La
falta de democracia en los partidos es un serio problema -lo trato en Agitando Izquierdas- que tiene relación con la corrupción, aquellos militantes corruptos se sienten poco controlables en sus actividades por parte de los representados, poder
elegir en listas no bloqueadas permitiría quitar a los mas chungos, tiene que ver con la financiación irregular, al no tener control sobre ellos dará lugar a ventas y prebendas, la falta de democracia interna posibilita poco control sobre los
aparatos de partidos y no poder remover cargos con facilidad por responsabilidad política
al margen de penalización judicial… Evidentemente son necesarios cambios
legales, pero nada se andará mientras en los partidos no entre aire renovador,
nuevos individuos, otras fuerzas que pongan en marcha las maquinarias ante el agotamiento que
muestran, porque más importante que las leyes son los comportamientos de las
personas que ya deberían haber producido cambios, con el marco legal existente.
Otras reglas de juego para cambiar los partidos solo serán posibles si son
empujados a cambiar, previamente.
Democracia
interna y cambios en la militancia son imprescindibles, pero sin olvidar que además
de las cuestiones anteriormente citadas hay otra serie de problemas generales,
que afectan a todos los europeos, y que influyen con fuerza en la crisis de las
formaciones izquierdistas. Empiezan a ser visibles con Thacher y Reagan y se
hacen más evidentes desde la caída del muro de Berlín, son transformaciones
profundas que experimentan obreros y trabajadores. Las bases sociales tradicionales de izquierdas, se trocean y dispersan, aumentando la complejidad de
intereses enfrentados. El agotamiento de los partidos en España, hoy clamoroso,
ya era visible a partir de la segunda mitad de los noventa y también tiene que
buscar explicaciones y respuestas a estos cambios.
Social
y políticamente sería una catástrofe la desaparición de un fuerte partido
progresista, socialdemócrata o similar, porque hoy por hoy no se vislumbra una
fuerza de similar potencia capaz de ganar unas elecciones que pudiera sustituir
los gobiernos derechistas. Sin embargo tampoco se ven posibilidades de vencer a
la derechona con el PSOE existente,
quien podría estar inmerso en un cierto grado de descomposición. En los malos
momentos, aparecen las desavenencias y las peleas soterradas durante mucho
tiempo, agravado porque son muchos años de orillar debates que ahora estallan
todos al tiempo y mezclados, la mejor forma para no encontrar salidas a ningún
problema.
‘Podemos’,
hace aflorar los nervios de la izquierda, IU, PSOE, y los grupos pequeños, hoy
parece que su éxito es imparable; nadie tiene una bola de cristal, pero, lo que
rápidamente surge también rápidamente podría desaparecer, -el exceso de sobre
expectativas puede resultar indigesto- ya veremos cómo van adaptándose y
resolviendo sus contradicciones cuando empiecen a elaborar y reiterar
discursos, comiencen a organizarse, a discutir y preparar programas y alianzas
para municipales y generales, etc. el caso es que hoy en todos los grupos
políticos empiezan las carreras nerviosas para ver ¿quién está más allá? Todos
quieren parte del pastel electoral que cede la socialdemocracia, -y quieren
atraer a parte del electorado popular- pero de los 10 u 11 millones de votos socialistas
de antaño, solo entre 1 o 2 millones son auto-titulados izquierdistas, en
terminología demoscopia, el resto son de centro izquierda, sin olvidar que
muchos votos al PSOE son de centro derecha.
Fuente:
Metroscopia. EL País. Febrero 2014.
Si
un partido quiere ganar el poder político tendrá que contar con gran parte de
los veititantos millones de votos centristas –en terminología encuestas- y ello implica
relajar posiciones, discursos y programas. El poder político es útil para
transformar la vida de millones de personas, la paradoja en estas sociedades
democráticas, como la española, es que quien pretenda modificar e influir en la
vida de muchos millones de personas tendrán que abandonar extremos. Las luces
repentinas pueden cegarnos, pero en general, cuanto más extremistas sean los
proyectos a menos gente influirán, lo cual quiere decir que la mayor mejora de
condiciones de vida, en extensión y profundidad, para poderse producir,
requerirá ganar las elecciones y ello lleva aparejado menores extremismos en
discursos, programas y medidas.
Este
es un viejo dilema en las sociedades democráticas, donde el voto condiciona
conseguir poder político; en la Transición el PSOE de Felipe González logró resolverlo a su favor apostando por
modernidad y progresismo, descargándose de marxismo, izquierdismo y
republicanismo. En la sociedad actual el resultado del 99% que económicamente
se puede contraponer al 1%, considerarlo de forma similar en el terreno político
es una equivocación mayúscula, actuar en consecuencia con la consigna de todos
somos iguales y podemos ir unidos es una tontería; no ocurre en parte alguna
que una sociedad camine unida al 99% en torno a iguales criterios de
construcción social. La existencia de partidos, o partes de la sociedad, es una
de las muestras de la diversidad de intereses en torno a problemas comunes. Es
más, en las sociedades modernas aumentan la complejidad y transversalidad de
las opciones e intereses políticos, haciendo mentira que todos queramos las
mismas cosas para resolver iguales cuestiones; y la tendencia a simplificar
solo empeora las salidas a problemas concretos, que aquí pocos abordan
apoyándose fundamentalmente sobre criterios racionalistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario