miércoles, 16 de noviembre de 2011

No me gusta el culto personalista

No me gusta que todos los partidos que se presentan realicen una campaña tan asquerosamente individualista, tan iguales en la exaltación del líder/jefe de turno que presentan como candidato a presidente de gobierno.

Las elecciones en España son para elegir diputados y senadores y no candidato a Presidente que lo elige el Congreso, los representantes elegidos, estos sí, por el pueblo. A pesar de que se dé por entendido que el líder/jefe de una lista electoral sea el presentado por esa lista como candidato a Presidente, es confundir al electorado jugar en falso, porque a pesar de que sea elegido representante al Congreso salvo 2, ninguna tendrá posibilidad de ser candidato a Presidente, que en todo caso no elige el pueblo sino los diputados.

Si lo anterior no fuera suficiente es todavía peor la excesiva imagen personalista en las campañas, el culto al líder/jefe en la política, no me gusta tanto individualismo, por mucho que los gurús de campañas indiquen la conveniencia de personalizar, en España es uno de los grandes defectos, criticados por casi todos los partidos pequeños, y practicado por todos. Cargar un alto porcentaje del peso de la campaña en pegar fotos del jefe es un mal germen para el futuro.

Si queremos dar mayor responsabilidad a diputados y senadores empecemos por pensar en su existencia individualizada al margen de considerarlos meros comparsas del jefe de turno, sea Lara, Uralde, Díez o quien sea. Los parlamentarios deben cobrar mayor vida pública de la que dan los medios de prensa, tener mayores vínculos con el electorado, para lo cual deben empezar por ser conocidos, ser escuchados, tenemos que poder exigirlos, hablarlos, saber qué piensan y como formulan sus discursos.

Sucede en Ayuntamientos, solo conocemos al alcalde, en CCAA solo a su presidente, nadie más habla, nadie monta reuniones, charlas conferencias, salvo para que hable el jefe, no se conocen los equipos, no se ven en entrevistas en los medios, en las calles, mítines, reuniones, en las radios. Hay solo un jefe parlanchín arropado y cuando éste no llega, un subteniente. Forma de empobrecer la política.

Ningún partido tendrá sentido sin sus militantes, simpatizantes, parlamentarios y ello empieza por darlos valor que no solo tiene la cabeza, el jefe. Necesitamos saber que cuando existan dificultades no las resolverá el jefe solamente, necesitamos conocer a los equipos compuestos por diferentes personas que deberían funcionar, queremos saber que están preparados y pueden ser exigidos por todos, y ello comienza en la campaña electoral acercando realmente caras, personas y discursos, no solo de un jefe.

Cambios en la ley electoral pedimos todos, muchos coincidimos en aquellos que den mayor igualdad a votos/escaños y en la posibilidad de elegir el orden dentro de una lista que no estuviera bloqueada, pero nada tiene sentido sin ampliar el marco de referencia de las personas en los partidos. El culto a la personalidad que se instala desde el principio en los partidos nuevos es incomprensible si quieren revitalizar la política y el instalado en los partidos viejos debería disminuir hasta desaparecer. Tantos y tantos jefes en cada campaña general, local y autonómica nos apartan las personas de los candidatos y encumbra peligrosamente a esos jefes a la toma de decisiones como reyezuelos de taifas aislados de sus bases. En esta situación de qué sirve tanta discusión programática y de principios si cuando haya que tomar decisiones de gobierno las decidirá un individuo al margen de grandes ideas colectivas.

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