Aquello que escribí hace años sigue teniendo validez en estos momentos en los que me parece que poco pueden hacer cualquiera de los tres, salvo reflejar una situación crítica que viven confusamente creyendo que uno de ellos pueda resolverla, lo cual es bastante improbable a medio plazo:
Nuevo librito, 'El agotamiento del PSOE', que publico en ‘Scribd’, portal del que puede descargarse gratuitamente. Como los otros trabajos lo conforman escritos publicados anteriormente en ‘Arian seis’, que tratan el asunto de la fatiga socialista a lo largo de estos tres últimos años, en los que aspectos aparentemente particulares, van dando pistas sobre el cúmulo de los errores generales.
El PSOE atraviesa una grave crisis, -que afecta a toda la sociedad española- puesta de manifiesto con extrema crudeza a raíz de la crisis económica, que tiró sobre la mesa, de golpe, todos los problemas acumulados en el país y en todas sus instituciones, abriendo la puerta a un cambio de era. Los hechos sociales no ocurren por la influencia de una sola variable, en el caso de la profunda crisis del socialismo español, influyen varios aspectos que no todos nacen en esta última etapa, algunos comienzan a ser visibles a mediados de los noventa cuando se empieza a detectar el agotamiento de la etapa Transición y la falta de un nuevo proyecto de largo plazo, que requeriría un nuevo empuje modernizador tanto para la sociedad, como hacia el partido, en vez de ello, para superarlo, los nuevos líderes creyeron que todo consistía en un cambio generacional lo cual provocó un paso en falso con equipos y políticas poco consistentes, erróneas y algunas poco progresistas.
A pesar de las buenas intenciones, o clara visión que tuvieran algunos militantes expresada en buenas palabras, la realidad ha mostrado que el partido estaba enfermo. Escribía en El País el 23-05-2003 Diego López Garrido diputado y miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Diputado y miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE.
‘’Uno de los grandes objetivos estratégicos del socialismo, como eje de la izquierda y de los progresistas, es dirigir el cambio social de comienzos del siglo XXI mediante el discurso y la política de los derechos sociales (trabajo estable, educación ampliada a lo largo de la vida profesional, pensiones, sanidad pública eficaz, servicios públicos esenciales, compatibilidad entre trabajo y familia, derechos de los grupos vulnerables, derechos de los niños, derechos a la integridad moral de la mujer frente a los malos tratos y frente a la discriminación, seguridad ciudadana de proximidad, renta mínima de inserción). Se trata de garantizar jurídica y económicamente el disfrute de tales derechos sociales, al nivel de protección de los viejos derechos civiles.
El otro pilar estratégico de la socialdemocracia -y es verdaderamente una gran cuestión- está en una política económica y fiscal de dimensión europea, único modo de asegurar su carácter progresista y solidario, y con un crecimiento sostenible desde un punto de vista medioambiental.
Para todo ello hace falta desarrollar un concepto fuerte de ciudadanía. Para que los derechos sociales, económicos y de cuarta generación sean el baluarte de los derechos civiles -y viceversa- es necesario construir una democracia deliberativa y participativa. Ése es el avance cualitativo que debe dar la democracia constitucional representativa. Habrá así un muro de contención contra cualquier amenaza a lo que es el núcleo o esencia de toda democracia: la seguridad de que las voces de todos y todas van a ser escuchadas. ’’
Es en los momentos críticos cuando más resaltan las carencias y ahora han explotado con virulencia todos los errores: la crisis de la socialdemocracia europea; la mala gestión de la debacle económica, en sus dos vertientes, de crisis específica española y los aspectos internacionales; las desintonías y errores en el tratamiento de la organización del Estado y la cuestión nacional; el problema de la Iglesia, o la poca profundización en el laicismo del Estado: el cambio de modelo productivo y mejora del mercado laboral, redistribución fiscal… tanto por la globalización, cuanto por la integración europea u obsolescencia de nuestro aparato productivo; los defectos democráticos de representación, organización y participación, en el funcionamiento de Instituciones del Estado y partidos; etc. etc. unido a una falta alarmante de discurso y proyecto para el largo plazo, poquísima permeabilidad con la sociedad española, etc. -Es verdad que prestaron atención a los derechos civiles, impulsando avances significativos hacia mujeres, gais… y por supuesto la Ley de Dependencia, a pesar de sus carencias-
