lunes, 22 de agosto de 2011

Desde una atalaya caribeña


Mi amigo Richard está en Santo Domingo, su segunda casa familiar, y desde allí vive otra realidad diferente a la española que ofrezco a los lectores en estos días veraniegos.

'’Ni cocoteros, ni playas de aguas azul esmeralda y arena blanca, ni morenazas de piel melosa danzando en derredor..., ná de ná. Sol abrasador ya desde las nueve de la mañana. Ruido, mucho antes. Aquí hay una afición desmedida a tocar el claxon..., para avisar que alguien baje de su casa, piiii, piiii; los autos como diciendo... ¡que voy! piiii, piiii.

Los pasos-cebra -inexistentes para los conductores- , pueden ser una trampa para peatones ingenuo o ignorantes de esta peculiaridad de por acá. No ya porque no los respetan, es que, el peatón por estas latitudes es -debe ser- transparente, pues los autos siguen como si así fuera, y claro, eres tú, quien tienes que salir por pies, aunque estés en un paso cebra. Y no exagero nada. ’’

Ricardo

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