jueves, 15 de octubre de 2015

El poder. Objetivo de partidos y militantes, requiere sumar y sumar

El poder necesita para ser conquistado de múltiples individuos; en España, de millones de ciudadanos, impulsando y apoyando un proyecto, -no siempre ni exclusivamente votando, aunque también usando el poder transformador de los votos- normalmente los proyectos colectivos son simbolizados en un equipo, unos individuos, que aquí hemos reducido en exceso hasta personalizarlo en uno solo. Ser el más puro o tener razón, no sirve de mucho, tiene poca utilidad para conquistar el poder y con él, la capacidad de mayores transformaciones sobre millones de seres serán posibles. La necesidad de sumar apoyos colectivos ocurre en todos los niveles sociales y no solo en lugares democráticos, también en dictaduras, o situaciones extraordinarias, guerras… las sociedades necesitarán concentrar el poder colectivo habitualmente disperso; dinero, fuerzas, personas, aliados… que aglutinarán algunos individuos, no necesariamente los de mayor pureza ideológica de cualquier opción, pero sí los de mayor capacidad para conquistar el poder.

Dijo mi colega Jesús en una frase sobre Peces Barba: ‘’El problema de los españoles es que abundan muchos fascistas, franquistas, derechistas, centristas, "apolíticos", tibios, oportunistas, acomodaticios...., y poquitos, poquísimos izquierdistas que superen mínimamente el listón de un aceptable izquierdismo. ’’ Este es el problema fundamental de la política, aquí y en todas partes, y en todas las épocas.

La acción política depende de la fuerza de la colectividad, por mucho que se trate de acciones de individuos, lo político tendrá relevancia solo si fueran sumadas las muchas pequeñas acciones de aquí y allá. Los grandes cambios serán siempre colectivos, vieja idea marxista, que daba valor a los millones de personas influyendo y a las bases materiales que determinaban e interactuaban sobre esos individuos. Fulanito, lo que representa y las posibilidades de expandirlo, surge históricamente en un momento determinado, en un contexto favorable en donde existen las condiciones que determinan su existencia y proceder, habrá bases materiales que permitirán su irrupción y una correlación de fuerzas favorable para su inserción - grupos e intereses de apoyo con fuerza similar a los contrarios- de no ser así, sería extremadamente raro que pueda irrumpir un Don Pelayo. Y eso vale tanto para el proceso de secesión y Mas, Junqueras, como para Iglesias, Sánchez o Rivera, e incluso Rajoy.

A la muerte de Franco se agolparon problemas e incertidumbres, se abrieron muchas puertas, incluso algunos pensaron que la revolución era posible, pero eran pocos; las sendas más plausibles, las que apoyaron mayorías ingentes de personas, las que impulsaron fuerzas económicas e ideológicas, fueron aquellas en las que 'el mundo occidental, Europa' abría sus brazos a una democracia, el camino conducía a la integración en sus estructuras y relaciones comerciales, políticas, militares...

Cuando Felipe González toma el mando en el Partido Socialista, lo hace precisamente apoyándose en no ser el más izquierdista de todos, sino el líder que podría llevar a la meta de gobernar, cuando el PSOE arrasa en 1982, con la figura de Felipe y el equipo de individuos que hay detrás, incluyo a Peces Barba, lo consiguen precisamente apoyándose en vocear que no son los más rojos del lugar, y es logrado por su capacidad de liderazgo que incluye aglutinar apoyos económicos, políticos, organizativos, ideológicos... Hay que contar con amplia capacidad para liderar un proyecto y sumar voluntades que lo hagan posible que permitan ponerlo en marcha, así que no sirve de mucho ser más de izquierdas o más listo o más puro 'en teoría o en abstracto', lo que cuenta es la capacidad de sumar fuerzas. 

Luchar por el poder requiere sumar y sumar. Son tiempo de olvidos de conceptos básicos en la democracia, mucho adanismo y ligereza, propiciado por las redes –todos se imaginan empezar, descubrir el fuego, fácilmente, sin esfuerzos, como si ‘clickear’, o asistir a una manifestación eliminaran el paro o resolvieran el cambio climático, incluso entrar a un banco y salir en cinco minutos lo llaman ocupar una empresa, eso sí, convenientemente publicitados y 'flashseados'-. A pesar de diferencias notables que enseñan los nuevos gurús, el ser humano no actúa en cuestiones relacionadas con el poder tan distinto a como actuaba cientos de años atrás, o en la Transición; hay muchos rasgos comunes que podemos recordar, aunque se cubran con ropajes modernos en el fondo serán parecidos. 

