La mezcla de problemas generales
globalizadores, con la cuestión nacional aumenta el galimatías reinante, destroza
sectores de las izquierdas que se apuntan a la movilización secesionista para
no sentirse aislados. La confusión se instala entre los votantes, gran cantidad
de las bases socialistas no apoyan la cuestión federal, -cual, de qué forma…- tampoco
muchas bases peperas apoyan la España
autonómica. No es sencillo encontrar pactos/consensos que resuelvan los
problemas al gusto de amplias mayorías, los que aceptan unos aspectos de su
partido, rechazan otros, y en la experiencia española las discusiones siempre
fueron mayoritariamente dicotómicas, contigo o contra ti, lo cual encaja muy
mal con la búsqueda de caminos para este primer tercio del siglo XXI.
A
la dificultad de encontrar soluciones, sumen la necesaria diferencia de
coincidir en los plazos adecuados, a veces la mejor requiere largo plazo,
pero el problema necesita tomar medidas a corto plazo, y no necesariamente coinciden
en la misma dirección; contradicción entre estrategia y táctica, los medios
pueden estar alejados de los fines. La complejidad de los problemas está en
gran parte de las broncas socialistas y podemistas, y por supuesto en las más
silenciosas peperas, que rápidamente tendrán que tomar nuevas posiciones ante
las ideas de Aznar, las inmovilistas de Rajoy, o incluso las más posibilistas
de Margallo. Por ejemplo, la cuestión hoy respecto a Cataluña, no es si se debe
votar o no, sino ¿qué votar, en qué condiciones y cuando? Y no duden que estas
cuestiones no están resueltas ni en el PSOE ni en Podemos, ni en el PP ni en el
resto.
… Las elecciones autonómicas, fueron convocadas por primera vez
por los partidos independentistas como un plebiscito por la independencia. Sus
resultados arrojaron un número de votos poco inferior al 50% a favor de dichos
partidos independentistas y un número de votos ligeramente superior al 50% a
los partidos contrarios a la autodeterminación, cuyo resultado llevó a la CUP a
declarar públicamente que el plebiscito se había perdido. No obstante, los
votos traducidos en escaños, obviando el carácter plebiscitario de la consulta,
arrojaron una mayor representación parlamentaria de candidatos
independentistas, merced a lo cual se produjo la declaración de independencia.
La declaración de independencia realizada por la Presidenta del
Parlament, está apoyada por los representantes de 1.628.714 de votantes a
JuntxSí, mas los representantes de 337.794 votantes de la CUP, en total
sumarían 1.966.508 de votos ciudadanos sobre un censo electoral de 5.510.853 de
catalanes con derecho a voto. Los votos que arropan la declaración de independencia
representan un 35.68% del cuerpo electoral catalán. Este es el problema hoy, a
esto es a lo que se debería responder, ¿aceptar, o no? como criterio
constitucional que la secesión de un territorio sea posible con un 36% de
votantes. El debate sobre el derecho
a decidir sigue abierto en la sociedad española.
Si no les basta con lo anterior para
explicarse la situación actual, sumen la tradición histórica de broncas entre
las izquierdas y el caudal de escisiones que provocaron, por supuesto todas lo
hacían en pos de la unidad. -Durante los ’70 antifranquistas era sencillo ver
al menos un centenar de títulos de publicaciones o nombres de partidos con la
inclusión de términos como unión o unidad-. Además la situación que vivimos es
apoyada por la estructura competitiva de la sociedad, -y la dicotomía española
en las discusiones conducente a elegir entre amigo/enemigo-, se expande por los
partidos y potencia disputas intensas por el poder, que los medios utilizan
como espectáculo.
Así que mejor no sorprenderse
demasiado por el golpe de estado dentro del PSOE, en el que manda una Gestora,
que al margen de que su presidente sea bueno, malo o regular, se supone debería
convocar un Congreso para discutir y encontrar salidas colectivas, consensuar
políticas de medio plazo que permitieran diseñar un proyecto a ofrecer a
millones de españoles, y no lo hace por temor a que la bronca no encuentre
salidas aceptables para élites poderosas. Gestora que no eligieron los
militantes, pero que no quiere dejar el poder que le ha otorgado un sector de
las élites hasta no determinar las líneas políticas que marquen el futuro del
partido, pretenden dejar atados acuerdos con PP y C’s que determinen el camino
del PSOE a medio plazo, lo cual parece lógico decidieran los militantes para
facilitar la renovación del contrato social con la ciudadanía.
En el lado de Podemos, está claro
que fueron muy deprisa y parte del público perdió la perspectiva de lo
dificilísimo que era unir docenas de grupos con diferente historia y práctica
política. Unir miles de activistas de muy diverso tipo a la contra, del PP y de
los daños de la crisis, era más sencillo que coincidir en proyectos de futuro.
Los debates internos no están muy alejados de antaño, definir proyectos comunes
y luchas de poder, of course, en gran
parte aliñadas con ingredientes nacionalistas de cada territorio y con mezclas
de posturas adoptadas por cada grupo con aspectos de unos y otros. Hace
un año escribí lo siguiente en relación a la CUP y Cataluña, generalizable a
otros lugares:
Se intuía que podría suceder, a pesar de las
repeticiones de ‘NO votaremos la
investidura’. El independentismo, lo reaccionario, hoy tiene un
tirón superior a la lucha por la libertad, igualdad y fraternidad, lo
progresista. La lucha contra la desigualdad y por derechos sociales de las
clases trabajadoras queda relegada en Cataluña, la independencia de los ricos
cuenta con mucha fuerza política y mucho dinero, las presiones han debido ser
de órdago desde el día después cuando reconocieron desde la CUP que el plebiscito
a favor de la independencia se había perdido. El daño hecho a las ilusiones y
confianza de mucha gente con espíritu de izquierdas ha sido enorme. Confiaron
en los anticapitalistas, y comprueban que su capacidad de lucha y resistencia
ante el nacionalismo ha sido mínima; lo que fácil y líquido viene, fácil y
líquido se va. Será difícil, pero más sólido y progresista construir utilizando
los valores de la Ilustración, racionalidad que relegue el romanticismo
ilusionista del paraíso, partir de un contrato social entre ciudadanos, una
Constitución, que establezca libertad fraternidad e igualdad, sin reconocer
privilegios antiguos que obliguen a una identidad individual eliminando otras.
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