La independencia en Cataluña tomará
en cada momento una forma concreta, que habrá que dar respuesta a corto plazo,
por supuesto habrá que considerar soluciones estables a largo plazo, pero cada momento
requerirá un tratamiento concreto, plantearse ahora como salida inmediata cambiar
la Constitución o similar, no resulta útil, el órdago de la independencia está proclamado,
no quieren oír hablar de federalismo ni otras zarandajas. Quizás más adelante pueda
resultar de utilidad.
La independencia, es un grave
problema, pero resulta más preocupante todavía el problema de España, que
realmente es el fondo importante de la cuestión. Se trata para los partidos y
fuerzas sociales de construir un estado y eso entraña muchas dificultades, aparecen
contradicciones entre las utopías y realidades, entre los sueños particulares
en los que vale todo, y las realidades diferentes de millones de personas que no
coinciden en esos sueños particulares que pierden su valor.
Y además aparece la debilidad de
muchas argumentaciones actuales –particularmente me interesan las de
izquierdas- que olvidaron durante años enfrentarse a los postulados
nacionalistas, altamente reaccionarios y xenófobos, neoliberales y populistas,
lo cual hace muy difícil ahora encajar el galimatías sin enfrentarse al
nacionalismo periférico, con el que mostraron simpatías, apoyándolo con su
inacción o abiertamente. En realidad muchos izquierdistas se han dejado seducir
hasta por su lenguaje del que se apropiaron sin esfuerzo, una cesión más, todo ello
porque muchos militantes necesitan demostrar que fundamentalmente están en
contra de la derechona española, que ellos adjudican a todo lo español que es todo lo distinto a sí mismos. Una gran
diferencia con la implicación de los comunistas del PCE en la construcción del
estado tras la muerte de Franco, participando en la redacción y configuración
de las leyes vigentes hoy día.
Recordemos la situación: la
declaración de independencia realizada por la Presidenta del Parlament, está
apoyada por 1.628.714 votantes a JuntxSí
mas los 337.794 votantes de la CUP, en total 1.966.508 de votos ciudadanos
sobre un censo electoral de 5.510.853 de catalanes con derecho a voto. Los votos que arropan la declaración de
independencia representan un 35.68 % del cuerpo electoral catalán. No es razonable que un estado acepte como criterio
decisorio esta proporción. El Estatut de Sau lo aprobó el 54% del censo
electoral -un 88% de los que votaron con participación cercana al 60%-.
La primera cuestión a resaltar es que
no es el pueblo catalán quien pide la independencia, al contrario, hay una
mayoría que no la pide Una cuestión surge al identificar solo con el pueblo
catalán a los independentistas, lo cual se extiende a reconocerlos a ellos como
sujeto político, porque entonces ¿quienes son el otro 65%, no son catalanes, no
tienen derechos ni opinión en esta decisión? Es como si alguien dijera ¡que se jodan!
Enfrentada esta realidad concreta al armazón teórico de clichés inhabilita su
validez, porque muchos giran en torno a la idea del pueblo catalán como unidad
opuesta al pueblo español, no hay tal sujeto, un pueblo catalán unido como una
piña enfrentado a España, ni en el pasado ni ahora. Tampoco Catalunya es un
país colonizado, explotado, oprimido y sojuzgado, quien se quiere separar de
España, más bien al contrario, porque son ricos y tienen poderes, pretenden
alejarse para disfrutar de su riqueza, privilegios y poder.
Veamos otro argumento cliché, que
utilizan miles de personas, ‘en un
divorcio si uno de los dos se quiere separar, no debes impedirlo’, se
entiende en el ejemplo, que de la pareja España/Cataluña, quien se quiere
separar es Cataluña, pero hete aquí que en el ejemplo lo que eran dos personas,
se convierten en realidad en millones y pretenden decir que todos, los millones
de catalanes se quieren separar de ese matrimonio, lo cual es mentira. La
realidad actual es que una minoría pretende romper y obligar a una mayoría
sometiéndola a sus intereses y leyes particulares, rompiendo para ello leyes
aprobadas antes por amplias mayorías, incluidos muchos de los actuales
secesionistas, ruptura de leyes generales y territoriales, tanto nacionales como
internacionales.
‘Si
las leyes lo impiden hay que incumplirlas’ ‘solo hay que
obedecer las leyes justas’. La cuestión aquí es ¿quien determina en cada
momento las leyes que sean justas e injustas? Mientras un individuo puede
mantener los argumentos anteriores, un partido de izquierdas no debe hacerlo,
no puede mantener una incoherencia tan grande, máxime si quiere ganar
elecciones y participar en la construcción del Estado. Alguien cercano a
gobernar no puede aceptar que quien quiera rompa las leyes cuando le plazca,
porque lo harán fundamentalmente los poderosos, estaría aceptando que los ricos
no pagaran impuestos; incluso justificaría el golpismo, Tejero o Franco,
quienes en su día decidieron qué leyes vigentes les resultaban inadecuadas.
Vivimos una secesión, cercana a un
golpe, hoy blando, y todo partido o cuadro militante que pretenda realizar
actividad política en Europa, debería tener altísimo interés en lo que sucede,
lo cual supone dotarse de elementos teóricos básicos necesarios en la
construcción de un estado, porque ese es el problema que enfrentamos. Desde
luego nunca será admisible por la ciudadanía la idea de ‘me importa tres cojones’. Probablemente las elecciones marcarán negativamente
a los partidos que se desentiendan de esta cuestión, porque los problemas para quien
quiera ganar o formar parcelas de gobierno, no solo son el paro y la
corrupción, el sistema productivo y las pensiones, sino también la organización
del Estado, que por supuesto itera sobre todos ellos. Entre otras razones resulta
incoherente hablar de Ucrania, Siria, etc. etc. y no plantear salidas concretas
a cada situación provocada en Cataluña, al margen de los mantras de largo
plazo, federalismo, etc.
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