Tan
irresponsable es la postura de los patriotas de hojalata, de creer que no hay
otro camino que tijeretazos a diestro y siniestro, como la otra de seguir sin
cambiar nada de nada. Como si ello fuera posible. Ambas posturas coinciden en
el extremo, despreciar el crédito y
sus mecanismos y piensan que podríamos vivir sin él manteniendo las condiciones
de vida actuales.
Con
una realidad tan enormemente compleja, todo grupo político, debería aceptar que
sus acciones u omisiones tienen un coste importante en la ciudadanía y que no
existe ni una sola medida que no contenga contraindicaciones, por tanto
deberían postular las propuestas de acción con las posibilidades y sus contras,
similar a exigir informes de impacto medioambiental para construir una
carretera, por ejemplo. En las opciones sobre la deuda existen varias posturas,
todas tienen contradicciones, salvo las de aquellos benditos que ven las cosas
tan claras, sin aristas ni problemas, que los llevarán al cielo, pero no
resolverán los problemas de la tierra que son los que tenemos todos.
Así
en el tema de la deuda y su posibilidad de impago, por injusta, e ilegítima, no
es raro encontrar opiniones que maldicen la deuda y el déficit postulando como
solución negarse a pagarlo, considerando que sería la misma postura teórica y
ética que tomaban los obreros y campesinos del XIX y principios del XX al
enfrentarse a las injusticias y la explotación. Nada tan falso. Aquellos
anarquistas y rojos, solo contaban con su trabajo, y sus decisiones no provocaban
la posible pérdida de pensiones, ni educación para sus hijos, ni sanidad para
sus familias, ni cobraban subsidios de paro, ni ayudas a la dependencia, ni
ayudas por incapacidad transitoria o permanente…
El
problema es que acciones de tal dimensión deben adjuntar su correspondiente
hoja de contraindicaciones, para sopesar pros y contras porque sería evidente
que tendría repercusiones. Dejar de pagar la deuda pública podría ser muy caro,
nos puede costar el estado de bienestar, defenderlo como opción política sin
asumir los costes que representaría por sus compromisos de largo plazo es una
chiquillada, impulsar como opción la salida griega es de una gran ceguera –a
los griegos se les ha impuesto, no han elegido una opción- y que encima pretenda hacerse pasar por una ‘opción revolucionaria valiente y firme’ es una estafa alejada de aquellos obreros y
campesinos que al tomar decisiones nunca enterraban lo conquistado. No pagar, sería
una posibilidad, pero tendría costos evidentes que deben ser contados, sin
descartar un derrumbe bancario europeo, el rompimiento de la UE y su modelo de
sociedad lo cual nos llevaría a un nuevo franquismo.
Cada
vez que se vislumbra la posibilidad del default, nos cuesta miles de euros,
cuantos más gritos en contra de pagar, más suben los intereses que pagamos, y
más difícil es conseguir financiación, porque quienes nos prestan el dinero,
menos se fían de recuperarlo y mas dilatan la entrega de las posibles ayudas
concedidas, hasta que sus bancos no estén a salvo. Las opciones, todas, tienen
penalización y no hay experiencia histórica de default que muestre un camino de
rosas para quien lo hiciera. –Los bonos Brady en América Latina fueron
una salida, pero abrieron muchas otras puertas al neoliberalismo en aquellos
países.
Negarse
a pagar, -que por otra parte es uno de los caminos que transitamos y que en la sombra estudian opciones políticas y económicas opuestas, saliendo del euro, etc.- impediría encontrar préstamos durante muchísimos años, alejaría la
entrada de inversiones extranjeras y forzaría aún más, la salida de inversiones
actuales, de repente y para 30 años los recursos externos desparecerían, la deuda se mantendría en su valor o en el renegociado, la moneda se devaluaría un 30%, retrocederíamos al franquismo, la autarquía porque hoy vivimos apoyados en
recursos externos, ahora sí aplicaríamos a rajatabla la idea de Rajoy de no gastar lo que no tenemos. Nos
hundiríamos sin remedio para varias décadas, con una crisis política de dimensiones incalculables, con mayores repercusiones
negativas si se hiciera de forma imprevista y no negociada en el conjunto de la
eurozona.
Los
problemas son de gran envergadura y no encontrarán solución sin un pacto de
Estado entre grandes y pequeños, que tenga costes y responsabilidad
compartidas, porque habrá que decidir dónde meter la tijera, qué suprimir, qué
nuevas orientaciones dar a servicios públicos, por donde y como crecer, habrá
que discutir sobre los mitos económicos de las dos aceras y tragarse algunos
sapos; hoy los minoritarios y extraparlamentarios han optado por plantear
opciones que no resisten un mínimo análisis de posibilidades, obtienen con ello
rentabilidad electoral a corto, enfrentadas al PSOE y PP, pero no sirven de contención
al cambio de era en el que estamos entrando ni marcan una senda posible, ni explican lo que ha ocurrido y por qué, incluso parecen aceptar la entrega del lenguaje sobre la crisis a la derecha
quedándose solo con el no a cualquier cambio, lo cual amplifica el desastre.
No
se asume todavía que el Estado pueda quedar paralizado en cualquier momento,
como consecuencia de la sequía de ingresos suficientes para soportar los gastos
que cada mes requieren pensiones, subsidios de paro, pagos sanitarios,
dependencia, intereses… Ahora se pagan apoyados en préstamos cada vez más caros
y lo que es peor difíciles de conseguir, eso y no otra cosa es el déficit, eso
y no otra cosa es el camino al rescate –El colchón de liquidez este verano
puede estar en torno a 23.000 millones de euros-. Hay que considerar que
constantemente se producen vencimientos de deuda que deben ser atendidos,
normalmente con nuevas emisiones, pero cada vez más costosas y difíciles de
colocar y en cualquier momento puede pararse la máquina ya que nadie las compra.
El
PP no se decide a pedir el rescate, porque evidentemente no es gratis, tendrá costes
muy altos para el país. Y además para ellos. El PP llevaría para siempre el estigma
político de ser el gobierno que pidió 2 rescates, en contraste con Zapatero, quien
impidió con sus políticas tener que someterse, aunque le costaran a él y su partido
el mayor descalabro y desafección de la ciudadanía en la democracia. Incluso con
las buenas noticias anunciadas por el BCE, que podría propiciar la compra de
deuda de 3 años o menos del mercado secundario, -lo cual podría llevar a que los
tenedores extranjeros actuales les colocaran sus carteras cargando el balance del
BCE de ‘basurilla’- ello no está claro que facilitara la colocación de nuevas y
futuras emisiones en mejores condiciones.
Es
necesario crecer, y tiempo para desapalancar y cambiar muchas, demasiadas cosas
fundamentales. Hemos entrado en otra era. La crisis va para 10 años y sus repercusiones
condicionarán el futuro de 25/30 años, y si no hay un gran acuerdo de estado,
las pautas de organización de este país las marcarán solamente los ‘azules’ y los
‘hombres de negro’. Esto es la política, organizar la sociedad, y ello depende de
la correlación de fuerzas.
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