‘Podemos’ nace en un entorno alimentado, e influido por dos grandes baterías de problemas que interrelacionadas tienen que ver con los reequilibrios de poder entre la economía y la política:
1) Problemas relativos a los cambios sociales observados a finales del siglo XX –en Europa y EEUU comenzaron en el último tercio de siglo con Reagan y Thacher- modificaciones estructurales en la organización y distribución del trabajo y en las formas de vida lo cual afecta a la composición de clases y grupos sociales aumentando su dispersión y complejidad de los intereses y nuevas formas de activismo que demandan nuevas formas organizativas, de selección de élites.
2) Problemas relativos a las crisis, económica, política e institucional… lo cual está relacionado con la pobreza y aumento de las desigualdades, la deuda, el paro, la globalización, los emergentes… también con la corrupción y la necesidad de regeneración democrática que incluye las formas de participación ciudadana en la sociedad, organizativas, participativas, deliberativas de selección y revocación de élites…
La falta de democracia en los partidos es un serio problema, tiene relación con la posibilidad de intervención ciudadana en los asuntos que le afectan, también tiene que ver con la corrupción, aquellos militantes corruptos se sienten poco controlados en sus actividades por parte de los representados, poder elegir en listas no bloqueadas totalmente permitiría quitar a los mas chungos; tiene relación con la financiación irregular de los partidos, al no tener control sobre ellos dará lugar a trapicheos y prebendas, la falta de democracia interna impide control sobre los aparatos de partidos y remover cargos fácilmente por asumir responsabilidad política al margen de penalización judicial… Evidentemente son necesarios cambios legales, pero nada se andará mientras en los partidos no entre aire renovador, nuevos individuos, otras fuerzas que pongan en marcha las maquinarias ante el agotamiento mostrado, porque, más importante que las leyes son los comportamientos de las personas que ya deberían haber producido cambios con el marco legal existente. Otras reglas de juego para cambiar los partidos solo serán posibles si son empujados a cambiar, previamente.
Democracia interna y cambios en la militancia son imprescindibles, sin olvidar que además hay otra serie de problemas generales que afectan a los europeos, y que influyen con fuerza en la crisis de las formaciones de izquierda. Empiezan a ser visibles en la época de Thacher y Reagan y se hacen más evidentes desde la caída del muro de Berlín, son transformaciones profundas que experimentan obreros y trabajadores. Las bases sociales tradicionales de izquierdas, se trocean y dispersan, aumentando la complejidad de intereses enfrentados. El agotamiento de los partidos en España, hoy clamoroso, ya era visible a partir de la segunda mitad de los noventa y también tiene que buscar explicaciones y respuestas a estos cambios.
Se está produciendo un gran revuelo entre los partidos de izquierda, no están claras las opciones que tomarán, no sabemos quiénes tendrán fuerza suficiente para lograr ser el único gran aglutinador, ya que ahora parecen empatados PSOE-Podemos y a distancia IU. Lo que sí sabemos es que los problemas que tienen los partidos socialdemócratas, o quienes pretenden sustituirlos; las contradicciones sociales surgidas tras el largo período de desarrollo de estado de bienestar tras la II Guerra que se manifiestan abruptamente y de forma nítida a finales de siglo en toda Europa han roto, dispersado y enfrentado la base electoral en la que se apoyaba la socialdemocracia, tradicionalmente estable durante 40 años desde la postguerra mundial.
En España respecto de Europa, el proceso se retrasó dos décadas, lo que sirvió para montar el estado de bienestar tras la Transición, pero la ruptura se presenta ahora de forma similar al resto de Europa. Además del problema de las élites extractivas y/o de la casta, o de la agotada generación política que ocupó y dirigió los partidos… además de la generalización de impunidad de los corruptos, la crisis institucional, la crisis del modelo productivo, crisis del mercado laboral, competitividad,… además de la globalización, de los emergentes y de la nueva redistribución del poder en la forma de entronización de los mercados financieros… Además de lo anterior, o precisamente por ello, surgen nuevas, o se hacen visibles ahora, contradicciones difíciles de armonizar y encontrar salidas válidas para todas ellas juntas en un solo partido.
