Existen diferentes
niveles de compromiso militante
‘’Militancia
que significa una dedicación mayor a la Organización, interviniendo sobre la
contradicción entre la vida privada y la vida política, entre el trabajo
profesional y el trabajo político, y poniendo la política por delante en todos
los aspectos del entorno que nos rodea. La militancia es también una mayor
profesionalización, una lucha constante contra los métodos artesanales, contra
los errores de aficionados en los terrenos de la seguridad, del funcionamiento
orgánico y de la práctica organizada. ’’ ‘1974. Sobre la trayectoria de la
Organización. Octubre’.
[1]
Un motivo de diversidad en los datos se produce cuando las cifras de militancia
cuantifican realidades diferentes. ¿A quienes nos referimos cuando utilizamos
el concepto de militante? Hay cuadros militantes
en la mayoría de los partidos con similares grados de compromiso, sus vidas
giran en torno al partido y su utopía, pero éstos se encuentran acompañados de
otros muchos individuos con niveles distintos de compromiso. Un militante
revolucionario, deberíamos entenderlo como quien se mantenía establemente
activo y sometido a disciplina orgánica durante años, desarrollando proyectos
políticos, dedicado a organizar y movilizar a otras personas, participando en
acciones de agitación y propaganda, contribuyendo económicamente, dedicando
esfuerzos al estudio y formación, disponible para la organización en todo momento.
En el párrafo de arriba tomado de un documento de 1974 del grupo
marxista leninista, Octubre, -posteriormente llamado Unión ML, luego UCCO-
podemos ver el criterio de compromiso y exigencia que entrelazaba vida política
y vida privada en la que intervenía aquella organización en la que se militaba;
esas ideas sobre el compromiso militante eran comunes en muchos sectores de la
izquierda radical., lo cual reducía bastante el número de militantes que
aceptaban tal grado de intervención orgánica sobre sus vidas. A finales de los
setenta ese criterio con fuerte sentido dirigista sobre la militancia se va
descomponiendo con los aires de la democracia y el impulso de las libertades
individuales, e influye en los traspasos de militancia desde la radicalidad
hacia socialismo, ecologismo, etc.
‘La
actividad política anti-franquista era clandestina y solo llegaba a una pequeña
parte de la población’, escriben Fullá y Puig. ‘Clases sociales y partidos
políticos en la transición española a la monarquía parlamentaria’. Ferrán Fullá
y Antonio Puig. Rebelión.
En los setenta, supongamos un partido que pudiera movilizar en torno
suyo, a 3.000 activistas, incluso con cierta estabilidad, -cercanos, afiliados,
colaboradores…-, eso podían lograrlo 500 cuadros militantes, organizados establemente,
la tendencia será contar por encima la totalidad. La huelga en una fábrica
durante semanas, requería compromiso y organización: movilizados miles de
obreros, en asambleas formaban grupos de agitación, apoyo económico, seguridad,
información a mass media, de
relaciones…, decenas de obreros formaban comités, no coincidentes con los
sindicados, -en ocasiones se rompían carnets de CCOO y UGT por frenar la lucha-,
los niveles de dureza, organización y compromiso podían ser altísimos. Pero,
¿Cuánto duraba esa organización y compromiso?… En la fábrica podían trabajar
inicialmente apenas una veintena de militantes de diversos partidos de extrema
izquierda ¿Quiénes y cuantos sumaban cifras como si se tratara de su exclusiva influencia
en revistas e informes?
A los pocos meses de terminar la lucha, los militantes de extrema
izquierda que inicialmente trabajaban allí seguían siendo los mismos. Esta es
una constante de las luchas de los setenta, en fábricas grandes o empresas
pequeñas, bancos o textil, comercio o metal, grandes movilizaciones por las
necesidades inmediatas. Luchar contra un despido, ponía en marcha un abanico de
formas de lucha, legales e ilegales, en muchas ocasiones se ganaba, pero los
readmitidos no se incorporaban a la radicalidad, quizás te acompañaban unos
meses, dejando de relacionarse al poco tiempo, después se afiliaban a CCOO, que
no aparecieron para lograr su readmisión. CCOO en 1978 tiene 1.824.000 afiliados, cayó a 390.000, poco
después en 1981.
Se podía ser agitador, de palabra y comportamiento vital, repartir
panfletos, revistas, realizar pintadas, pegar carteles, en la calle, o también
en el trabajo, participar en saltos, -cortar las calles y agitar-, o
posteriormente acudir invitado a la manifestación del 1º de mayo. No era lo
mismo asistir a una charla, o varias, que acudir a encierros o guardas en las
puertas de fábricas durante ocupaciones, participar en las acciones de
solidaridad a fábricas en lucha podía hacerse vendiendo cosas para lograr apoyo
económico y difundiendo sus luchas con hojas y revistas o realizando asambleas
y reuniones. No era igual hacerlo un día, o de vez en cuando, que durante años.
Muchas cifras facilitadas para cuantificar no distinguen al militante que
tuviera estabilidad organizativa, sometido a disciplina, del activista
ocasional.
Mucha gente luchaba sin que su nivel pudiera considerarse de cuadro
militante, colaboraba sin acudir a acciones de calle, o prestaba casas para
reunirse, o guardar materiales y personas, contribuía económicamente, algo
vital para funcionar… Unos pintaban en sus casas carteles o gráficos para
propaganda y agitación, otros creaban objetos susceptibles de venta, algunos
transportaban o compraban materiales necesarios, otros vendían prendas,
manualidades, libros…
Organizar implicaba asignar tareas, todas importantes, el cuadro
militante sumaba gente a la causa, un cuadro tendría a su alrededor un nutrido
grupo de colaboradores, además de militantes
y activistas con distintos niveles de organización y compromiso. Contar diez o
veinte, puede entenderse, diferenciando niveles, seguro que considerar militantes revolucionarios la cifra mayor llevará
a profundos errores de análisis. Hubo grandes movilizaciones callejeras de
pocos días, períodos de luchas de un curso, reivindicaciones concretas en
barrios y huelgas en fábricas que duraron meses, y hubo trabajo estable de
varios años en todos los frentes, organizando y peleando, gente que un tiempo
militó en un partido y después en otro, individuos que lucharon durante varios
años, pero esta militancia siempre fue reducida, fueron pequeños núcleos de
personas en relación al conjunto de la población, y nunca pudieron derribar al
franquismo, hasta después de la muerte del dictador.
Guste o no, la -por todos los conceptos- ascendente
clase media española no se movilizó de forma masiva contra el franquismo, …/….
Pero si los estudios sociológicos que ya entonces comenzaban a prodigarse no
engañan, entonces podría aventurarse una razón complementaria: las nuevas
generaciones de españoles situaban el orden como un valor político del mismo
rango, o superior, que la libertad; se era demócrata siempre que serlo no
implicara un desorden generalizado. Ahora bien, una revolución es, por
definición, el mayor desorden… Santos Juliá [2].
[2] Juliá, Santos: ‘Triunfo en su época. VVAA’. Alicia Alted y Paul
Aubert, editores. Ediciones Pléyades.
1995. Páginas 34,35.
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