Termino publicando la última parte del escrito de la polémica mantenida por Roca.Supongo que no no habrá qwue insistir demasiado en que son sus opiniones,no las mías, algunas de las cuales son coincidentes y otras no, pero eso sí abren puntos de vista sobre el tema.
Las clases sociales no han desaparecido, pero se han transformado. Por lo que a España respecta, el numeroso proletariado industrial, al que aludes, resultado inevitable del desarrollo de los años sesenta, se ha transformado, en gran parte, en el extenso colectivo de los trabajadores de servicios. Lo anticuado es dirigir a estos trabajadores dispersos el mensaje con los mismos objetivos que a los trabajadores concentrados en fábricas, cuyas condiciones de trabajo son muy diferentes, pero ¿es que los trabajadores de servicios son propietarios de las empresas donde trabajan? Evidentemente, no. Y están afectados, igual que los obreros industriales, por el marco jurídico general que prescribe las relaciones entre el capital y el trabajo y por las decisiones de sus patronos referidas a las condiciones laborales de empleo, salarios, contratos, horario, paro, etc.
Es decir, en sus condiciones de vida y de trabajo están sometidos a las decisiones del capital en su conjunto, tanto desde el punto de vista de la producción como del consumo. Lo que la izquierda tiene que hacer es adecuar también su mensaje, su estrategia, a estos trabajadores, pero no asimilar sus intereses con los de sus empleadores. La dificultad reside en convertir a los trabajadores como clase objetiva, sociológicamente definida, en clase política, subjetiva. O como expresaba Marx, hacer de los trabajadores una clase para sí, una clase que luche por sus necesidades, aspiraciones e intereses, como no deja de hacerlo la burguesía, las burguesías.
El primer obstáculo está en hacer visibles esas diferencias sociales; ahora la recesión económica lo hace más fácil y muestra que los ricos siguen luchando contra los pobres y la clase media. No es menor la dificultad derivada de la noción que los trabajadores tengan de sí mismos como colectivo, facilitada, en parte, por los procedimientos demoscópicos utilizados. En la mayoría de las encuestas no se suele preguntar al encuestado si se considera trabajador por cuenta ajena (nunca proletario), empresario, profesional liberal, autónomo o rentista, sino si pertenece a la clase alta, media o baja, y la respuesta de la mayoría de los trabajadores es que pertenecen a la clase media.
La pregunta contiene un sesgo asentado en prejuicios sociales. Para mucha gente que trabaja, la clase alta es fácil de identificar: los ricos, los políticos, los jefes, los empresarios, los millonarios, los pijos, etc.; es una clase denostada. Y la clase baja (término peyorativo), también: los mendigos, los gitanos, los inmigrantes, etc. Lo más fácil es identificarse como clase media, y si la encuesta pregunta con qué estrato -alto, medio o bajo de la clase media- la tónica de la respuesta sigue siendo mayoritariamente la de estrato medio de la clase media.
Esta percepción es la dominante, la que impregna el discurso de los políticos y de los periodistas, pero está ocultando grandes diferencias sociales y con ello, sacando de la discusión pública asuntos que afectan a las clases subalternas. Los mensajes de los políticos, de los diarios, de los informativos de radio y tv aluden a los problemas de la idealizada clase media, lo cual viene facilitado además por los promedios de los estudios estadísticos (el consumidor medio, el ciudadano medio, el votante medio, el contribuyente medio, la mujer media, el hombre medio, el joven medio, etc, etc).
No quiero alargarme mucho, pero quiero referirme a la globalización. Dices: si bien coincido con las propuestas de actuación que planteas, no veo que tienen que ver con la idea de lucha de clases. Porque ahora, esa confrontación es más bien con la estructura, con el aparato administrativo-político globalizado, dirigido y canalizado por grupos de intereses fuertes y con una posición dominante, que lo que esta produciendo es una disminución generalizada del nivel de vida.
Alto ahí. No existe tal confrontación con el aparato político administrativo globalizado. Existen dispersas luchas locales de resistencia contra empresas y órganos locales y/o nacionales, no una confrontación impulsada desde uno o varios órganos que representen las necesidades o intereses de las víctimas de la globalización (capitalista).
El movimiento antiglobalización lo intentó, pero ahí quedó. La huelga general no se convoca contra la Casa Blanca o Downing Street, contra Wall Street, contra el G-8, Davos o el G-20, más que de modo indirecto, sino como protesta ante las medidas adoptadas por los ministros de economía de la Unión Europea, y en el caso de España, por el Gobierno de Zapatero.
Y para señalar, no sólo a nivel internacional, sino a nivel nacional, local, la oposición de intereses entre los trabajadores y los empresarios. Es una huelga cuyo resultado se va a decidir en cada empresa, en cada fábrica, en cada polígono industrial. El resultado general va a depender de sumar muchos, muchísimos pequeños esfuerzos, pero no se ha convocado una huelga general contra el aparato político-administrativo global (suponiendo que haya uno). Estamos bastante lejos de eso.
José M. Roca
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