Decíamos ayer ‘’ PD.2. Al final de la discusión una persona de bata blanca, personal sanitario, se acercó a la ventanilla increpando al cliente, ‘pero no quiero discutir con usted’, pues si no quiere discutir conmigo por qué se mete en medio de una conversación entre dos adultos. ¡Porco corporativismo! Metedura de pata que estuvo a punto de incendiar el asunto, no de apagarlo, que ya lo estaba. Merece una reflexión aparte. ’’
Cuando yo era joven la solidaridad se entendía siempre como un acto de apoyo hacia el débil, desgraciado o desafortunado, el que estaba bañado de miseria y/o represión, o sufría una injusticia provocada por el poder. En aquellos tiempos era solidario quien se acercaba al menos favorecido para arroparle y apoyarle en los problemas que no tenía entre sus manos resolver. La solidaridad la entendía como ponerse a favor de algo, o alguien, apoyar una acción, campaña o persona, pero siempre ejecutada del lado más débil.
Los poderes, no son solamente aquellos globales en los que piensa uno, gobierno, personal armado, etc. también los podemos ver en cada situación de la vida diaria, son aquellos estamentos o individuos que ejercen o pueden ejercer la dirección o modificación de sucesos, los que están respaldados por el statu quo, los que tienen las riendas para hacer las cosas y resolverlas, los que tienen capacidad para llamar a un teléfono y conocimiento del número de que se trata para obtener una respuesta.
Nunca entendí que la solidaridad solo pudiera ejercitarse en contra del gobierno como parece ser la interpretación que se ha asentado en parte de la sociedad, aquella que no contempla más que responsabilidades colectivas pero no quiere aceptar las individuales.
Así que cuando alguien interviene en una situación apoyando al fuerte, al que tiene las de ganar, porque le apoyan las fuerzas del orden, en este caso la seguridad privada, cuando una persona entiende que debe apoyar a la injusticia me pregunto qué está pasando y por qué. ¿Se dará cuenta de ello esa persona que apoya? O su corporativismo, que implica ser e identificarse como del mismo equipo de quien apoya le cegará toda capacidad de reflexión de lo que está ocurriendo.
Como a cualquier ultra de futbol, las faltas, el juego sucio, el penalti, los empujones, todo es visto desde la óptica de un equipo, de unos colores y contra los colores que estén enfrente, sean los que sean. Pero claro eso no es solidaridad, ya lo sé. Pero, ¿lo saben quienes lo hacen?
Se imaginan ustedes un pintor que les pinta la casa, y usted al ver lo mal que lo ha hecho, se notan los brochazos, le discute y afea su trabajo y que por ello los albañiles, pintores, fontaneros que están haciendo reformas en otros pisos de su bloque fueran a regañarle a usted por decirle eso al pintor y sin mirar siquiera el mal trabajo realizado. Suena raro, verdad.
Pues eso es lo que sucede cuando una profesional de bata blanca con quien no se está discutiendo viene a ‘regañar’ en alta voz (provocando?) a un familiar que está pidiendo a un trabajador que ejerza su responsabilidad profesional con una llamada telefónica, que minimice la angustia de la espera.
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