lunes, 13 de diciembre de 2010
Y las malditas cajas no se hundían, 1974
Las batallitas del abuelo Cebolleta, 1974
La suerte es un aliado, para todo en la vida. Por supuesto hay que buscarla y la seguridad en lo que haces, la ausencia de nervios e ir bien maqueado, proyecta una buena imagen en los otros, suficiente para que la policía no desconfíe ni sospeche, lo cual facilita que unos grises te ayuden a cargar grandes cajas de mudanza, repletas de propaganda subversiva, roja, con Franco todavía en El Pardo, ello implicaba que si te pillaban empezarías a vivir grandes males.
Era el año 1.974 y teníamos que trasladar un almacén de propaganda clandestina a otro lugar. Habíamos tentado mucho a la suerte al ubicarlo en un bloque de apartamentos en el barrio de Canillas, no lejos de la academia de la policía armada.
En dicho bloque vivían muchos de los grises de la academia, lo que era un riesgo pero a la vez aumentaba de alguna forma el camuflaje. Quien iba a imaginar que allí compartíamos piso los polis y los rojos.
Aquello no lo inventamos nosotros ya existían libros que hacían referencias a esas tácticas de camuflaje, como cuenta Gilles Perrault en ‘La orquesta roja’, que sucedía con la red de espionaje comunista, dirigida por Leopold Domb Trepper, enmascarada en una agencia de importación, y la Gestapo, que llegaron a estar puerta con puerta.
El caso es que Gil y yo, teníamos que vaciar aquel depósito y como de costumbre deshacernos de las sobras que eran unas cuantas cajas. Todavía no había puesto en marcha mi chimenea para quemarlas, lo cual supuso un alivio. Cargamos las cajas con panfletos sobrantes, documentos de discusión, ponencias, revistas sobrantes de los primeros números de Manifiesto y Nuestra Clase, y un buen montón de documentos internos, los más peligrosos por los datos que contienen, material que se va acumulando en la vida clandestina.
Cuando tuvimos varias cajas preparadas para tirar, las sacamos al pasillo para bajarlas y cargarlas en el Simca 1.200. Las cajas estaban en el suelo del rellano de la escalera, llamamos al ascensor, éste llegó y abrimos. ¡Sorpresa! ¡dos grises estaban en él!.
Salieron, y en un chispazo pudo ocurrir de todo. Naturalmente ellos no podían imaginar nada sospechoso. Nosotros, con la buena pinta que teníamos, estábamos explotando por dentro, pero seguros y a la tarea, mientras uno sujetaba la puerta el otro empujaba una de aquellas pesadas cajas acercándola al ascensor.
Viendo nuestro apuro, aquellos ‘grises’, jóvenes y fuertes, nos echaron una mano para meterlas en el ascensor.
Mientras cargamos aquellas cajas de propaganda subversiva en el coche, nos fuimos calmando un poco. De allí salimos para tirarlas, ahora se trataba de no llevarlas a basureros porque era preferible no dejar papeles con datos que pudieran servir de pistas a la poli, así que había que destruirlas, por lo que pensamos llevarlas a un río y hundirlas.
Era tarde noche, llegamos al puente del Henares y desde allí imprudentemente, sin más, tiramos una caja al río. Hizo un ruido espantoso al caer al agua, pero, ¡la maldita caja no se hundió!, empezó a navegar, flotando río abajo.
Los nervios afloraron porque lo que estábamos haciendo era peligroso, llamaba mucho la atención, cualquiera que nos viera podría pensar que tirábamos un cadáver. Rápidamente apuñalamos las siguientes cajas con un destornillador y ya medio se hundían, así que tiramos todas. Y salimos pitando para no tentar mas a la suerte, ya lo haríamos en otras ocasiones, ese día habíamos cubierto el cupo.
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Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
ResponderEliminarde gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.
Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.
(Fragmento de la canción Papá cuéntame otra vez perteneciente al disco: Atrapados en azul de 1995 Letra: Daniel Serrano / Música: Ismael Serrano).
video de la canción de Ismael Serrano PAPÁ CUÉNTAME OTRA VEZ (Me lo ha recordado tu artículo de hoy).
Jo, tiene nostalgia, claro. Pero también recuerdo de otros tiempos en los que no podías decir, ni hacer sin que pusieras en peligro tu integridad, quizás esos recuerdos permitan valorar estos. Y desde la valoración actual de positivo, empezar a cambiar todo lo que no gusta, y a resolver problemas, pero sin esperar a una pretendida revolución para que algo cambie, que nosotros no veríamos. Y me temo que los demás tampoco.
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