jueves, 4 de mayo de 2017

En Cataluña se está fraguando un golpe de estado

El asunto que en estos momentos está sobre la mesa es: estamos a favor de un golpe de estado, o en contra. Discutir? luego lo que sea necesario, pero antes tomar postura ante la amenaza que ya ha sido anunciada una y otra vez y que parece aproxima su ejecución. Una proclamación de desconexión unilateral es lo que está sobre la mesa, la secesión anunciada lo ha sido con amenazas de represión a quienes no la secunden, esto sería un golpe de estado.
La izquierda reaccionaria abrazó la patraña del derecho a decidir, ¿a decidir qué?, la consigna pretende imponer el derecho de secesión, lo cual no reconoce ninguna constitución del mundo, ni siquiera la nueva de quienes proclaman la secesión, de hecho amenazan a quienes no se sumen. -Antiguamente la constitución de la URSS, pero si húngaros o checos, o polacos intentaban irse, mandaban los tanques-. Sería de todo punto impensable que hoy formaciones de izquierdas crearan una constitución incluyendo dicho derecho, que es unilateral, si estuvieran en un proceso de construcción de un estado.
La rémora que tienen los individuos de izquierda reaccionaria viene de aplicar el derecho de autodeterminación a la cuestión catalana, pero la autodeterminación se considera en el mundo colonial cuando una metrópoli subyuga a una colonia sin dejar opinar ni elegir, sin permitir ciudadanos, y además una élite externa expropia sus riquezas. En el caso de Cataluña todos los eslabones de poder están en manos de unos pocos apellidos catalanes, ya sea el poder político, económico, mediático, social, educativo, deportivo… siendo una de las regiones más ricas de Europa, es difícil aceptar sean una colonia.
El independentismo catalán es una forma de neoliberalismo con una maravillosa propaganda de rechazo que ha seducido a mucha gente cansada de las consecuencias de la crisis en las democracias occidentales, con aspectos cercanos a los votantes de Brexit, Trump, Le Pen... subyugados porque les llevarán a un nuevo paraíso. 
Mucho he escrito sobre el tema, hoy refresco un post del viernes 13 de noviembre de 2015:

La independencia en Cataluña tomará en cada momento una forma concreta, que habrá que dar respuesta a corto plazo, por supuesto habrá que considerar soluciones estables a largo plazo, pero cada momento requerirá un tratamiento concreto, plantearse ahora como salida inmediata cambiar la Constitución o similar, no resulta útil, el órdago de la independencia está proclamado, no quieren oír hablar de federalismo ni otras zarandajas. Quizás más adelante pueda resultar de utilidad.

La independencia, es un grave problema, pero resulta más preocupante todavía el problema de España, que realmente es el fondo importante de la cuestión. Se trata para los partidos y fuerzas sociales de construir un estado y eso entraña muchas dificultades, aparecen contradicciones entre las utopías y realidades, entre los sueños particulares en los que vale todo, y las realidades diferentes de millones de personas que no coinciden en esos sueños particulares que pierden su valor.

Y además aparece la debilidad de muchas argumentaciones actuales –particularmente me interesan las de izquierdas- que olvidaron durante años enfrentarse a los postulados nacionalistas, altamente reaccionarios y xenófobos, neoliberales y populistas, lo cual hace muy difícil ahora encajar el galimatías sin enfrentarse al nacionalismo periférico, con el que mostraron simpatías, apoyándolo con su inacción o abiertamente. En realidad muchos izquierdistas se han dejado seducir hasta por su lenguaje del que se apropiaron sin esfuerzo, una cesión más, todo ello porque muchos militantes necesitan demostrar que fundamentalmente están en contra de la derechona española, que ellos adjudican a todo lo español que es todo lo distinto a sí mismos. Una gran diferencia con la implicación de los comunistas del PCE en la construcción del estado tras la muerte de Franco, participando en la redacción y configuración de las leyes vigentes hoy día.

