Una violación, al parecer cometida por un inmigrante, da pie para que las turbas arremetan contra todos los inmigrantes y pidan un linchamiento del culpable.
Pero, no. Me equivoco, no arremeten
contra todos los inmigrantes, solo contra los pobres o contra los menores de
edad. Nunca hemos visto a esos grupos de manifestantes gritones arremeter
contra los inmigrantes que llenan las costas españolas de Levante o el Sur, nunca
las turbas han denunciado, agredido, insultado o pedido su expulsión de esos inmigrantes
que pueblan miles de chalet en pueblos de la costa, muchos de ellos proceden de
Europa del norte o del este, otros proceden de África, Oriente Medio o Asia.
Los cobardes que aparecen por
televisión, los vecinos que encontramos en los mercados del barrio, los
familiares o compañeros que escuchamos excitados y vemos agitar sus manos, e insultar
histéricos a los inmigrantes pobres y pedir cárcel, castigos y su expulsión,
nunca los hemos visto pedir las mismas penas, o castigos, para los inmigrantes
ricos propietarios de chalets y yates, vestidos con sus trajes caros y joyas, o
conduciendo sus maravillosos coches y yates.
Como escribió y denunció en
repetidas ocasiones Roberto Saviano, diferentes jefes y familias de mafias,
italianas, rusas, albanesas, marroquíes… habitan en la Costa Brava, Costa
alicantina, o Costa del Sol, esos inmigrantes trafican con armas, drogas y
personas. Ah, pero no son pobrecillos. Los asquerosamente cobardes nunca se
pondrán a chillar frente a sus yates, ni los difusores del odio a los pobres
los mencionarán en sus declaraciones televisivas o parlamentarias.
PD. Por supuesto quien comete
un delito debe ser juzgado. Sea quien sea. Para eso tenemos el Estado. Pero los
asquerosamente cobardes, que no solo son las turbas, también algunas élites
ultras, no se los ocurre arremeter contra todo el ejército español, cuando uno
de sus miembros viola en manada a una mujer. Ni siquiera arremeten contra todos
los violadores nacionales, que son muchos más que los violadores inmigrantes. Tampoco
se ponen delante de cuarteles de la Guardia Civil cuando se descubre que uno de
sus jefes forma parte de la mafia de la droga y esconde varios millones de
euros del narcotráfico en su casa. O tampoco destrozan todas las iglesias
cuando aparecen cientos de curas pederastas.
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