Unos notas a vuela pluma sobre el norte de África.
Estas revueltas tuvieron un cercano precedente en los años 90, especialmente en Argelia, en los llamados motines de la sémola, que fueron respuestas populares al hambre. Dieron paso a una violencia inusitada, casi una guerra civil entre los islamistas de GIA y el ejército, que culminaron en un refuerzo de la dictadura del FLN.
Lo que ocurre ahora en Egipto, con sus peculiaridades, es semejante a aquello y a la reciente revuelta de Túnez en lo que tienen de respuesta popular: son países parecidos por la cultura, el idioma, la religión, el origen poscolonial y por una base social empobrecida, con millones de jóvenes sin trabajo ni futuro, y por unos gobiernos corrompidos apoyados en la fuerza.
Egipto está menos influido por la cultura occidental, especialmente francesa, que Túnez; Egipto es más islámico. Es el lugar de origen de Hasán Al Banna (1906-1949), fundador de los Hermanos Musulmanes, y de Sayed Qutb (1906-1966), fusilado por Nasser, cuyo hermano fue maestro de Osama Ben Laden.
Como revueltas contra poderes despóticos, tanto la tunecina, que parece que por ahora tiene una salida pacífica, como la egipcia, son justas, pero no puedo dejar de pensar en que es posible una deriva hacia el islamismo integrista, en particular si en Egipto Mubarak no cede y se reprime la movilización popular de forma sangrienta, lo cual puede radicalizar las protestas y dar alas a los seguidores de la yihad, cuya influencia social se desconoce; aunque no son lo mismo, se calcula, ignoro con qué fundamento, que los Hermanos Musulmanes pueden aglutinar a cerca del 15% de la población en edad de votar, pero esa influencia puede multiplicarse rápidamente si se agrava el conflicto.
Es una lástima, porque parecía que podría haber una salida ‘a la portuguesa’, con el ejército apoyando al pueblo para desmontar la dictadura, pero la cosa empieza a apuntar a una solución ‘a la turca’.
En estas circunstancias, me parece que podría ser de gran utilidad una postura más clara por parte de occidente, de la Unión Europea y sobre todo de EE.UU., apoyando la movilización popular, que es pacífica, reclama derechos civiles y un funcionamiento más democrático, lo cual es inobjetable desde el punto de vista de los principios occidentales, y exigiendo a las corruptas élites dirigentes, y sobre todo a Mubarak, que abandone el poder, a ser posible sin vaciar la caja, para facilitar un proceso constituyente.
Me parecería un error, que desde Europa y EE.UU, y especialmente desde los gobiernos, se antepusieran los intereses comerciales y estratégicos a los principios que, en teoría, configuran nuestras sociedades y que las gentes de esos países ahora se esfuerzan en instaurar. Tal como sucedió en Irán, con el apoyo al shá, el apoyo a estos dictadores del norte de África puede ser un elemento más de distancia respecto a Occidente, exhibido, con razón, por quienes rechazan de plano la civilización occidental, como una civilización corrupta.
Una dudosa lógica política ha llevado a EE.UU., que están lejos, a apoyar regímenes dictatoriales en el norte de África, pretendiendo que hagan de gendarmes frente al avance del islamismo. Pero me parece que es al contrario: lo que hacen es favorecer su expansión. De eso, del tablero en el intervienen otros jugadores, además de EE.UU. y Egipto, como son Israel –la causa de Palestina está ahí-, Arabia, que financia el wahabismo de los sunnitas, y naturalmente Irán, hablaremos otro día.
José M. Roca
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