lunes, 17 de mayo de 2021

Los indignados no trajeron la revolución.

Los indignados no traen la revolución. Ni falta que hace

Dicen algunos al ver las acampadas y sus movilizaciones, ‘imparable oleada de poder ciudadano’, ‘son nuestro hijo haciendo la revolución’, yo no creo que sea para tanto, pero, ni falta que hace. Sean bienvenidas las movilizaciones de indignados tal cual, y además no conviene poner el listón tan alto porque luego no se le ve, ni se percibe su inconveniencia. Hoy por hoy, a un mes de su nacimiento, son algo necesario pero no excluyente de otras opciones y a la recíproca, como son las movilizaciones de parados, o las del mundo sindical, o el movimiento estudiantil, o la acción de agrupaciones y partidos políticos, de los grandes y de los grupúsculos, de las ONG’s y movimientos vecinales, o el sin fin de grupos locales con reivindicaciones concretas y parciales, todos ellos y muchos más continuarán coexistiendo, aún cuando ninguno tenga la importancia mediática lograda por el 15-M. El movimiento aparenta vitalidad de crecimiento, aunque aún no tiene fuerza suficiente como para imponer sus reivindicaciones, parece con ganas de perdurar en el tiempo, o al menos de fortalecerse en este año y ya veremos en el futuro próximo.

La actividad del Movimiento 15-M, una movilización ciudadana, puede contribuir a generar salud democrática y hoy concita gran ilusión en la ciudadanía necesitada de la misma, por su iconografía y simbología, por su capacidad de aglutinar cabreos e ilusiones, por su enorme influencia mediática, su propuesta deliberativa sin tapones impuestos, su carácter asambleario, y su transversalidad ideológica, de edad, clase, sexo, raza, religión, y por su pacifismo, seña de identidad que le dota de fuerza específica y diferente, hasta ahora, y permite la incorporación de niños y ancianos a su ágora. Un icono de esta época, el ágora, la utilización del espacio público con la finalidad de reunirse la ciudadanía para discutir. Pocas veces las plazas han tenido mejor destino que éste, dialogar, para el que en principio fueron creadas, ya no son solo usadas para ejercitar derechos de manifestación, o de mercadeo, sino para hablar y discutir, para reunirse y desgranar los problemas de esta sociedad.

Las fuerzas del movimiento suman voluntades todavía preferentemente en el rechazo a lo existente y en la expresión de indignación, no tanto en la lucha por unas propuestas concretas que, aunque existen, -y algunas con carácter suficiente como para sumar en la misma dirección-, aún son insuficientes las fuerzas agrupadas para conseguir los sueños. A su alrededor, la iniciativa popular se despierta en todos los campos, una vez más, como en los grandes momentos, va sumando acciones, grandes y pequeñas, locales y generales, establece relaciones más ligeras y amplias que las de militancia tradicional apoyándose en las nuevas tecnologías y hasta ahora va aportando soluciones a problemas de comunicación de gestión y acciones reivindicativas. En algún momento cercano perderán la efervescencia de los medios que han impulsado la simpatía general, mas en el centro izquierda, perderá importancia en las redes sociales y se dotarán de estructura orgánica, una o varias, (pueden salir varios grupos) y algunos establecerán relaciones más estables con otros movimientos y organizaciones existentes, incluidos los partidos roji-verdes que empezarán a considerar sus propuestas en mayor o menor medida, en parte para integrarlas, porque no tendrán otra salida si quieren seguir existiendo en esta sociedad.

Los indignados son una mezcla de ciudadanos de edades diversas, preferentemente jóvenes, como siempre pasó en las movilizaciones sociales, jóvenes precarios, activos y en paro y también hay maduros, hay parados y trabajadores fijos, jubilados y prejubilados, padres y madres que van a ver a sus hijos mayores y otros que van con sus hijos incluso los pequeñitos en brazos, sectores feministas y sectores alternativos, soñadores y viejos militantes de otras batallas, etc. Fundamentalmente son la punta de lanza de una indignación y hartazgo, en esta larga etapa de crisis económica sin salidas visibles y de empobrecimiento democrático, que claman contra el alejamiento y abandono de líderes, contra la sordera y ceguera de la llamada clase política, contra algunas cosas que a muchos molestan: la corrupción, la imposibilidad de controlar y elegir a nuestros representantes, o el diferente peso de los votos/cargos electorales, contra la poca permeabilidad de los partidos en recibir propuestas y en atenderlas, por la eliminación de actitudes de elitismo político alejadas del pueblo, etc.

