Ni toda movilización, ni todo colectivo merecen apoyos
No toda movilización merece apoyarse.
En todo caso, antes de apoyar una reivindicación conviene analizar a quien
perjudica y beneficia, estudiar los grupos que la impulsan, quienes son los que
dirigen el movimiento, con qué objetivos, que pretenden conseguir y de qué
forma; habrá que estudiar si las reivindicaciones son adecuadas aquí y ahora, y
si benefician a amplios colectivos de forma sostenible, las otras alternativas
existentes, habrá que tener en cuenta los costes y los retornos sociales y/o
económicos… qué dicen y cómo, sus postulados y argumentaciones, etc. No todo objetivo es defendible, Eurovegas
es un reciente ejemplo, se vendía desde la caverna como proyecto generador de
puestos de trabajo, pero desde posiciones progresistas no podía poyarse por muchas razones.
No todo colectivo merece apoyos, -ejemplo controladores aéreos-. No es sencillo plantearse el apoyo a
estos colectivos de trabajadores, de hecho miles de personas se mantendrán al
margen al recordar sus actuaciones pasadas, los juzgarán indignos de apoyo, no
parecen estar en los primeros lugares que conciten la solidaridad de la
población. A título personal, se debería reflexionar alrededor de cada grupo,
en donde seguro habrá hijos de puta
que disfrutaban con el daño que hacían y algún individuo bueno que sufrió dentro. Esto sucede en todas las empresas, en
todos los sectores, en todas las luchas, hay un sector chungo y otro majo, lo diferente será el nivel, la proporción de
chungos, de los que dañaban a otros a sabiendas, pero siempre habrá la
posibilidad de desobediencia civil, de activar mecanismos de protesta interna,
de sacar a título grupal o particular, comunicados o informaciones de apoyo a
sectores desvalidos y víctimas, pisoteados por la información oficial.
No se trata de buscar santos, no
existen, todo individuo es un mar de contradicciones y transversalidad en sus
ideas… pero tampoco de aceptar la obediencia debida como salvaguarda de
responsabilidades porque entonces toda maldad quedaría justificada, las
acciones de cada cual contienen criterios morales que se deben tener en
consideración. La disculpa de que todos estamos obligados por alguien o algo no
debe servir para justificar las actuaciones de nadie, –el nazismo se
justificaba de esa forma, recibían
órdenes, cumplían las leyes y Hana Arendt tiene buenos alegatos para
explicar su funcionamiento, que no para justificar su comportamiento- pretender
justificar la actuación de cada uno en que no tenía más remedio que obedecer
enterraría la posibilidad de ética individual, la responsabilidad de cada individuo por sus acciones, ante sí
mismo y ante los demás. Hace casi cuatro
años escribí aquí mismo:
Todos tenemos
responsabilidad individual (05-08-2010)
Hay individuos que utilizan un mecanismo de escape de la
realidad, consistente en convencerse de que las grandes decisiones son tomadas
por personas importantes, desde un trono, que deciden una vez en la vida, tal
como suelen contar los libros y así tienen gran repercusión entre multitudes,
por tanto ellos, seres humanos individuales y limitados en su poder estarán
siempre al margen de esa responsabilidad. Con esa ilusión pretenden huir de los
problemas, quieren creer que el exterminio de seis millones de judíos se debió
a una firma puesta en un papel por una sola persona, lo cual les deja con su
conciencia tranquila, porque ellos nunca harían algo así, dicen.
Esta forma de pensar no es más que una coartada. El exterminio
se llevó a cabo porque en cada barrio, en cada ciudad, tenderos, empleados de
banca, policías, carteros, metalúrgicos, mujeres, niños y ancianos, todas ellas
personas individuales, que nunca tomaron ‘grandes decisiones’, denunciaban algo
de cada vecino, compañero de trabajo o de estudios, apoyaban la selección
primero, luego el control administrativo, posteriormente la construcción de
transporte y de campos, sin que necesariamente cada decisión individual
implicara un asesinato, ni por supuesto responsabilidad sobre la totalidad del
proceso. El mecanismo es el mismo que se utiliza para la xenofobia y el
racismo.
