Llevo varios días publicando información sobre el sector industrial español y su devenir, número de empresas y obreros, tamaños de las mismas, cifras de exportaciones e importaciones, radicación autonómica y relaciones con otras comunidades, capacidad de generar valor añadido, peso en el entramado económico español, etc., el motivo tiene que ver con las polémicas mantenidas semanas atrás sobre el tema que aquí llamaba ‘clases, obreros, sujetos políticos’.
La cuestión desarrollada por este y algunos blogs citados aquí, (por cercanos) también inquieta y está alimentado por centenares de otros no citados, y como siempre hay de todo, desde quienes mantienen una posición sin explicar por qué, hasta quienes dicen algo partiendo de un supuesto que sucede, sin demostrar que existe el hecho de partida.
Bajo el punto de vista de que una idea no se vence por la fuerza, sino que se combate con otras ideas, a las mías para que triunfen pretendo arroparlas lo mejor que pueda y dentro de las limitaciones que imponen estos medios, una de las cuales es no alargarse demasiado de un folio, lo cual me obliga a reincidir otros días en aspectos vinculados, y a ser posibles soportados en datos estadísticos oficiales, por lo que mi afición a la pintura me lleva a utilizar el símil de pintar un cuadro, miles de pinceladas de distintos colores y mezclas para configurar las imágenes que determinen las ideas.
Cuatro pinceladas no hacen un cuadro impresionista. La impresión del sol naciente, la dan múltiples pinceladas que se tocan, con pinceles diversos y espátulas, manchas que se superponen e incluso a veces se tapan, formando volúmenes, tonos distintos, contornos que se delimitan con cientos de pinceladas. Con miles de ellas, podremos hacernos a la idea de que lo que vemos está en movimiento o la luz se mueve a su alrededor, pero desde luego con cuatro pinceladas muy poco de la realidad conseguimos reflejar.
Este vicio de la red, pretender dar por sentado cuestiones complejas con pocas frases, es consustancial a las prisas de la sociedad moderna, a la vaguería intelectual española, a la propia tecnología propiciatoria de la comunicación en pocos caracteres, a la superficialidad de la época que destaca sobremanera los brillos flashes y eslóganes sobre los argumentos, y por supuesto a la banalización de los temas y de los conflictos de la vida. ‘Que mas da…Todo es lo mismo…’
En pocos días he podido leer dos o tres cosas que remueven el intelecto. En un blog, del lateral izquierdo, he visto un cuadro sobre el peso de las rentas salariales en el conjunto de la Renta Nacional, que arrancaba desde el franquismo y mostraba como había ido cayendo hasta hoy. Lo cual implicaba decir que los obreros, los trabajadores, los asalariados, en el franquismo vivían mejor que en los años 80, o 90 o hace 10 años. Algo que no decía el autor, que solo se refería a la pérdida de peso salarial de estos últimos años.
Acabo de leer la frase ‘La historia de unos tipos que cambiaron el mundo’, referida a la película sobre Facebook, en portada de un extra de ocio de El País, una frase que se cuela profundamente, sobre todo porque regala miel a los que les gusta el dulce. Pero profundamente discutible y superficial.
Los tipos que cambiaron el mundo fueron los obreros revolucionarios y sindicalistas, anarquistas, socialistas y comunistas, del siglo XIX, que con sus luchas terminaron con una época y consiguieron alumbrar otra, que con sus defectos, está a años luz de aquellas otras donde campesinos y trabajadores eran tratados como animales, sin derechos, sin salud, sin educación, sin comida, sin alojamientos, sin agua, sin electricidad…
Bien, son otras polémicas diferentes a la citada al comienzo, la pérdida del poder de las rentas salariales y los cambios sociales profundos, pero muestran también la necesidad de afrontar los debates apoyándolos no solo en una opinión manifestada en uno o dos post.
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