Se equivocarían si pensaran que las
ideas anteriores están solamente en la ultraderecha, tan de moda ahora, o en
grandes sectores de la derecha; también están presentes en el
catalano-fascismo, los independentistas, y en sectores de antiguos votantes de
izquierdas, están en los autócratas húngaros de Orbán y su grupo/movimiento 'Fidesz', y en los
polacos de Kaczynsky de ‘Ley y Justicia’, en los populistas italianos y
franceses, en los brexiter, la extrema derecha holandesa y alemana y austríaca
y belga y finlandesa… y por supuesto no olviden a los Putin, Bolsonaro, Trump, Maduro,
Erdogán…
Sin duda es más fácil destruir que
construir, así mientras los problemas reales se van acumulando sin solución, ya
que nadie tiene mayoría suficiente las mejoras requieren obligatoriamente
pactos, mientras en el ambiente aumenta una dinámica de lucha enfrentada entre
unos y otros que cuestionan el edificio completo, lo hacen porque el sistema no
tiene totalmente su estilo decorativo, el sistema no está todo él creado a su
imagen y semejanza, el sistema admite interpretaciones distintas de grupos
diferentes que conviven dentro de él a pesar de todo.
Ahora estamos volviendo a oír ideas fascistas similares a las de los años
20 y 30, que llaman la atención escuchadas a los de enfrente, pero no a los de
al lado, -racismo, xenofobia, supremacismo son la base del independentismo
catalán y vasco en circulación desde hace años sin discutirlas-. Los
anti-ilustrados, de aquí y de allá, pretenden recuperar pasados gloriosos que
nunca existieron, pero al nacer ahora como nuevo régimen o nación, lo harían
inmaculados lo cual dota a sus fieles de moral superior para aguantar la
historia de cada cual.
Conviene
mirar y preguntarse como Joaquín
Estefanía: Democracia ¿alguien tiene algo mejor? Entender que la democracia tiene
enemigos es un paso necesario para realizar activismo social sin orejeras: ‘’Una información exhaustiva publicada
el pasado día 8 en el diario francés Le Monde (“Cómo millonarios americanos intentan desestabilizar Europa”)
muestra que los problemas del Viejo Continente no son sólo endógenos o causados
por la interferencia tecnológica de la Rusia de Putin. No se trata sólo de Steve Bannon, el antiguo estratega de Trump,
instalado en Roma (“¿Se entiende cómo cambiará la vida con un Parlamento
Europeo con Orbán, Salvini y Le Penliderando los mayores partidos?”, decía,
probablemente eufórico, en EL PAÍS el 25 de marzo pasado), sino de una serie de empresarios
estadounidenses, algunos de los principales financiadores de la campaña
presidencial de Trump, que utilizan también su dinero para influir en Europa (a
favor de los chalecos amarillos, en
contra de la emigración y de la propia Bruselas). Entre ellos está Robert
Mercer, copresidente del fondo de alto riesgo Renaissance Technologies, que
financió en su momento el sitio digital Breitbart News, desde el que Bannon se
hizo famoso defendiendo posiciones de populismo extremo y favoreciendo la
llamada derecha alternativa (alt-right). Mercier
ha creado el instituto de pensamiento Gatestone, cuyo radio de acción es
europeo. Le Monde cita
otros abundantes ejemplos.
Atentos a estas campañas, explícitas o
subliminales, de desestabilización del proyecto europeo, una de las pocas
utopías factibles que quedan, pese a sus muchos sus defectos. No hay vacunas
que nos protejan ni nada mejor que defender en el horizonte. ’’
El cuadro de arriba y el del anterior post, proceden de la publicación de V-Dem que ven a la izquierda.
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