El problema reside en que ninguna persona, individualmente,
tiene responsabilidad sobre la totalidad de un proceso completo, sea éste
individual o colectivo. La cuestión que debemos asumir es que las decisiones
importantes de la vida se toman diariamente y siempre son pequeñas en cuanto son
ejecutadas por una persona y afectan en general a poca gente, a veces a un solo
individuo, pero son las que determinan la personalidad moral o ética de cada
uno y del colectivo que tiene a su alrededor.
Nuestra decisión la tomamos por acción, pero también por omisión, con la respuesta o con el silencio, que damos al jefe, amante, amigo, o vecino que nos rodea, y por supuesto a nuestro colectivo militante o afiliado, defendiendo una postura justa o una reivindicación, sin evadirnos del presente con el engaño de que el futuro resolverá, mejorará o cambiará la situación de que se trate, sin cerrar los ojos ante todo lo que sucede delante de nosotros.
Nuestra decisión la tomamos por acción, pero también por omisión, con la respuesta o con el silencio, que damos al jefe, amante, amigo, o vecino que nos rodea, y por supuesto a nuestro colectivo militante o afiliado, defendiendo una postura justa o una reivindicación, sin evadirnos del presente con el engaño de que el futuro resolverá, mejorará o cambiará la situación de que se trate, sin cerrar los ojos ante todo lo que sucede delante de nosotros.
…/…
Volvemos al inicio del debate planteado por Jesús de Bargas-La Sagra, y resulta que la
responsabilidad de los medios de comunicación en estas crisis que padecemos es
inmensa, tertulianos, periodistas, directores, propietarios… desde la etapa aznarista –en la que apoyaron a fondo el
regreso de la derechona al poder político e ideológico- taparon con su basura
todos los desmanes que se cometían, ocultaban los grandes problemas que se
estaban generando, callaban voces que alertaban, condenaban personas críticas y
evitaban debates que hubiera sido necesario tener, poniendo pantallas de humo en
su lugar, y aquel ‘España va bien’,
que todavía hoy es posible escuchar a muchos tertulianos, estaba muy bien con
Aznar, hasta que la destrozó Zapatero.
Si a escala país estos
comportamientos suscitan reflexión, todo cobra una dimensión más preocupante y
compleja cuando enfocamos el problema a escala mundo y nos referimos a nosotros
como españoles, europeos. Somos occidentales, los que estamos en los eslabones
de arriba de la cadena imperialista y nos hemos beneficiado durante años de la
explotación del Tercer Mundo. Al final de los sesenta y durante los setenta,
bastante antes de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, se
abrió una polémica en el marxismo alrededor de la participación de los
trabajadores occidentales en los beneficios de la explotación del planeta, quizás
siempre existió ese aspecto en los movimientos intelectuales europeos, pero en
los 60/70 lo viví.
La cuestión es muy dura de aceptar moralmente
y no tiene fácil encaje en nuestras ideas, entre otras cosas porque en esta
fiesta somos los privilegiados, comparados con los pueblos de África, Sud
América o Asia, muchos de ellos emergentes que hoy forman una de las puntas de
lanza de la crisis que padece Europa. –Sin integrar la globalización, los
mercados y los emergentes es imposible entender el cambio de era por el que
transitamos, como explico en la segunda mitad de ‘El poder de los mercados. Y losespañoles’ -.
Los procesos productivos
occidentales, entre otras cuestiones se basaban en energía y materias primas
procedentes de esos lugares, que eran obtenidas en condiciones altamente
favorables respecto a los precios que posteriormente se cobraban por las
mercancías o servicios producidos y ello aún a pesar del valor añadido por los
trabajadores occidentales en la producción, a lo que sumaban el control
financiero, comercial, político, militar... No es sencillo ni lineal, no
podemos afirmar rotundamente que la única causa de la pobreza de esas partes
del mundo sea la intervención occidental, pero desde luego existió una
responsabilidad externa que empujaba en esa dirección y que benefició durante
años a los trabajadores occidentales. -Aunque también exista la responsabilidad
interna de cada pueblo y lugar, que no es el momento de discutir-.
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