Recordemos la situación: la declaración de independencia realizada por la Presidenta del Parlament, está apoyada por 1.628.714 votantes a JuntxSí  mas los 337.794 votantes de la CUP, en total 1.966.508 de votos ciudadanos sobre un censo electoral de 5.510.853 de catalanes con derecho a voto. Los votos que arropan la declaración de independencia representan un 35.68 % del cuerpo electoral catalán.  No es razonable que un estado acepte como criterio decisorio esta proporción. El Estatut de Sau lo aprobó el 54% del censo electoral -un 88% de los que votaron con participación cercana al 60%-.

La primera cuestión a resaltar es que no es el pueblo catalán quien pide la independencia, hay una mayoría que no la pide Una cuestión problemática surge al identificar solo con el pueblo catalán a los independentistas, lo cual se extiende a reconocerlos a ellos como sujeto político, porque entonces ¿quienes son el otro 65%, no son catalanes, no tienen derechos ni opinión en esta decisión? Es como si alguien dijera ¡que se jodan! Enfrentada esta realidad concreta al armazón teórico de clichés inhabilita su validez, porque muchos giran en torno a la idea del pueblo catalán como unidad opuesta al pueblo español, no hay tal sujeto, un pueblo catalán unido como una piña enfrentado a España, ni en el pasado ni ahora. Tampoco Catalunya es un país colonizado, explotado, oprimido y sojuzgado, quien se quiere separar de España, más bien al contrario, porque son ricos y tienen poderes, pretenden alejarse para disfrutar de su riqueza, privilegios y poder.

Veamos otro argumento cliché, que utilizan miles de personas, ‘en un divorcio si uno de los dos se quiere separar, no debes impedirlo’, se entiende en el ejemplo, que de la pareja España/Cataluña, quien se quiere separar es Cataluña, pero hete aquí que en el ejemplo lo que eran dos personas, se convierten en realidad en millones y pretenden decir que todos los millones de catalanes se quieren separar de ese matrimonio, lo cual es mentira. La realidad es que una minoría pretende romper y obligar a una mayoría sometiéndola a sus intereses y leyes particulares, rompiendo para ello leyes aprobadas antes por amplias mayorías, incluidos muchos de los actuales secesionistas, ruptura de leyes generales y territoriales, tanto nacionales como internacionales.

‘Si las leyes lo impiden hay que incumplirlas’ ‘solo hay que obedecer las leyes justas’. La cuestión aquí es ¿quien determina en cada momento las leyes que sean justas e injustas? Mientras un individuo puede mantener los argumentos anteriores, un partido de izquierdas no debe hacerlo, no puede mantener una incoherencia tan grande, máxime si quiere ganar elecciones y participar en la construcción del Estado. Alguien cercano a gobernar no puede aceptar que quien quiera rompa las leyes cuando le plazca, porque lo harán fundamentalmente los poderosos, estaría aceptando que los ricos no pagaran impuestos; incluso justificaría el golpismo, Tejero o Franco, quienes en su día decidieron qué leyes vigentes les resultaban inadecuadas.


Vivimos una secesión, cercana a un golpe, hoy blando, y todo partido o cuadro militante que pretenda realizar actividad política en Europa, debería tener altísimo interés en lo que sucede, lo cual supone dotarse de elementos teóricos básicos necesarios en la construcción de un estado, porque ese es el problema que enfrentamos. Desde luego nunca será admisible por la ciudadanía la idea de ‘me importa tres cojones’. Probablemente las elecciones marcarán negativamente a los partidos que se desentiendan de esta cuestión, porque los problemas para quien quiera ganar o formar parcelas de gobierno, no solo son el paro y la corrupción, el sistema productivo y las pensiones, sino también la organización del Estado, que por supuesto itera sobre todos ellos. Entre otras razones resulta incoherente hablar de Ucrania, Siria, etc. etc. y no plantear salidas concretas a cada situación provocada en Cataluña, al margen de los mantras de largo plazo, federalismo, etc.

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