Muchos
episodios de aquel imperio son poco conocidos, como el de la defensa del idioma Quichua, éste caso de tiempos de Felipe II. El siguiente
comentario está tomado del muro de Facebook de José Antonio Rodríguez: ‘’En 1560 en Valladolid se publica el
Diccionario y Gramática General del Quechua, apenas 15 años después de la
llegada del primer virrey del Perú a Lima. Hoy el quechua es lengua oficial en
al menos dos países, Perú Y Bolivia, se debe a la labor científica de los
misioneros españoles en recopilar, estudiar y dar estructura gramatical moderna
a esa lengua. Y al rey Felipe II que costeó su edición a cargo de la imprenta
real. ’’
En la conquista debieron existir brutalidades, para empezar muchos de los que se embarcaban
hacia las nuevas tierras eran reos de muerte o condenados a perpetuidad, al ir a las nuevas tierras reducían penas. Por supuesto hubo apropiaciones, explotación, y un largo etc.
al igual que en todas las ocasiones en que Inglaterra, Francia, Alemania,
Holanda, Bélgica se expandieron por oriente y por África, o por Australia. Siempre
juzguen lo ocurrido insertado en su época y situación concreta.
Los conquistadores
españoles de aquellos tiempos no fueron más sanguinarios que el resto de
europeos, ni mucho menos, al contrario. Existen pruebas documentales sobre el comportamiento
e ideas de las élites dominantes españolas, la Corona e Iglesia, de
comportamientos mas humanitarios que los de otros europeos, comportamientos que no conocemos de otros imperialistas europeos,
incluidos los norteamericanos en su conquista del Oeste, incluidos los
sudamericanos, viejos o nuevos o mezclados, en su conquista de territorios
aniquilando las tribus indígenas nativas.
Es cierta la enorme disminución de
población mexicana tras la llegada de los españoles, pero en gran parte debida
a los nuevos virus y bacterias, a las enfermedades que llegaron a ese mundo,
procedentes de Europa. Son ciertas las guerras allí libradas, pero en gran
parte fueron enfrentamientos entre tribus nativas mexicanas, uno de cuyos
bandos apoyaban los españoles.
Son muy pocos numéricamente los
conquistadores españoles que arribaban en cada viaje, algunas decenas, así que
resulta prácticamente imposible que allí se produjera una guerra de conquista
entre los invasores y los indígenas nativos causante de miles de muertos, por
mucho que los invasores tuvieran armas más mortíferas que los indígenas. Enrique Moradiellos en ‘Conquista y colonización’, aporta claves muy interesantes para
comprender mejor aquello:
‘’ sin duda, tuvo un papel determinante la expansión militar, con sus gestas
y atrocidades verídicas o exageradas. Es una faceta siempre subrayada por las
visiones catastrofistas y la leyenda negra antiespañola de origen protestante,
como si las restantes experiencias imperiales hubieran sido diferentes por
pacíficas (idea falsa por completo).
Pero también es cierto que esa conquista tuvo un éxito fulgurante porque se
inscribió en “una guerra de indios contra indios” (Bernat Hernández). Y en ella
los españoles (como luego los portugueses, franceses, ingleses…) aprovecharon
las fisuras internas de los pueblos indígenas enfrentados, articularon alianzas
con sus facciones y consiguieron así someter imperios mediante una combinación
de fuerza, diplomacia, astucia y golpes de fortuna.
Solo así se entiende que en 1521 el poderoso imperio azteca de México y su
propia capital (Tenochtitlán, con más de 200.000 habitantes) estuvieran ya bajo
el poder de Hernán Cortés y sus 500 soldados y 100 marineros (más unos 30
caballos y 10 cañones), que habían partido desde Cuba en 1519 (y tras haber
sumado contingentes indígenas opuestos al brutal dominio azteca, como el millar
de guerreros totonacas o los 3.000 guerreros tlaxcaltecas). Y lo mismo sucede
con el imperio inca en la cordillera andina, que contaba con 14 millones de
súbditos, pero estaba al borde de la guerra civil y afrontaba la hostilidad de
grupos étnicos sometidos (como los cañaris, los limas o los charcas). En 1532,
en Cajamarca, un puñado de 200 españoles con unos 30 caballos al mando de
Francisco Pizarro pudo apresar al desconcertado emperador Atahualpa, pese a
estar protegido por 7.000 guerreros incas tan anonadados como su jefe.
El resultado asombroso de esas operaciones fue la rápida expansión española
por el continente con un número muy reducido de hombres que contaban con
evidente superioridad tecnológica militar. Pero que también contaron con la
ayuda de la sorpresa ante su audacia, del temor ante las epidemias generadas
por los recién llegados y de las alianzas de los conquistadores con los grupos
étnicos sometidos cruelmente a los imperios precolombinos…’’
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