Sobre el asunto de las revueltas norteafricanas, publica El País un artículo de Slavoj Zizek, el día 3, en el que afirma que el auge del islamismo es un efecto de la desaparición de la izquierda laica. Así, a grandes rasgos, es cierto: ambos representan lo blanco y lo negro, la recíproca exclusión, pero el tema requiere un poco de detenimiento, porque la cosa es más compleja y la situación no es la misma en todos los países musulmanes.
En algunos lugares, el auge islamista es el efecto de una derrota militar de la izquierda, cualquiera que sea esta. Zizek habla de Afganistán, y ahí la derrota y retirada de las tropas rusas en 1979 significó el fin de la izquierda y del laicismo que hubiera. La estrategia de EE.UU. en Afganistán formaba parte de la lucha contra la expansión del comunismo y del enfrentamiento indirecto con la URSS, y en consecuencia alentaron unas fuerzas islamistas con tal de que fueran anticomunistas.
Una década más tarde, caía el muro de Berlín y se preparaba el fin de la URSS, pero la serpiente afgana había puesto los huevos, como pronto se pudo comprobar.
En Irán, en la lucha contra la dictadura del shá (de Persia) había fuerzas populares de diverso tipo, pero la llamada revolución iraní -si es que puede llamarse así a un cambio dirigido por curas del tipo que sean- tomó pronto un signo preocupante. El Tudéh, el partido comunista, fue declarado fuera de la ley y perseguido con saña por las tropas de los ulemas, lo mismo que los Mujahidin el Jalq, de ideología marxista leninista. La república islámica se levantó sobre la derrota de la izquierda y la persecución implacable del laicismo en cualquiera de sus vertientes.
En Palestina había diversos partidos de izquierda, naturalmente peleados entre sí, que facilitaron la labor de los israelíes, de los jordanos y de los libaneses. La impotencia de la izquierda (junto a la corrupción del gobierno de Arafat) ante los sucesivos fracasos de las negociaciones de un irreductible Israel, facilitaron el paso a los islamistas de Hezboláh y de Hamás.
En el norte de África, el islamismo aparece como el último cartucho ante el fracaso de las expectativas suscitadas por la descolonización. ¿Qué fue del panarabismo? ¿Qué fue del socialismo árabe? ¿De la OUA?
Los frentes de liberación nacional degeneraron en gobiernos corruptos apoyados en el ejército e insensibles a las necesidades de la población. O en golpes militares, como el de Bumedian en Argelia, o de Nasser, entre otros, que aún inclinado hacia la izquierda y hacia la URSS no dejó de perseguir a los comunistas. Lo que vino luego fue peor. Egipto fue manejado según los intereses de EE.UU. e Israel en la zona. Y en esas estamos. Así no es de extrañar que mucha gente ponga sus esperanzas de mejorar su triste condición en la llegada de los islamistas al poder. Y quizá sea otra etapa que esos pueblos tengan que pasar, aunque no sería lo mejor que pudiera ocurrirles.
José M. Roca
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