Transcribo casi íntegro, el
siguiente artículo Ética en la escuela. ADELA CORTINA 2 DIC 2012 - La negrita
es mía.
''Dicen
algunos expertos en estos temas que las gentes formulamos juicios morales por
intuición, que no tenemos razones y argumentos para defenderlos, sino que
tomamos posiciones en un sentido u otro movidos por nuestras emociones…
Y esta es la conclusión que sacan los expertos
en cuestión: las gentes asumimos unas
posiciones morales u otras sin saber por qué lo hacemos, nos faltan razones
para apoyarlas. Cuando lo bien cierto es que en nuestras tradiciones éticas podemos espigar razones más que
suficientes para optar por unas u otras, aunque se trate de cuestiones
nuevas. Conocer esas tradiciones y aprender a discernir entre ellas es, pues,
de primera necesidad para asumir actitudes morales responsablemente, para poder
dialogar con otros sobre problemas éticos y para innovar.
Esto no
se consigue en un día, por arte de birlibirloque, sino que requiere estudio, reflexión, diálogo abierto. Ese era el
propósito de una asignatura, presente en el currículum de 4º de la Enseñanza
Secundaria Obligatoria desde hace casi un par de décadas. Se llamó primero Ética.
La vida moral y la reflexión ética, ahora lleva el nombre de Educación
ético-cívica, y en su
honor hay que decir que ha permanecido en su lugar a través de los cambios
políticos. Sólo antes de que naciera se planteó el problema de si la ética era una alternativa a la religión, o si más
bien era común a todos los alumnos, mientras que la religión quedaba como
optativa. Afortunadamente, esta segunda fue la solución, y desde entonces
ningún grupo social y ningún partido político han puesto en cuestión su
presencia en la escuela.
Es
lamentable, pues, que desaparezca en el Anteproyecto de ley orgánica para la
mejora de la calidad educativa, cuando
la calidad debería consistir sobre todo en formar personas y ciudadanos capaces
de asumir personalmente sus vidas desde los valores morales que tengan razones
para preferir, no solo en que los alumnos adquieran competencias y
conocimientos para posicionarse en el mundo económico. Si se trata de “lograr resultados”, como dice a menudo el anteproyecto,
ayudar a formar una ciudadanía responsable es un resultado óptimo y además es
el único modo de contar con buenos profesionales.
Un buen
profesional no es el simple técnico, el que domina técnicas sin cuento, sino el
que, dominándolas, sabe ponerlas al servicio de las metas y los valores de su
profesión, un asunto que hay que tratar desde la reflexión y el compromiso
éticos. Justamente la crisis ha sacado a la luz, entre otras cosas, la falta de
profesionalidad en una ingente cantidad de decisiones, el exceso de
profesionales que utilizaron técnicas como las financieras en contra de las
metas de la profesión, en contra de los clientes que habían confiado en ellos.
En un
sentido semejante se pronuncia el economista Jeffrey Sachs al afirmar al
comienzo de su último libro, El precio de la civilización, que “bajo la crisis económica
americana subyace una crisis moral: la
élite económica cada vez tiene menos espíritu cívico”. Y lleva razón, nos
está fallando la ética, esa dimensión humana que no solo es indispensable por su valor interno, sino también porque
ayuda a que funcionen mejor la economía, la política y el conjunto de la vida
social. Hace falta, pues, en la educación una asignatura que se ocupe
específicamente de reflexionar sobre los problemas morales, conocer las
propuestas que nuestras tradiciones éticas han aventurado, y argumentar y
razonar sobre ellas para acostumbrarse a adoptar puntos de vista
responsablemente.
Claro que
una modesta asignatura no basta, que no es la píldora de Benito que resuelve
todos los problemas, pero una sociedad demuestra que una materia le parece
indispensable para formar buenos ciudadanos y buenos profesionales cuando le
asigna un puesto claro en el currículum educativo, no cuando la diluye en una
supuesta “transversalidad”, que es sinónimo de desaparición. Y más si ese
puesto es el que ahora tiene, 4º de la ESO, un momento crucial en el proceso
educativo.
Una
sociedad no puede renunciar a transmitir en la escuela su legado ético con toda
claridad para que cada quien elija razonablemente su perspectiva, porque es
desde ella desde la que podemos juzgar con razones sobre la legitimidad de los
desahucios en determinadas ocasiones, sobre la obligación perentoria de cumplir
los objetivos de desarrollo del milenio, sobre la injusticia de que las
consecuencias de las crisis las paguen los que no tuvieron parte en que se
produjeran, sobre la urgencia de generar acuerdos en nuestro país para evitar
una catástrofe, sobre la indecencia de dejar en la cuneta a los dependientes y
vulnerables. Es desde esa dimensión de todo ser humano llamada vida moral desde
la que se decide todo lo demás, una dimensión que es personal e intransferible,
pero tiene que ser también razonable.
Adela
Cortina es
catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y
miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas''
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