La Residencia Fátima, 1966/67/68/69
Llegué a trabajar al Banco Hipotecario el 1 de abril de 1.965, ya mayorcito con 17 años, en el límite del botonaje después de grandes esfuerzos de mis padres para presentarme. Ojo, ya tenía sobre mis espaldas 4 años de cotización a la SS y algunos mas de trabajos sin cotización.
Fueron años frontera en Madrid, la autentica y gran movida madrileña se produjo entonces y no cuando los músicos la pusieron su nombre. La etapa de la residencia ha sido una de las mas felices de mi vida. En aquel espacio de libertad, decenas de jóvenes provenientes de muchos pueblos españoles eran enviados por sus padres a Madrid en busca de trabajo y estudios imposibles en sus lugares de origen. Allí éramos mayoría bancarios y con obligación de estudiar, requisitos de estancia en aquellas residencias del Hogar del Empleado.
Coincidimos en nuestro trabajos aquellos jóvenes, con falangistas, ultras, carcas, meapilas y antiguos residentes poco mayores que muy poco tiempo antes promovidos por los curas se dedicaban a tirar piedras a los novios en la Casa Campo o en El Retiro, porque estaba prohibido besarse en la calle, o tiraban tinteros a los carteles de actrices despampanantes en la Gran Vía, (lo de Gilda fue mucho antes) o se perseguía todo grupo de individuos en las calles o bares (no se permitían grupos de 5 o 6), era lógico en cuanto te agrupabas y hablabas se rompían las costuras. Estaba prohibido casi todo, libros, pelis, teatros, músicas, escotes, ningún periódico podía publicar lo que quisiera, ni las radios dar noticias, era obligatorio pasar previamente por la censura. Existía ‘El Parte’ que era el noticiario oficial del Régimen obligatorio a retransmitir por todos…
La Residencia Fátima estaba entre la Avda. Portugal y el Paseo Extremadura, en la Puerta del Angel, con buena riada de autobuses que nos dejaban a las puertas de Exteriores, detrás de Sol. Por detrás tenía una zona ajardinada y a los lados casas de la Fundación, algunas de pisos y otras unifamiliares, decían que de los arquitectos, lo que para nosotros eran sueños futuros. Colindante por abajo, estaba el cuartel de aviación, donde entre otros hizo la mili Victor Manuel, quien acudió en alguna ocasión por la residencia, frente a la puerta teníamos unos bancos con arbolada detrás, semillero nocturno para charlar y mirar a 2 vecinas que vivían sobre nuestras ventanas.
Cruzando la Avda. Portugal entrabas a la Casa Campo, funcionaba el metro de ‘El Lago’, suburbano, línea de finalidad militar para introducir el ejército asentado en Campamento directamente al centro de la capital, era utilizada por el público en general de las zonas de Campamento, Batán y Aluche y poco después por la expansión que comenzaría en Alcorcón y Móstoles con aluviones de emigrante a la capital. Durante el franquismo los cuarteles militares estaban en las ciudades o cercanos porque el ejército tenía como principal misión combatir al propio pueblo español, no tenía previstos ataques exteriores sino interiores.
La residencia contaba con servicios comunes, wc y duchas, cocinas, lavandería, comedores, zonas de estudio, además de las habitaciones, donde vivíamos montones de chicos, varias decenas de jóvenes, en habitaciones con literas, de 4 o 6, y alguna de 2 como la mía que compartía con mi entrañable Herme, de Peñaranda. Estaban Ismael pelayense, Isidro, escribió un libro sobre CCOO de Toledo, los Ongay salmantinos, los Carlos, el mayor currito y el joven que murió pronto, Abelico navarro, Arturo riojano, Narciso, Fernando, Eulogio, Julio, Vilches, Manolillo, y otro Fernando y Luis, ligeramente mayores y maravillosos jefeamigos, y Juan amigo que vivía al lado. Claro que recuerdo sus apellidos.
Cuando escuchaba, hace poco, el famoso proyecto socialista de pisos de 35 metros que tanto ridiculizó la derecha recordaba lo bien que se puede vivir con menos metros, que los colegios mayores y muchas instituciones juveniles cuentan con habitaciones menores, que en capitales europeas viven en contenedores habilitados como pisos y que en definitiva es una muy buena solución para millones de jóvenes que solo requiere tener alguna zona común para servicios cercanos, de lavandería, estudio, quizás cocina.
Por allí pasaban religiosos cooperantes a darnos charlas sobre su trabajo en India y Sudamérica. Eran tiempos de curas guerrilleros como Camilo Torres, del obispo Helder Cámara, antes de los de El Salvador, eran los gérmenes del Concilio Vaticano II. Su mayor insistencia, la de los jesuitas cooperantes, ante nuestra avalancha de ayuda juvenil era decirnos que solo sería posible aceptar a profesionales hechos y derechos, sobre todo en India, eran necesarios ingenieros, arquitectos, gentes con altos conocimientos y no solo con ímpetu.
A finales de los sesenta las nuevas camadas de residentes, de curas progres, estudiantes y curritos, de gentes todas empezaban a cambiar Madrid. Mientras la Madrid oprimida, pesada y gris, dormitaba, las universidades y colegios mayores, las residencias de estudiantes eran espacios para agruparse y hablar con mayor libertad que en los trabajos donde empezaban a hablar grupos a la entrada y salida pero siempre con mayor dificultad. Por las noches teníamos actividades, cantautores, charlas, recuerdo aquel cantante que cantó por primera vez aquello de ‘’yo quiero que me entierren como al revolucionario, envuelto en banderas rojas y con el fusil al lado’’.
Aquel lugar se convirtió poco después en un nido de rojos de todos los tintes, del que salimos gentes para Octubre, PCE(m-l), ORT, PCE(i), Ligas, PCE, CCOO y todo un conjunto de siglas de entonces.
Isidro, escribió un libro sobre CCOO de Toledo
ResponderEliminarMe gustaría saber el apellido del tal Isidro; quizá le conozca personalmente.
Salú
Isidro Sánchez. Publicó hace muchos años un libro sobre las CCOO en Toledo. Se salió del casco histórico a vivir por las afueras.
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