La lucha por organizar la sociedad es una cuestión de correlación de fuerzas; se trata de grupos intentando imponer sus intereses y generalizarlos a los demás que se opondrán, ambos, utilizando los medios a su alcance en cada momento; no serán iguales medios en Europa que en Asia, ni en el siglo XVIII que en el XXI, pero en esencia, hablamos de disputas por cuotas de poder. Hoy la ciudadanía no es más crítica que antaño, en los años 60 o 70, al contrario durante los últimos 15 años se produjo un adormecimiento de pautas de control a pesar de que hoy Internet permite a mayorías de población obtener mayor información y comunicación en menor tiempo, lo cual posibilita interactuar rápidamente, aunque difunde al tiempo cierta dosis de adormidera.

El liderazgo sin apoyos, antes como ahora, será improbable de mantener, no será líder quien no movilice fuerzas a su favor, quien no sea capaz de generar equipos que aglutinen e ilusionen en pos de un objetivo. Por muy bueno que se crea ser, nada transformará las vidas de la gente sin movilización colectiva, sin sumar fuerzas que entre ellas acepten tener intereses comunes y crean puedan ser defendidos e impulsados por un equipo con posibilidades de imponerse a otras fuerzas. Las opciones individuales supuestamente mejores o más acertadas del estilo, -más de izquierdas que…- valdrán de muy poco, la capacidad política se medirá por la facilidad para sumar voluntades sin las cuales poca actividad colectiva será posible, lo cual explica como personas más preparadas, en teoría, pero incapaces de sumar, fueron apartadas del camino por otras menos preparadas, en teoría. La política no solo, ni principalmente, es cuestión de deseos o ideas geniales, sino de correlación de fuerzas, de sumar.

En tiempos de la Transición, -sucede igual ahora con actuales líderes-, se podían encontrar muchas personas más de izquierdas que Felipe, ideológicamente puros, etc., la cuestión es que no fueron elegidas en ninguna de las instancias políticas, ni por supuesto en la elección última de la ciudadanía a la papeleta con las siglas del partido, ello suscita preguntas ¿Por qué no fueron/son elegidos en sus partidos, en sus entornos, en sus agrupaciones? ¿Los individuos por ser más izquierdistas, son más válidos, reportan mayor utilidad a la gente? O por el contrario son floreros de mesa camilla que no sabe dónde colocar la sociedad, las supuestas ideas mejores ¿dónde fueron confrontadas que pudieran demostrar su eficacia en la realidad?, ¿de qué sirven las maravillosas ideas en un país como España, si no las defienden millones de personas?

Un recuerdo anecdótico de aquellos tiempos de la Transición puede ilustrar las diferencias entre utopía y realidad, deseos y concreción. En Octubre, -Comités Obreros, PLO- teníamos una política llamada ‘apoyo a fábricas en lucha’, que durante años desarrolló acciones, métodos, organización, etc. Consistía en apoyar luchas obreras en fábricas, talleres, bancos,… Si había un despido contactábamos y montábamos variados tipos de acciones para su readmisión, apoyados en nuestro excelente despacho legal y en todo tipo de acciones callejeras a la puerta de la empresa, recabando contribuciones y apoyos, armábamos buenos escándalos, etc. Logramos bastantes éxitos, en cuanto a readmisión de despedidos, suspensión de sanciones, mayores indemnizaciones… pero en general no lográbamos sumar a nuestras filas a los individuos afectados, que seguían afiliados a CCOO y UGT, PCE y PSOE; aún cuando no les hubieran prestado apoyos en su lucha. 

Para aquellos individuos éramos demasiado de izquierdas, no querían integrarse y participar de esos objetivos e ilusiones, así que una vez logrado su particular objetivo, regresaban a su lugar. Estábamos muy cerca de sus intereses inmediatos y se aprovechaban de nosotros para mejorarlos, pero quedábamos bastante alejados de sus intereses globales, de su cosmovisión de la vida, de sus sueños e ideales sobre una sociedad futura. 

Una vez instalados en la vida diaria los problemas tienen otra dimensión, la mirada cambia la percepción en situaciones críticas, por ejemplo la corrupción española no fue percibida como problema hasta sufrir fuerte y continuadamente los efectos de crisis y paro, estallando en las encuestas con el Gobierno del PP, pero sabemos que se fraguó y extendió muchos años antes, incluso recordamos individuos altamente corrompidos arropados por masas de gentes gritando a su favor en las puertas de juzgados y calles, fuera en Barcelona o Marbella; corruptos vueltos a elegir en unas elecciones por mayorías populares que acusaban al resto de persecución política. En el cuadro la corrupción es la curva amarilla y el paro la roja.


          

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