La situación que estamos viviendo es
gravísima, y lo que nos falta, a pesar de la percepción de calma, sin algaradas
aparentes, conduce directamente a una colisión cuyos resultados desconocemos
todos; probablemente es lo que está buscando el secesionismo como una de las
salidas más factible a esta etapa del proceso, tras saltarse las leyes
españolas, Constitución, las leyes catalanas, el Estatut, y ahora las leyes
internas del Parlament de Catalunya. Efectivamente, son leyes, lo cual implica
que son un aspecto de la política, no son el bálsamo de Fierabras, pero tampoco
algo ajeno a la política como parecen dar a entender algunos individuos. Toda
sociedad se dota de normas y pone en uso comportamientos para convivir, son esenciales en toda colectividad, forman
parte del pacto social que suscribe la ciudadanía en su conjunto, formulado,
apoyado y refrendado por sus votos en las democracias, al fin y al cabo las
leyes son resultante de la correlación de fuerzas en toda sociedad, aquí en una
etapa en que la ciudadanía ejerció su derecho a decidir.
Si la correlación de fuerzas cambia
en una sociedad democrática lo suyo es cambiar las leyes, pero no saltárselas
para adaptarlas a su preferencia particular, a la de su grupo, o para crearlas a
su imagen y estricto beneficio, que ni siquiera es compartido por una mayoría
de población, eso no solo no es democrático es un comportamiento autoritario,
dictatorial, si además se hace apoyado en leyes proclamadas por uno mismo, y/o arropado
en el privilegio que le dan las que les suponen legitimidad ante el conjunto de
la ciudadanía, supone implícitamente actuar muy cerca de un golpe de mano. Quienes
lo apoyan deben saber que están aceptando como norma de práctica política, que
cualquiera, en cualquier momento, puede hacer lo mismo, en cualquier parte.
Vieja tradición española de lo más perniciosa para clases populares y los más
débiles de cualquier sociedad.
Ya no es posible marear la perdiz ni
dormitar, -en el caso de algunos-, tampoco sirve para nada positivo esconderse
tras las palabras, en el caso de
otros, ‘esto lo tiene que resolver la
política’, ‘hay que modificar la Constitución’ ‘tenemos que lograr hacer un
país federal’. Pues claro que lo tiene que resolver la política, pero hoy,
con la declaración unilateral de independencia de Cataluña realizada por
Forcadell, apoyada en una mayoría simple parlamentaria, ni siquiera mayoría
absoluta, ni por supuesto una mayoría cualificada parlamentaria, ¡ni tan
siquiera mayoría de votos de la ciudadanía! Lo cual debería servir para
presuponer que hay más ciudadanos en contra que a favor de esa decisión allí,
en Cataluña ¡Qué lejos queda eso de la recomendación de mayoría clara de la
población y mayoría amplia realizada por la Claridad Canadiense!
Hoy no vale esconderse tras
cuestiones que quizás habría que discutir en el futuro, si ese futuro existe, hoy
cada cual tenemos que decidir si aceptamos que una mayoría simple parlamentaria
pueda secesionar Cataluña, ¡¡ mayoría
menor que para reformar su propia ley, el Estatut, que requiere 2/3 !! Ahora
cada cual tiene que decidir si una mayoría simple parlamentaria, con minoría de
votos del pueblo, puede independizar un país, la respuesta hoy debe ser a la
decisión inmediata, al problema planteado ahora, hay que decir alto y claro si
esa actitud se considera democrática, o no. Porque esa decisión supone
enfrentar gravemente una parte del pueblo catalán contra la otra mitad y contra
la mayoría de españoles. Debería quedar muy clara la postura y argumentación de
cada líder, de cada partido y organización, sobre si aceptan como forma válida
de contrato social el que cada vez que se celebren elecciones, una mayoría simple
pueda cambiar la Constitución, la forma del Estado, o la pertenencia de un
territorio al conjunto de Europa y de España. Por cierto, si nos atenemos a la
realidad, España hoy está dentro de los países federales, solo que el miedo a
las palabras y su uso electoral, no lo reconocen así. En todo caso habrá que
discutir el grado y si hay que desarrollarlo más o menos. Y otra cuestión
distinta es si Cataluña quiere reformar la Constitución, para qué, o si el
sistema federal es lo que pretenden, o quieren el confederal, o nada.
