El nacionalismo está destruyendo la izquierda
‘’El
universo de seres comunicados que Kant creía necesario para sentar las bases de
un futuro mundo cosmopolita puede estar lejos, pero está mucho más cerca hoy,
que por ejemplo en 1945.
Estas
u otras cosas ni se logran ni se lograrán en el futuro manteniéndonos
encerrados en nuestras comunidades y midiendo nuestra vida en relación con los
horizontes que nuestros padres y nuestros abuelos fijaron por nosotros, o
gobernando los actos y los deseos por las normas de aquellos que se han
nombrado a sí mismos representantes en la tierra de una divinidad cuya
existencias parece muy improbable. La mayor parte de la civilización moderna se
debe a múltiples factores. La evolución de la medicina o las tecnologías de la
información y el progreso de los medios de transporte, si bien son una herencia
indirecta de la Ilustración, así como las revoluciones científica y técnica que
la precedieron y la siguieron, no tienen una relación inmediata o directa con
sus ideales, pero sí la tiene nuestra capacidad para enmarcar el conocimiento
del mundo en algo mayor que el terruño, la propia cultura, la familia o la
religión personal. Y en esto somos irremediablemente herederos de los
constructores de la ‘ciencia del hombre’ ilustrada’’.
Anthony Pagden, ‘La
Ilustración’. Alianza Editorial, 2013.
Hasta el año 2012, cuando se empieza a extender la
proclama del derecho a decidir la autodeterminación, los catalanes decidieron
elegir mediante votación a sus mandatarios para que les representaran y
dirigieran parte de sus destinos: votaron en 11 ocasiones Diputados al Congreso
y Senadores, 7 veces para decidir parlamentarios en el Parlament, votaron 9
veces para decidir sus concejales en los municipios, en otras 6 ocasiones
eligieron parlamentarios europeos y en otras 6 más decidieron en referéndums,
tipo Reforma, Constitución o Estatutos de Autonomía. Sí, ellos han podido
decidir y lo hicieron –y no los negros en los sesenta en EEUU-. En sus
decisiones se constata que triunfaron electoralmente mayorías nacionalistas, no
siempre, pero nunca eligieron mayorías secesionistas. Los partidos
representados, los que decidieron elegir los catalanes, no llevaban en sus
programas el objetivo de independencia, no se presentaban defendiendo el
derecho a la autodeterminación.
El problema de la independencia no existía hasta
hace pocos años, el ejercicio del derecho de autodeterminación tal como lo
vivimos hoy, es novedoso en la vida española fraguado en los años de crisis,
tras la sentencia del Estatut. Siempre hubo independentistas pero, solo desde
hace muy poco se manifiesta la preocupación creciente por las relaciones
Catalunya-España en los estados de opinión, que publica el CEO (Centre
d’Estudis d’Opinió) de la Generalitat. En los cuadros desde enero 2009 a junio
2013 presentan las preocupaciones sociales, las personales y aquellas
consideradas grandes problemas de Catalunya. Ambas coinciden en el orden, las
preocupaciones personales, en 2009, eran mayoritarias por la precariedad
laboral un 44%, a continuación con un 17% el funcionamiento de la economía,
ambas, consecuencias de la crisis, a mucha distancia, preocupa la
insatisfacción con los políticos, cerca de un 5.5%, queda relegada la
preocupación de relaciones Catalunya-España a un 3,5%. Escasa importancia se le
daba entonces.
En junio
de 2013, lo que consideran problemas importantes pasan a ser cerca del 50% la
precariedad laboral, el 16,2% el funcionamiento de la economía, doblándose el
peso de la insatisfacción con los políticos hasta el 12.4%, -que no entiendo
insatisfacción con la política aunque podría estar contenida, en el mismo
estudio por las diferentes preguntas aparecen grados de interés, preocupación,
seguimiento etc., respuestas comprometidas con la política-. Sigue en el grado
de preocupación, las relaciones Catalunya-España con cerca de un 11%, más que
triplicando su importancia respecto al 2009. Desde luego en los propios centros
oficiales de Catalunya, el CEO, donde cocinan los datos de opinión, éstos no
reflejan que sea el problema tan insoportable como lo denuncian al mundo sus
políticos y los medios de comunicación catalanes.
Un cierto
grado de radicalización popular se incuba durante el segundo gobierno de Aznar
entre pequeños grupos españolistas y políticos catalanes, amplificado por
algunos medios de prensa, radio y televisión. El malestar se hace palpable
durante el primer gobierno de Zapatero, a partir de 2004, en la negociación del
Estatut, y cuando éste llega al Congreso, siendo aprobado en junio de 2006. Pero todavía durante el 2008 la tendencia
separatista se mantiene por debajo del 20% en datos de la Generalitat –ver
cuadro anexos-.
