miércoles, 10 de abril de 2019

Lo malo es, que no todo es tan malo.


Escribir sobre calidad democrática es pertinente, son muchos quienes hoy la maldicen y arremeten contra ella, es fácil, nada ni nadie resiste hoy la etiqueta de santidad, salvo los ídolos de cada, esos futbolistas que cobran millones de euros diarios y poco más son a los que se idolatra. Ningún partido, ningún líder, político, intelectual, escritor… ninguna sociedad, ningún sistema de organización social aguanta las críticas a todos sus agujeros negros, será porque toda realidad tiene carencias, nada satisface totalmente las pretensiones de la gente.

Además, la sucesión de cambios mundiales está dejando sin sustento muchas de las ideas y tradiciones conocidas hasta hace poco, la globalización imparable abre en canal espacios de antiguas certezas de la sociedad occidental conformando un mundo más líquido, cambiante, sin asideros reconocibles y estables, las crisis económicas se suceden provocando crisis políticas, sin salir de la iniciada en 2008, podemos estar entrando en el camino de una nueva crisis a muy corto plazo… la idea de derribar el edificio entero y provocar un cambio total arraiga fácilmente. Lo absoluto cala fácil y rápidamente, lo emocional vuela más alto y rápido que lo racional, siempre encontraremos facturas pendientes en las que apoyar argumentos políticos. De repente, en estas sociedades líquidas, todo cuanto nos rodea se abre en canal, lo bueno y lo malo no son tan fáciles de ver, elegir algo y mantenerlo establemente es muy peligroso, la percepción puede cambiar de un momento a otro. La cuestión es que derrumbar un edificio es sencillo pero construirlo muy costoso y nadie se responsabiliza de sus actos ante los fracasos.

Cantantes maravillosos pueden ser pederastas, pintores exquisitos pueden haber sido horribles maridos, científicos e investigadores que aportaron grandes descubrimientos a la humanidad pueden ser padres deplorables, líderes políticos que fueron conductores de millones de personas hacia sociedades utópicas, fueron asesinos de muchedumbres, líderes políticos, sociales, religiosos, culturales… fueron, son, machistas peligrosos, iglesias en las que participan gentes que hicieron mucho bien en países pobres, como organización gastan millones en ornamentos superfluos, instituciones religiosas con alto prestigio mundial, imparten doctrinas supuestamente bienaventuradas para el ser humano, y protegen en su seno miles de pederastas, etc. etc.

Aquellas canciones serían maravillosas aunque su intérprete fuera un hijo de puta, con aquellas novelas se alcanzan retazos de felicidad aunque su autor sea indefendible. La felicidad obtenida por pinturas, esculturas, música, películas, óperas, inventos, o ideas que hicieron avanzar la humanidad en general o pueblos en particular, pueden ser útiles por sí mismas, a pesar de los defectos de sus creadores. Salvo que apaguemos las luces y no veamos nada, salvo que hagamos explotar el Planeta y mandemos a tomar por saco la humanidad entera, tendremos que vivir rodeados de las imperfecciones de la vida, lo cual nos llevará a aceptar que aquellas figuras, ídolos, líderes, o vecinas y compañeros de trabajo podrían ser majos/maravillosos en determinados aspectos e hijos de puta en otras manifestaciones de su personalidad y comportamiento.

Si pasamos la humanidad, individualmente o en grupos, por la criba, no se salva ni Dios, ni proyectos políticos, utopías, sistemas… todo tendrá pegas, contraindicaciones, puntos que supuran. De ahí la importancia de lo relativo sobre lo absoluto en muchos momentos. Y de ahí la buena prensa entre la gente de lo naciente inmaculado, sea una nación o unos partidos. No, no es cuestión de aceptar cualquier cosa, idea o comportamiento, no pesa todo igual, ni tiene la misma importancia, se trata de reconocer que la perfección no existe, ni la santidad, ni el paraíso utópico de sociedades sin problemas.

Bajo este prisma puede resultar útil, desplegar otras miradas sobre la España democrática, -serie enlazada-, mostrar aspectos positivos del conjunto que suelen quedar ocultos tras los puntos negros. Esta sociedad española en la que vivimos, no es de ninguna manera la peor de las que hubo, en todo caso los datos comparativos la muestran como una de las mejores, sino la mejor. Confrontar la sociedad en que vivimos con otros países y también consigo misma en otras épocas pasadas, es un ejercicio imprescindible para realizar activismo ciudadano. La cuestión será determinar qué pesa más en cada momento, en cada trayectoria vital, que tiene mayor importancia en el conjunto, distinto será una valoración favorable del sistema en un 30%, que en un 70%, valorado no solo por cantidad, sino por calidad.

El cuadro de arriba está sacado de esta publicación del Instituto Igarapé, una de las instituciones mundiales mas prestigiosas en el estudio de la violencia. La tasa de homicidios europea está a enorme distancia del resto del planeta, pero la española está aún muy por debajo de la media europea, hasta menos de la mitad.

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