Mutaciones democráticas. Máriam Martínez-Bascuñán. 04 AGO 2024
España no es ajena a estos cambios de modelo, y el ejemplo
más reciente podría ser el acuerdo firmado entre ERC y PSC para investir a Salvador
Illa. Si se aprobase en el Congreso, implicaría la salida de Cataluña
del sistema ordinario de financiación autonómica y arrastraría al resto del
país, abriendo la vía a una mutación confederal de la estructura del Estado.
Hablar de un modelo u otro es importante pues nos procura un marco
interpretativo para la política y proporciona una visión estratégica sobre la
ordenación del territorio común. La lectura federal del modelo autonómico
exigiría una forma de gobierno compartido, multilateral y descentralizado, y
también una manera de hacer política orientada a producir confianza y pactos
entre iguales. El federalismo y el europeísmo beben de la misma fuente.
Pero el pacto de investidura es abiertamente confederal,
pues profundiza en una negociación de carácter bilateral en algo que afecta a
todos los demás territorios. Ambas partes operan, además, con vocabularios
similares, sacados de los manuales nacionalistas. Quienes señalan los
principales escollos del modelo federal culpan a una Madrid depredadora, y aun
aceptándose esa premisa interesada, la solución no puede ser que el segundo
motor del país pacte unilateralmente lo que concede al resto como moneda de cambio
de una investidura. Una verdadera discusión federal implicaría debatir el nivel
de suelo federal (los servicios que se comparten) y hablar de solidaridad y
corresponsabilidad fiscal (que cada uno pague según tenga). Dar más poder a Cataluña no es ser más federal: hablamos
de sacar a la segunda economía del país del régimen común. Si mañana Madrid o
Andalucía pidiesen lo mismo, ¿con qué argumentos diríamos que no?
Tras una década de tensión política, una declaración
unilateral de independencia y las condenas del Supremo, el Gobierno de Sánchez
concedió indultos, reformó la sedición y la malversación y aprobó la amnistía. Y ese círculo de concordia se
cierra, al parecer, concediendo aquello que Artur Mas pedía en 2012. Una década
de colisiones para un cierre insólito: conceder lo que se pedía al principio, y
quizás también el referéndum. ¿Cómo saberlo? Dicen que en Cataluña la mayoría
de la población piensa que están mal financiados y que los servicios públicos
van mal, igual que en el resto de las comunidades. Mientras un catalán sufre el
servicio de cercanías, a Jaén no llegan trenes. Un Gobierno central debería
mirar al conjunto y velar por los intereses de todos. Pero lo que prima es una
visión por pedazos. Piénsenlo así: ¿qué les parecería que los impuestos
recaudados en los barrios deNeguri, Salamanca o Pedralbes fuesen para ellos, y
lo mismo en San Francisco, Vallecas o Nou Barris? Para entender este
desaguisado, sigan al dinero.
https://elpais.com/opinion/2024-08-04/mutaciones-democraticas.html
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