En 2009 las encuestas detectan un malestar
creciente con el funcionamiento de la democracia en Catalunya, -y en España-
probablemente sean reflejos producidos por la crisis económica y el Estatut. A partir de entonces comienza a expandirse el
malestar por el recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP, y la
demora en la Sentencia, lo cual provoca sentimientos separatistas, que unido a
la grave crisis económica, produce otro salto al alza en 2011, entrando en la
dinámica actual en 2012 con otro acelerón, que lleva aparejadas reacciones
masivas de culpar a España –España nos
roba- por la mala situación política, laboral y económica de Catalunya, de
la que muchos esperan salir con la independencia. Los datos importan porque
esta no es una larga lucha.
El PSOE
recibió latigazos de ruptura antes, y no solo en el PSC que sufrió un
terremoto, y no han acabado de sufrir las consecuencias. La búsqueda de salidas
con el asunto de federalismo asimétrico, naciones, plurinacionalidad… no ha
terminado, se liará y enconará más la situación. Podemos está sufriendo los
desgarros ahora, en Cataluña y en el resto de España, sus mareas, Galicia, País
Vasco, Valencia, Aragón, Andalucía… todo parece remansado pero la corriente
revuelta de fondo se desbordará, de hecho ya hay proclamas desde sectores de
izquierdas defendiendo el derecho a decidir la autodeterminación por muchos
rincones de España, una regresión camuflada como mercancía progresista.
En Europa,
en el siglo XXI, ningún partido que pretenda progresismo podrá aceptar la
secesión de una parte del territorio. Ningún partido serio, aunque no tenga
esperanzas para gobernar, podrá ocultar que los apoyos parlamentarios de los
independentistas están basados en un 36% del cuerpo de votantes catalanes, algo
que resultará imposible de defender ante la ciudadanía, porque entonces se
entendería abierta la puerta a golpistas de cualquier signo en cualquier
momento. La defensa de la Constitución y las libertades democráticas, será
percibida por la ciudadanía como realizada fundamentalmente por la derecha y el
centro, dejando las izquierdas al margen de cualquier proceso global de
construcción española y europea. Así la destrucción de las izquierdas iniciada
en el siglo XXI, agravada con la crisis, ahora, si apoya al nacionalismo dará
un gran paso adelante por apoyar lo reaccionario, las gentes abandonarán
valores clásicos de unidad, libertad, igualdad, fraternidad y abrazarán el
fascismo que hay tras el nacionalismo.
La
declaración de independencia es apoyada por diputados del Parlament
representantes de 1.628.714 votantes a JuntxSí, mas los representantes de
337.794 votantes a la CUP, en total sumarían 1.966.508 votos sobre un censo
electoral de 5.510.853. Ocurrió en las elecciones de 2015 planteado plebiscito
por JxS y CUP. Perdieron.
Se imaginan
el potencial movilizador del process
y las Diadas dirigido contra la precarización, por el empleo y salario digno.
Esfuerzos enormes durante días, y meses… imaginen si fueran aplicados a
transformar sectores productivos, a reducir desigualdades… imaginen dirigidos a
mejorar una Europa más libre, igualitaria y solidaria. Pero, esos no son
objetivos nacionalistas.
Toda ruptura conlleva costes, sean las personales por amor, amistad, o
religiosas, partidistas, societarias… sería imposible que ésta no los tuviera.
En Catalunya los promotores de la secesión no hablan de costes, tratan de
pintar una ilusión, mostrar el paraíso e impedir que algo pueda diluir la
imagen edulcorada que transmiten para sumar voluntades. La marcha por la independencia
está tan rellena de sentimientos como vacía de racionalidad y concreción. La
presentación de la opción independentista como solución a todos los problemas,
sean personales o colectivos de los catalanes, debería oler mal a cualquiera
que tenga un pie puesto en la Ilustración y use un poco de racionalidad,
-máxime a militantes, partidos y sindicatos de izquierdas, e intelectuales y
teóricos sociales- que deberían conocer las bases ideológicas.
El
nacionalismo, una forma de populismo, tiene como único objetivo lograr la
independencia nacional y convertir Cataluña en estado asumiendo los
independentistas la totalidad
del poder político que ahora detentan parcialmente, otra parte lo tiene el
Estado, otra parte la UE, otra la globalización... Para ello utilizó y fabricó
una ideología excluyente, necesita diferenciar entre ellos, catalanes puros y
los demás impuros y enemigos para enfrentarlos, aunque hayan nacido en
Cataluña, y sus padres, y abuelos y bisabuelos... Ellos, los buenos, son los
que se suman al proceso aceptando las reglas y objetivos impuestos por el
independentismo, garantizando puestos de representación social, cargos,
empleos, prestigio…los demás son el resto, sean catalanes, andaluces,
españoles, gente a vencer y someter. Racismo y xenofobia son piedras angulares
del nacionalismo, fuertemente desarrollados en el nacionalismo catalán desde
sus inicios hasta hoy, pasando por los Pujol.
«El hombre andaluz no
es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido
[...], es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años
que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural,
mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un
poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana,
pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de
España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la
fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad,
destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima,
es decir su falta de mentalidad.»
Jordi Pujol,
"La inmigració, problema i esperança de Catalunya".
Editorial Nova Terra 1976.
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