Actualmente cualquier aglutinador progresista, se encontrará con una base social diferente a la que existió en el pasado siglo tras la II Guerra Mundial, gran parte de la cual estaba vinculada en torno al movimiento obrero industrial, íntimamente ligado al movimiento sindical y político, el proletariado industrial europeo ha disminuido a la mitad respecto al de hace 40 años, grandes complejos industriales desaparecen, ciudades y barrios obreros quedan sometidos al precariado, aumentaron las personas dependientes de subsidios, las afiliaciones sindicales y políticas se desploman, los nuevos trabajos en su mayoría han ganado en aislamiento e individualismo, aumentan enormemente los mayores de 65 años, los estudiantes, los autónomos, los grupos gerenciales no propietarios directos, los sectores de servicios comerciales, la movilidad de personas y centros de producción, etc. Ha surgido una nueva sociedad muy compleja en intereses dispares que no se encuentra agrupada fundamentalmente, o no solo, en torno al trabajo o la propiedad y control de los medios de producción; colisionan la edad, el género, el sexo, la migración, la religión, las TIC, los nacionalismos, la cesión de soberanía, la diversidad de poderes, la globalización, los mercados, los países emergentes…
Un partido socialdemócrata hace 40 años representaba al conjunto de la clase obrera, que por simplificar incluía a todos los trabajadores y sus familias, cuyas vidas variaban poco, vivían en ciudades y barrios parecidos con pautas de consumo similares y necesidades parecidas, hoy un partido que pretendiera representar tanta diversidad de intereses como los citados, tan diferentes y en ocasiones enfrentados lo tiene bastante difícil. Este es un asunto de tan raras soluciones que pudiera modificar la existencia de partido gigante, para acercarse a coaliciones de partidos sensibles a sectores determinados de población, lo que obligaría como poco a la formación de coaliciones electorales. La diversidad de problemáticas potencia diferentes relaciones de militancia, ya no solo en partidos grandes y pequeños, también en ONG’s, u otros tipos de compromisos, a veces determinados por campañas específicas, en todo caso la participación exige mayor flexibilidad que la tradicional militancia partidaria y mayor democracia interna, requiere tener capacidad de debate y decisión.
Antaño, un partido socialdemócrata tenía más fácil actuar como gran aglutinador, podía simplificar las opciones políticas considerando que casi toda la problemática se concentraba en torno a la clase trabajadora, que era fundamentalmente su base social, el resto de las diferencias quedaban subsumidas en el gran peso que tenía el carácter de clase. Hoy las líneas de fractura son muchas y diversas, y deberían verse afectados por ello todos los partidos, sucede sin embargo, que en España, la derecha está concentrada en su aglutinador que dirige la la derechona, ultras, neoliberales, nacional-católicos, franquistas,… por lo que condiciona sobremanera cualquier alternativa política, puesto que todas pasan por intentar frenar la regresión hacia el pasado. Lo anterior es un aspecto particular, que se une al marco de juego de la ley electoral que obliga a concentrar fuerzas para obtener resultados, ambos aspectos influyen en la crisis de la socialdemocracia en España más seriamente que en otros países, en cuanto ganar poder electoralmente, necesita una gran fuerza progresista hoy en disputa entre Podemos y PSOE capaz de contraponerlo al PP.
En este punto surgen campañas que pretenden apropiarse electoralmente de parte de la base social PSOE identificándolo groseramente con el PP. Que son parecidos no les quepa duda, en todo país democrático, aquellos individuos que conviven tienen que tener muchos aspectos coincidentes, de lo contrario sería imposible la convivencia, dejaría de ser democrático, pero desde luego una simple mirada a las acciones y políticas desarrolladas durante 35 años permitirían ver las diferencias, en normativa sobre libertades, en tolerancia diaria, en construcción de sanidad, educación, pensiones, ordenación del territorio, apuesta por mayor I+D+i, etc. etc. Que podrían y deberían haber hecho más, puede afirmarse, pero también que no son lo mismo. Los franquistas se mondan de la risa al ver las campañas de los izquierdistas, ellos lo tienen muy claro, pero si dudan vayan ustedes a decirles a los votantes del PP que puesto que son lo mismo, en las próximas elecciones voten al PSOE. El simplismo del pensamiento y la falta de racionalismo se han instalado en grandes sectores de población, incluidas élites de izquierdas.
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