Si el Movimiento 15-M, solamente consiguiera modificar la actitud de los dirigentes y los partidos políticos, funcionamiento y relaciones con la ciudadanía, solo con ello, sería altamente positivo y una gigantesca ola de aire fresco se introduciría en la sociedad dotándola de mayor contenido político con el que poder enfrentarse a los poderes económicos. Paralelamente, aumentó la producción de referencias a viejos sueños revolucionarios, en tantas páginas y correos, en reuniones de grupos ultraizquierdistas, en muchos lugares, demasiados individuos solo prestan atención a las revoluciones pendientes, a los sueños e ilusiones. Para mucha gente la solución de los problemas es tan sumamente difícil y laboriosa que todo queda reducido a la utopía, a los milagros, y a ser posible dentro de los viejos moldes de agrupación ideológica identitaria que son los conocidos.

Una de las diferencias del movimiento con el pasado, es la utilización de la red en el proceso de movilización, discusión, agitación y organización, que dotará a la política española de una dimensión distinta a partir de estas experiencias, porque integra e incorpora más al individuo en los procesos colectivos permitiéndole opinar y decidir más fácilmente que en las estructuras grupales anteriores, incorpora más ciudadanía que clase, favorece la transversalidad y la relación de militancia variable, sin el respeto cerrado a la obligatoriedad de mando, en definitiva aumenta la sensación de liderazgo e importancia personal. Está por ver que este modelo, por sí solo, tenga mayor eficacia en la conquista de reivindicaciones, o necesite de complementarse con anteriores formas conocidas.

Serán irremediables las comparaciones, pero no son Mayo del 68, con toda la prevención que debemos mostrar para no unificar tanta diversidad como surgió en aquellos tiempos en las movilizaciones parisinas, o en la primavera de Praga, o en Polonia y Rumanía, en las luchas italianas o en las acciones pro derechos civiles norteamericanos, o contra la guerra de Vietnam, ni siquiera en las movidas universitarias españolas, ( un concierto de Raimon en Madrid podía ser un acto de desafío y lucha contra la dictadura), concentraciones anti guerra de Vietnam, en fin en una amplia panoplia de movilizaciones en las que generalmente no había lugar para niños pequeños ni ancianos, fundamentalmente por los aspectos violentos de enfrentamiento contra el sistema que giraban alrededor de dichas movilizaciones. Aquellas acciones fueron en general, más violentas, -salvo las vinculadas al mundo hippie y pacifista, y no siempre- algunas eran en teoría más revolucionarias, sus participantes estaban más encuadrados, grupos estudiantiles y obreros, partidos y sindicatos, e intelectuales, querían destruir una sociedad y construir otra, y no modificar aspectos de la misma para mejorarla, como parece ser el elemento de mayor peso del 15-M. También contiene rasgos comunes, como muchas veces que se han producido explosiones sociales, y una parte de la colectividad siente que le roban presencia e influencia social, eran entonces y son ahora, movilizaciones contra los poderes establecidos, económicos y políticos, exigiendo mayores cotas de libertad y cambios en las relaciones de poder.

Tampoco son las luchas de la Transición, ni sus movilizaciones claramente diferenciadas por serlo entonces en las calles y en los centros de producción, con 16 millones anuales de horas perdidas en huelgas, contra 1 millón el año pasado, porque carecen, hasta ahora, del empuje del movimiento obrero, los trabajadores, que en aquellos momentos fue esencial junto con el movimiento estudiantil, el movimiento feminista y el movimiento vecinal de barrios. Respecto a la capacidad efectiva para producir cambios, hoy su fuerza es muy escasa para provocarlos en la política económica, en los modelos de producción y en la organización política, administrativa y social. Es demasiado pronto, pero si las actuales movilizaciones formaran parte de un movimiento ciudadano mayor, que sumara y mezclara lo nuevo y lo viejo, podría alumbrar nuevos tiempos políticos en los partidos y sindicatos, en el resto de organizaciones y movimientos sociales, en la sociedad civil y por ende se traducirían impulsos de cambio a la sociedad. No son la esperanza, pero forman parte de ella.
(21-06-2011)

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