República, se celebró en las tapias del cementerio de la Almudena de Madrid, un acto en memoria, recuerdo y homenaje de algunos asesinados por las hordas fascistas después del golpe de estado del 36.

No fui, dediqué el día a distraer y pasear por el parque a mi madre en la silla de ruedas. Parte de mi familia, hermanas de mi madre y sus hijos, -tías y primos míos-, asiste habitualmente a recordar a mi abuelo, el padre de mi madre.

Este tipo de acontecimientos es relativamente reciente, se suelen englobar en el concepto de ‘memoria histórica’, en el que se diluyen excesivamente los sentimientos y emociones personales, yo prefiero recordar a mi familia materna y su ejemplo de seguir adelante y así por extensión de lo particular a lo general intento comprender la grandeza de millones de españoles que vivieron  aquella represión franquista en sus carnes y siguieron la marcha de sus vidas.

Durante cuarenta años en mi familia no se hablaba del padre de mi madre prácticamente nunca, el silencio sobre cómo era, sus anécdotas y recuerdos infantiles de mi madre, tías y tíos, era la única forma que tenían aquellos hijos e hijas de seguir viviendo sin arrastrarse diariamente con el dolor de saber que su padre fue asesinado cuando eran niños. Para más inri, aquellos verdugos le juzgaron y declararon inocente, meses después de matarlo, -como prueban los documentos oficiales a los que hemos tenido acceso hace pocos años, conseguidos por mi primo Jesús-.

Tuvieron que llegar los nietos de los vencidos para remover cunetas y pozos, y desenterrar papeles, son otra generación diferente a los hijos, con mayor distanciamiento del compromiso emocional y además en otro tiempo con menores impedimentos para hacerlo, en el que ya no había que luchar diariamente para enterrar un estado y levantar otro, otro tiempo generado después de que se lograra restablecer un orden social democrático que lo hiciera posible. Entonces muchas cosas quedaron pendientes, -siempre sucede así- ésta fue una de ellas, pero a día de hoy ¿cómo es posible que las cunetas españolas sigan estando llenas de asesinados?
Desde hace pocos años comencé a escuchar a mi madre algún recuerdo de su infancia. Precisamente, cuando su cabeza empezó a estar algo desconectada del mundo presente que le rodea en su cerebro aparecían trozos de su niñez compartida con su padre, mi abuelo, recordando cosas que hasta entonces no habían salido de su boca, su casa del pueblo, los pájaros, los perros, sus muñecas de juguete…

Siempre callaron porque fue la manera que encontraron para seguir adelante, tapando sus recuerdos, olvidando, no haciendo preguntas… de lo contrario hubiera sido imposible compartir el resto de su vida rodeados de aquellos fanáticos ganadores, sanguinarios represores, que gobernaron este país durante cuarenta años. Se callaba no solo por miedo, sino como defensa vital, apartando el terror,  para contener tanto dolor y continuar caminando. Ahora, los silencios y luces de la cabeza de mi madre me han hecho comprenderlo de otra manera, no se trataba de olvidar el pasado, era mucho más, había que tapar una parte de la vida, sin lo cual no podrían abrazar el resto de vida.

Un aspecto de aquello, salvando las distancias, se puede trasladar a día de hoy y se comprende a las Asociaciones de Víctimas del terrorismo, los familiares de asesinados que se cruzan con asesinos o gentes afines, incluso ocupan puestos públicos… en verdad, tiene que ser estomagante. Pero, las Asociaciones y víctimas actuales tienen reconocimiento público y apoyo social y gubernamental, y están en la calle en el espacio público, y pueden condenar a sus agresores y etc.

Así resulta raro que muchos individuos de estas asociaciones, voceros mediáticos y políticos que les apoyan, no entiendan a los familiares de otros asesinados, de aquellos que lo fueron durante el franquismo, -no en el frente de guerra sino en retaguardia, antes, durante y después de la guerra- personas que durante toda su vida tuvieron que compartir las calles y trabajos con los asesinos y verlos en puestos de responsabilidad pública, y asistir a fiestas que conmemoraban aquellos crímenes, y ver instituciones como la Iglesia manchadas de sangre, a obispos pasear bajo palio a los asesinos, a curas bendecir y defender a los falangistas y carlistas, y  vendiendo y denunciando a obreros y campesinos, a maestros e investigadores,… a media España.

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