Mi amigo Pepe, mantiene una polémica en ‘Red Verde’, de la que me presta alguna opinión, que por su interés voy a reproducir, relacionada con el problema de las clases y que viene en alguna de sus parcelas a colación de unos comentarios que hizo hace pocos días mi colega Jesús de Bargas La Sagra respecto a conceptos como los de trabajador, u obrero. La polémica también tiene vínculos con lugares como el de Javier Caso. Dice José M. Roca:
‘’Lo asumo, Sr. A: soy conservador, quizá a mi edad ya no pueda ser otra cosa en ciertos asuntos que considero importantes, por ejemplo, en lo relativo a la lucha de clases, término que tiene mala prensa: parece viejo, porque da la impresión de que, en una sociedad de clases medias (ojo con el término), no hay clases ni lucha.
1º) porque a la derecha, de aquí y de fuera de aquí, siempre le ha interesado eludir o vilipendiar este término que descubre las falacias de su discurso. Pero esto lo doy por sabido.
2º) porque han pasado a primer plano otro tipo de luchas, culturales o identitarias, que expresan otros desequilibrios sociales, otras desigualdades, a veces magnificando pequeñas diferencias para establecer una identidad, en una era en que se busca la identidad de manera compulsiva y donde la victimización y la pertenencia a un grupo minoritario sirven muy bien a ese objetivo. No hay nada mejor que declarar la pertenencia a una minoría, real o presuntamente oprimida, para recibir apoyos de gente solidaria y, desde luego, para creer que se poseen la verdad y la razón sin más discusión. No digo que todos, pero sí muchos de estos discursos identitarios son discursos blindados.
3º) porque, para amplias capas de la población trabajadora, y sobre todo para las clases subalternas, el ejercicio de la profesión (el oficio) ha perdido importancia en la vida de los individuos. Antes, ser minero, metalúrgico, tipógrafo o ferroviario, profesiones que pasaban de padres a hijos, eran afirmaciones de identidad, casi títulos nobiliarios en el mundo del trabajo por todo lo que tenían detrás, producto, naturalmente, de la lucha de clases. Hoy eso es impensable no sólo porque los puestos de trabajo no se conservan tanto tiempo, sino porque la producción se ha transformado (las cambios técnicos son muy rápidos) o simplemente ha desaparecido (seguramente habrá metalúrgicos o trabajadores de astilleros en China, pero no en Avilés o en Sestao).
En el mismo sentido hay que indicar que, aunque ha mejorado la educación o la instrucción de las clases subalternas, que ha mejorado la enseñanza, que muchos hijos de obreros tienen estudios universitarios o cualificación profesional, ésta no siempre coincide con el ejercicio de la correspondiente profesión. Cualificación académica y ejercicio laboral profesional no coinciden. A muchos jóvenes tener estudios no les evita tenerse que emplear de camareros, repartidores de pizzas, reponedores o cajeros en un super. Y a otros, tener que aceptar multitud de trabajos diversos les impide adquirir la experiencia en una sola profesión que antes se conseguía con la estabilidad en el empleo.
Así, muchos viven durante bastante tiempo de las presuntas ayudas a la formación y ejercen de becarios en un sitio y otro, y a otros les ocurre lo mismo contrato tras contrato (basura, of course), pero becario y precario no son profesiones aunque sí estadios de la vida cada vez más largos. O parado (de larga duración, ¡vaya!).
En el otro extremo, los que quieren definirse por la profesión y rentabilizar la cualificación académica, los más preparados y afortunados se ven sometidos a un reciclaje permanente a base de masters, cursos, seminarios e idiomas, para mantenerse en la onda de los salarios altos, o medianamente altos, y los empleos estables.
Pero con todo ello, las desigualdades sociales, las diferencias de renta y de lugar en la jerarquía social (no sólo en el campo productivo) permanecen por debajo de las profesiones o de la carencia de ellas. Desde los años setenta hacia acá, en las sociedades avanzadas (EE.UU. Europa…), sociedades de clases medias, es donde las clases medias han perdido importancia social y poder adquisitivo; se han acentuado las diferencias entre los que tienen más y los que tienen menos y la polarización económica ha debilitado los estratos medio y bajo de las clases medias, caso notable en los EE.UU. La revolución conservadora y la aplicación práctica de las doctrinas neoliberales tenían ese objetivo. Y las medidas para salir de la recesión van a acentuar aún más las diferencias sociales. Lo cual no es casual.’’
José M. Roca
Sí, recuerdo ese comentario que comentas que dejé a uno de tus artículos. Era el tema de si obreros, trabajadores, empleados, asalariados o qué coños llamar a uno que vive de su salario cobrado, generalmente, por mensualidades, a través de la cuenta bancaria de su banco amigo.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con todo ese texto que pones en letra cursiva, y es que lo que pasa es que desde don Carlos a nuestros días han cambiado mucho las cosas en la "clase trabajadora". El Sr. Marx no imaginó que llegaría un día en que muchos asalariados en sus respectivas empresas, tuvieran adquiridas 10, 100 ó 1.000 acciones como accionistas. ¡Y ahora...? ¿Cómo llamamos
a esas personas?
¡Obreros noooooo, que sería como muy ofensivo! Capitalistas, accionistas, empresarios, empleadores..., ¡¡¡Noooo!!!, eso sería excesivo.
Yo creo que se está haciendo necesario y urgente el inventar una nueva palabra para esos que trabajan en la banca, en ACCIONA, en INDITEX, EL CORTE INGLÉS, etc., etc., etc., y al mismo tiempo tienen suscritas un puñadito de acciones de "su" empresa correspondiente. (Y algunos también en Tesoro Público y en otras empresas que se venden y se compran en Bolsa).
Así..., queeeeee..., pues eso.
Buena polémica es esta, mientras estaba preparando para publicarla el Sr. M. inició una parecida en 'Ciudadano público', así que me puse a elaborar algo rápido. Total tengo varios textos sobre el asunto que iré volcando.
ResponderEliminarEl tema de la propiedad de acciones o de la utilización de los ahorros en bonos, es relativamente nuevo, para mi no altera los parámetros de ser considerados lo que fueren, trabajadores u lo que sean. El capitalismo popular es un verdadero rollo, pero existe, aunque desde luego esas acciones son nada, 0, contra las de los accionistas de verdad, y todavía mas importante, no tienen ninguna capacidad de influir en la empresa, ni siquiera sindicandolas para conseguir representaciones altas.
Un gestor de una gran empresa, Botín, puede tener menos del 1% de acciones del Santander y son millones de ellas, imaginate el que tenga 100. Nada. Por otro lado los gestores, los que deciden, los que usan de las grandes empresas hoy no están vinculados al número de acciones que tienen en sus bolsillos. Claro esos gestores no son trabajadores. Los bancarios no son banqueros, lo determinante es tener la propiedad Y EL CONTROL sobre los medios de producción.
Una reflexión magnífica la que nos trae. Voy a continuar la lectura de los textos que me recomendó. ¡Hasta hoy la he postergado!
ResponderEliminarSaludos,