Muchos de los problemas del socialismo español los comparten con el resto de partidos y corrientes ideológicas, entre otras razones porque demasiados de sus defectos lo son del conjunto de la sociedad española. Resulta impensable que una parte de la misma, los políticos, tenga tantos defectos y el conjunto del pueblo no comparta rasgos comunes, tales como: la falta de racionalidad; el exceso de ilusión en dioses, ídolos y salvadores; la vaguería intelectual propensa a la simplificación y al abrazo de posiciones fundamentalistas; la corrupción –que de ninguna manera es solo política-; la extrema ideologización y abstracción en análisis, debates y búsqueda de soluciones contrapuesta al pragmatismo –a lo concreto- y menosprecio del uso de consensos necesarios para salidas que se pretendan estables; el gusto por los reinos de taifas, o preferencia por las verdades individuales en vez de las colectivas; la poca permeabilidad social, poca empatía hacia los otros; el ilusionismo de creer que con formular un deseo es suficiente para conseguir resultados positivos, olvidando que hay otros actores con diferentes intereses; el abandono del rigor y la didáctica en los debates, con profusión de adjetivos; el exceso de comodidad en la participación ciudadana y la delegación o búsqueda de otros que resuelvan los problemas, posteriormente culpables de todos los errores; la manía de meter todas las cuestiones en el mismo saco y mezclar, lo cual imposibilita debate y búsqueda de salidas concretas a cada una; el desprecio por la democracia en cuanto que no resuelve todos los problemas a gusto de cada individuo, junto a la envidia por sistemas ajenos; la viga y la paja, en ojo ajeno o propio, o la ley del embudo; el desconocimiento de que la ética, para ser tal, debe ser generalizable, etc. etc.
Este trabajo de hoy no trata sobre las derechas, ni sobre las fuerzas de izquierdas más allá del socialismo, a las que en otros momentos destiné similar atención. Es un trabajo dedicado al PSOE, un partido que ha sido fundamental en estos últimos 35 años para configurar la actual sociedad española actuando como representante y líder colectivo de los intereses de millones de españoles. La cuestión es que ha perdido casi la mitad de apoyos de los que tenía, no sabemos si para siempre o por cierto tiempo, lo cual indica que necesita una amplia transformación, un período de transición que parece más probable que pudieran acometer con Rubalcaba al frente hasta lograr un nuevo equilibrio, y que podría ser dudoso se llevara a efecto con otras personas en su liderazgo.
Un partido similar a lo que ha sido el PSOE parece necesario en España, hoy más que nunca -antiguamente no era posible- ya que en la sociedad democrática española una fuerza alternativa al gobierno debería influir en las reformas que marcarán nuestras vidas en los próximos 30 años. Las transformaciones necesarias para salir de este atolladero y comenzar la nueva era se están realizando dirigidas solo por un sector de la sociedad, la derecha, sin encontrar cortapisas con fuerza suficiente como para ‘torcer la rama’ del nuevo camino, ni para evitar que se elimine gran parte de las conquistas sociales que conocíamos hasta ahora. Otra vez encontramos la contradicción entre el corto y largo plazo, porque el problema es que lo nuevo requiere tiempo para madurar y una supuesta regeneración socialista precipitada parece que amén de imposible, no será suficiente para ganar nuevamente la confianza de la ciudadanía.
Mientras, no parece que los numerosos grupos y alternativas a su izquierda puedan defender los intereses de varios millones de ciudadanos que configuran la base social progresista y de izquierdas de este país. De hecho, la pérdida de fuerza y de iniciativa socialista, y por consiguiente de su capacidad para ilusionar, además de la pérdida de representación institucional del PSOE, no se ha visto correspondida por un aumento de representación y fuerza institucional de los grupos favorecidos por la debacle PSOE, más bien al contrario, vemos una pérdida de influencia y fuerza global en la defensa de los intereses de casi la mitad de los españoles. –Y quizás lo peor esté por llegar, en Cataluña, donde puede hundirse más, mientras sube el PP, como consecuencia de la independencia catalana, y probablemente vasca, ya que millones de personas no verán en sus siglas suficiente defensa de la integridad española como a ellos les gustaría.-
Manuel Herranz Montero. Noviembre 2012
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