No es una anécdota más en nuestras
vidas de la que mañana podamos olvidarnos y punto. De producirse, una secesión será
un punto de ruptura para millones de personas, lo cual significará violencia dentro
de amplias capas populares, luchas entre iguales, entre familiares, amigos,… ciudadanos
con múltiples identidades comunes, sean culturales, idiomáticas, históricas,
económicas, democráticas, europeas,… romperán sus relaciones enfrentándose a lo
desconocido en pos de una fantasía, porque nada asegura que un nuevo estado
republicano, resuelva los problemas de mayor libertad, igualdad, solidaridad, o
los concretos de paro, deuda, competitividad, posicionándose ante la
globalización de forma más favorable para la inmensa mayoría de la ciudadanía,…
y lo harán en base a una ilusión identitaria, la nacionalista, que consideran
de muy superior rango, al resto de identidades que los une, por tanto la reconocen
derechos decisorios de expulsión, ruptura y frontera.
Hasta ahora, por diversas
circunstancias, no imputables solo a un campo, los individuos participantes en
las movilizaciones secesionistas han vivido el proceso como si de una fiesta se
tratara, salían a las calles a un acto, reivindicativo, alegremente, una actividad
de ocio, al igual que fueran a una carrera de bicis, un paseo, maratón o
concierto; como si de una romería se tratara familias enteras, niños, jóvenes,
mayores y ancianos, salían a divertirse reclamando partir y separar una parte
de un país del conjunto, querían la secesión. Como si lograr la independencia
de un país, de cualquier país, se hubiera podido realizar con fiestas, o con
golpes de clik en el ordenata, lo cual, que yo recuerde, no tiene muchas
referencias históricas mundiales.
A pesar de todo por parte del Sr.
Mas y Cía, hemos tenido que aguantar la asquerosa mentira de que esa lucha por
la independencia catalana, esas manifestaciones en las que nunca ocurrió ningún
percance, eran similares a las luchas por los derechos civiles en EEUU. Un enorme
insulto a la inteligencia y sobre todo hacia aquellos luchadores negros, que
apoyados por blancos, pelearon en el pasado –y siguen peleando- para lograr
asientos de autobús, o mesas en locales públicos, el derecho al voto, poder
entrar a espectáculos por la puerta principal, jugar deportes profesionales,
cantar, escribir, representar, tener trabajo, posibilidad de poder estudiar,
elegir vivir… Lo curioso es que a los asistentes y a los que apoyaban
románticamente el movimiento no les chirriaban las neuronas, recordando otras
situaciones, otros momentos.
Que el movimiento no haya tenido
accidentes dignos de mención, tiene que ver con varias razones:
1) Por descontado el movimiento es
amplio, numeroso, porque había gente independentista, tradicionalmente un 15%
hacia 2010, al que se han sumado todos los descontentos con la crisis y la
corrupción española, no la catalana, lo cual puede haber doblado el número de
los secesionistas, a los que se agregan los nuevos conversos ante una ventana
de oportunidad de cambios que abrió la debilidad institucional, tanto europea y
española, como catalana.
2) Los organizadores de movilizaciones
masivas se han cuidado muy mucho de practicar la violencia, entre otras razones
porque hubiera recortado considerablemente sus apoyos. Pero al mismo tiempo
habría que destacar, la otra cara de la moneda, los otros no incordiaron ni se
opusieron de ningún modo, las fuerzas contrarias a la secesión, al menos la
mitad de los catalanes, o el Estado español, no puso en marcha medios
represivos violentos, ni de ningún otro tipo. Cuando se critica por tantas
cosas la democracia española, habría que reconocer que al mismo tiempo las
altas dosis sociales e institucionales de tolerancia, no existen muchas
experiencias actuales de este calibre permisivo en el resto de países del
mundo.
3) Su carácter festivo también lo
explica que este movimiento es a favor de la corriente, está impulsado y
protegido por los gobernantes, apoyado, organizado y financiado por la
Generalitat y los poderes catalanes, que lograron convencer de que el objetivo
de la independencia resolvería SU corrupción, y todos los problemas que tuviera
cualquier individuo catalán. Evidentemente el movimiento está arropado por una
pléyade de funcionarios y responsables
situados en altos niveles de instituciones y organizaciones de la sociedad
civil catalanista, -con buenos sueldos oficiales u oficiosos, alto prestigio
publicitado y difundido y cotas de poder permeables hacia arriba y abajo-, ni
que decir tiene que la mayoría de estos individuos forman parte de élites minoritarias
respecto al conjunto de la población, son abrumadoramente apellidos catalanes,
aunque la población en su inmensa mayoría cuenta con apellidos castellanos, los marginados.
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