Ante las dificultades no perdamos la perspectiva, a pesar de la gravedad no estamos en los años cincuenta, (todavía), pero no perdamos de vista que el efecto caída desde un punto alto, puede ser demoledor, más que vivir el mismo nivel vislumbrando mejorar. Las subidas del PIB que refleja el cuadro de la Fundación BBVA e Ivie, son continuadas desde el 58 hasta la crisis actual, donde se produce el descenso.
Aparecen dos zonas sombreadas en las que la curva se hace casi plana, marcan los frenazos de las crisis del petróleo y la de los Juegos Olímpicos y Expo, pero nunca hubo una caída tan pronunciada como la actual, lo cual tiene un efecto ‘descoloque’ en millones de personas que no conocieron la posguerra.
Este bajón del PIB, -del que no habría que descartar que analizado en futuro fuera bastante superior a lo que muestran hoy las cifras- muestra la crisis española, que junto con la crisis internacional ha hecho estallar una tormenta perfecta sobre nosotros, al explotar al mismo tiempo todos los desajustes históricos acumulados, tanto económicos como políticos, provocando la eclosión del modelo social y productivo español. Nos enfrentamos a un problema monumental, cuya imagen más penosa es el paro.
Insisto en el importante matiz a añadir en el caso de la situación española hoy respecto al crecimiento del PIB, se ha producido un bajón repentino en la calidad de vida, es un elemento diferenciador extremadamente importante, ya que no es igual la vida miserable en los años de posguerra a la cual se estaba acostumbrado, que la actual proveniente de mejores tiempos, en la que se vislumbra que por primera vez en mucho tiempo las futuras generaciones vivirán peor que las anteriores. En todo caso haríamos bien en no perder la perspectiva, la mirada al enorme crecimiento del PIB que multiplica por 6 el de finales de los años 50, nos puede hacer comprender mejor donde estamos. Al margen de todas las desigualdades que comportan esos chart, es evidente que la miseria social de entonces no es la actual, pero desplomarse desde un punto alto, como ha ocurrido, tiene efectos imprevistos dañinos y desmoralizadores.
La globalización ha posibilitado deslocalizar procesos productivos que llevan partes o su totalidad a cualquier lugar del planeta, y que han supuesto incorporar cientos de millones de personas al trabajo asalariado desde la miseria más absoluta, reduciendo considerablemente las cifras de trabajadores que vivían con menos de 2 dólares. Al mismo tiempo, la globalización ha generado oportunidades para aumentar en varios millones de personas las nuevas clases medias en muchos países asiáticos, sudamericanos, o Rusia,… aumentando además en esos países cientos de nuevos ultramillonarios mundiales.
En los países centrales, los fenómenos globalizadores han generado una enorme concentración de poder económico aumentando la pobreza y la riqueza, llevando las diferencias de renta entre ricos y pobres a extremos nunca vistos anteriormente, además de eliminar derechos y mejoras que disfrutaban las clases medias desde hacía décadas. Así el fenómeno de la globalización arroja al baúl de los perdedores a las clases trabajadoras y medias de los países occidentales, tradicionalmente beneficiarios de los intercambios mundiales, y particularmente notorio en Europa, lo cual es el magma en el que se encuentra inmersa la actual crisis y que puede romper los pactos sociales generados desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Así, los fenómenos de indignación y protestas en los países centrales muestran que tienen más de revueltas ciudadanas que de clásicas luchas obreras.
En esta dinámica la lucha por el empleo, en España, y en el mundo, se presenta durísima, tanto en los terrenos teóricos sea en la izquierda o derecha, como en las políticas a desarrollar de corto y largo plazo dentro de cada referencia ideológica, ya que en el caso español además de la globalización y la urgente necesidad, las estructuras históricas no lo favorecen, -siempre hemos llegado tarde a los avances del conocimiento científico-tecnológico que situaran a España entre los países de cabeza y ahora ocurre lo mismo-.
Nuestras élites políticas y sociales tuvieron poca comprensión del fenómeno globalizador que incorporó un mundo de nuevas realidades con Rusia, Asia y resto de países emergentes, Turquía, Sudáfrica…, realmente no se enteraron del fenómeno, puesto que en la práctica no adecuaron discursos ni prácticas políticas, y así desde finales de siglo XX España acumuló tal nivel de desajustes que nos han traído hasta la situación actual, pasando por la burbuja inmobiliaria y de crédito, la crisis financiera internacional y la crisis del euro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario