Convivencia
constitucional durante 35 años, hasta ayer
El
acomodo constitucional lo relata Javier Pérez Royo en Un poco de memoria. 28/11/2009. Que
anteriormente desarrolló en Pacto de inserción. 19/09/2009 y
también en La última
palabra. 05/09/2009.
Conviene leer a este experto para entender la complejidad del problema, y la
forma en que se le dio un acomodo durante la Transición. Los catalanes, el
pueblo y no solo las élites, en los últimos 35 años, han tenido mayor
autonomía, cultura propia y poder de decisión de su historia, han ejercido el
derecho a decidir como nunca lo hicieron sobre las cuestiones y nexos de poder
que en ese momento interesaban a inmensas mayorías de ellos, lo cual no evita
reconocer que tenemos un serio problema al que encontrar solución, mejor
juntos, por conveniente para ambos.
Entre
otras formas de participación, decidieron elegir a sus mandatarios y
representantes para que les representaran y dirigieran parte de sus destinos:
votaron en 11 ocasiones Diputados al Congreso y Senadores, 7 veces para decidir
parlamentarios en el Parlament, votaron 9 veces para decidir sus concejales en
los municipios, en otras 6 ocasiones eligieron parlamentarios europeos y en
otras 6 más decidieron en referéndums, tipo Reforma, Constitución o Estatutos
de autonomía. Sí, ellos han podido decidir y lo hicieron –y no los negros en
los sesenta en EEUU-. En sus decisiones puede constatarse que salieron mayorías
nacionalistas, no siempre, pero nunca eligieron mayorías soberanistas. Siempre
hubo independentistas pero, solo desde hace un año se manifiesta como
preocupación creciente las relaciones Catalunya-España en los estados de
opinión, problemas que perciben los ciudadanos que publica el CEO (Centre
d’Estudis d’Opinió) de la Generalitat. En los cuadros desde enero 2009 a junio
2013 presentan las preocupaciones de la gente, las personales y aquellas
consideradas grandes problemas de Catalunya. Ambas coinciden en el orden, las
preocupaciones personales, en 2009, vinculadas a la precariedad laboral
preocupan un 44% a continuación un 17% el funcionamiento de la economía, ambas
consecuencias de la crisis económica, a mucha distancia, también preocupa la
insatisfacción con los políticos, cerca de un 5.5%, queda relegada la
preocupación de relaciones Catalunya-España a un 3,5%. Escasa importancia se le
daba entonces, para la que luego tendría súbitamente.
En junio de 2013, lo que consideran
problemas importantes pasan a ser cerca del 50% la precariedad laboral, el
16,2% el funcionamiento de la economía, doblándose el peso de la insatisfacción
con los políticos hasta el 12.4%, -que no entiendo insatisfacción con la
política aunque podría estar contenida, en el mismo estudio por las diferentes
preguntas aparecen grados de interés, preocupación, seguimiento etc., respuestas
comprometidas con la política-. Sigue en el grado de preocupación, las
relaciones Catalunya-España con cerca de un 11%, más que triplicando su
importancia respecto al 2009. Desde luego en los propios centros oficiales de
Catalunya, el CEO, donde cocinan los datos de opinión, éstos no reflejan que
sea el problema tan insoportable como lo denuncian al mundo sus políticos y los
medios de comunicación catalanes.
Un cierto grado de radicalización
popular se incuba durante el segundo gobierno de Aznar entre pequeños grupos
españolistas y políticos catalanes, amplificado por algunos medios de prensa,
radio y televisión. El malestar se hace palpable durante el primer gobierno de
Zapatero, a partir de 2004, en la negociación del Estatut, y cuando éste llega
al Congreso, siendo aprobado en junio de 2006.
Pero todavía durante el 2008 la tendencia separatista se mantiene por
debajo del 20% en datos de la Generalitat –ver cuadro anexos-.
En
2009 las encuestas detectan un malestar creciente con el funcionamiento
de la democracia en Catalunya, probablemente sean reflejos por la crisis y el
Estatut, ya que a partir de entonces
comienza a expandirse el malestar por el recurso de inconstitucionalidad
presentado por el PP, y la demora en la Sentencia, lo cual provoca sentimientos
separatistas, que unido a la grave crisis económica, produce otro salto al alza
en 2011, entrando en la dinámica actual en 2012 con otro acelerón, que lleva
aparejadas reacciones masivas de culpar a España por la mala situación laboral
y económica de Catalunya, de la que muchos esperan salir con la independencia.
El malestar entre las élites políticas
culturales y económicas catalanas se extiende cuando diferentes estudios
estadísticos dan a conocer que las autonomías y su proceso de convergencia,
dejan a Cataluña los últimos años no muy bien situada en términos relativos,
crece mucho, pero no lo hace siguiendo la estela de las más rápidas, y sobre todo, no sigue la estela de Madrid. Lo
cual no debe confundir con su enorme potencial económico, ni es óbice para
considerar a Catalunya una de las Comunidades más rica y sus gentes de las
privilegiadas de España en desarrollo per cápita, educativo, sanitario,
cultural… y con los mayores traspasos de
competencias políticas y económicas, incluidas las transferencias en impuestos
muy superiores al resto. -Al margen los cupos
vaco y navarro-.
Aparece un creciente malestar similar
a los movimientos 15-M de España, cuestionan el funcionamiento democrático; en
su caso, las élites han conseguido desviar hacia España la culpabilidad por
ello y sus problemas económicos y laborales, calando fuerte en amplios sectores
sociales incluida la tradicional emigración obrera sin representación ni poder
al nivel de las élites catalanas. Entre la población aparecen signos de odio y repulsa hacia los
explotadores españoles, visibles en las redes sociales y el aparato
mediático. Es imposible entender la rapidez con la cual ha crecido el fenómeno,
sin integrar su fenomenal aparato mediático, y la agitación vinculando salidas
personales y colectivas en el camino de ilusión por la independencia. Ilusión
porque se publicita como posible, rápida y sobre todo, sin costes para nadie,
lo cual no deja de ser, como poco, una irresponsable mentira. Cualquiera que
esté cerca de vivir, estudiar o comprender fenómenos sociales, sabe que estos
procesos de ruptura tienen siempre altísimos costes para todas las partes.
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