Hace 35 años y unos meses pasé un buen susto. Era el verano de 1.975, con el dictador vivo todavía, cuando realizaron una redada para detener a los militares de la UMD, un grupo de militares democráticos, oficiales, que funcionaba clandestinamente y que desmantelaron ese verano.
Un día a finales de julio mientras me dirigía a un depósito clandestino de propaganda, después de haber aparcado el coche a cierta distancia y sin darme cuenta de su existencia, traspasé un cordón de policía, nada espectacular, pero a los pocos pasos me dí cuenta que había otro cordón este de policía militar.
En una fracción de segundos me percaté que estaba entremedias de dos cordones policiales, imposible darme la vuelta o salir corriendo sin hacer sonar las alarmas, tampoco podía desviarme sin llamar la atención porque no había otro portal al lado puesto que era un edificio bastante singular, en un instante me vino un flash, si se trataba de policía militar, no iban por nosotros.
Así que amparado en mi buena apariencia, (nuestras normas) traje, corbata, gafas, aunque no las necesitaba, pelo arregladito, con mi cartera de ejecutivo me dirigí con paso firme andando a mi destino, el portal en cuyos alrededores se veían policías militares y movimiento de personas. Evidentemente por mi edad yo no podía ser comandante, coronel ni cargo parecido a los de la UMD, eran mayores que yo.
Al entrar al gran hall del edificio me fui directamente a ascensores sin que nadie me interrumpiera, a pesar del revuelo de policía militar, uniformes y gente de paisano que allí había. Al fondo y rodeada de gente pude ver una figura conocida por mí. Era una compañera de mi trabajo, de la que yo sabía, (porque ella me lo contaba), que estaba emparejada con uno de los militares de la UMD, que tenía un apartamento en ese edificio.
Teníamos un depósito de propaganda clandestina en un apartamento por el final de la calle Velázquez de Madrid. Zona de alto standing y buen edificio. Alquilé el apartamento allí después de estudiar los alrededores para comprobar que tuvieran fáciles aparcamientos, y buenas comunicaciones en coche con el resto de Madrid, barrio de muy buen estatus, facilidad de entradas y salidas de personas sin controles vecinales ni porteriles, para ubicar un almacén depósito, al que llegaban las publicaciones del aparato y del que salían para su distribución.
En aquellos tiempos la policía perseguía con fuerza a todos los rojos y a toda organización roja pero tenía como objetivos preferentes de su actividad contra las organizaciones clandestinas, la detención de sus dirigentes y la localización de los aparatos de propaganda, de ellos partía una fuente enorme de información que les facilitaba su trabajo represor luego de forma masiva. Además conocían que una organización sin cabeza y sin corazón, dejaba de ser organización.
Así que nuestras normas de seguridad debían impedir que esa información pudieran obtenerla de nosotros, por tanto implicaban que muy pocas personas, casi nadie, conocía la existencia de pisos y locales vinculados al aparato y depósitos, solo el enlace del aparato al depósito y el enlace del depósito a la distribución, y otras 2 personas, por seguridad, que nunca pasaban por allí. Por descontado ninguna de ellas realizaba tareas de agitación callejera.
Como la poli y guardia civil en general identificaban rojos y progres, por las apariencias, era época de barbas y melenas, de chupas militares y pañuelos palestinos, en ‘Octubre’, teníamos un especialísimo cuidado, a determinados niveles, en nuestro aspecto físico, nunca melenas, nunca barbas, siempre bien vestidos y en extremo la gente de aparato y depósitos, perfectos ejecutivos empresariales, educados y dicharacheros pero con prohibición absoluta de llamar la atención.
Mucha gente era detenida en aquellos tiempos solo por su aspecto físico, pelo, barba, vestimenta progre, y no solo en manifestaciones, saltos o acciones, también en lugares significativos o de tránsito como estaciones y ferrocarriles (mi amigo Apa entre otros). Las detenciones, posteriormente, en ocasiones coincidían con su actividad antifranquista, la poli no era tonta y ese comportamiento tenía una rentabilidad determinada.
PD 1) El susto lo pasó también mi amigo Gil que fue al depósito ese mismo día. Entonces no existían los móviles, imposible avisar en minutos.
PD 2) La compañera de trabajo nunca supo que yo tenía allí, alquilado un apartamento y que presencié la detención de su pareja.
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