La mierda vuela rápida por las redes, con la coartada de crítica, con la absurda tontería de adjetivarla como política. Pero solo es mierda, la política es otra cosa, requiere sensatez, estudio, hablar, escuchar, leer, pensar, organizar, proyectar, convencer.
Hace
ya muchos meses me aparté de escribir en mis blogs sobre lo cotidiano, trataba
de evitar el mal cuerpo que produce la falta de debate de contrastar ideas y
proyectos, de buscar en el tema de que se trate lo importante y lo secundario, de
cómo partes de utilidad se encuentran en diferentes caminos… pero el espacio cada
vez está más lleno de insultos, proferidos por quienes tienen necesidad de
practicarlos para hacerse escuchar, precisamente por carecer de ideas. Aunque a
veces surgen ganas de hablar, no porque sea especialmente importante el asunto
del momento, sino, simplemente porque hay días que rompes con tus propios deseos.
La
carrera acelerada por lo corto avanza sin freno, esa frase supuestamente
graciosa que de forma grosera y sucia, casi siempre lanzan los iletrados, y
muchas veces los conocidos y amigos. La cosa se agrava cuando quienes lo hacen,
son personajes públicos que ostentan cargos institucionales, como senador,
presidente de la comisión de Transición Ecológica, secretario de RTVE, vocal en
las comisiones de Educación, Adicciones, Seguridad Social y Migraciones. El gusto
por la frasecita, y no por las ideas y el trabajo, el vicio del adjetivo para descalificar
al otro, a cualquier idea del otro que sea diferente a la de su tribu,
diferente a si mismo, aunque lo sea solo en parte, ese vicio de vaguería de
pobreza moral de incapacidad para actuar en política debería ser condenado por
toda la ciudadanía, claro está que incluida la gente de su grupo. Todos somos
muchas personas distintas a la vez, y muchas más a lo largo de la vida. Pero
algunos individuos solo enmierdan la política y todo lo que los rodea.
Me lo sugirió el artículo ‘Garzón y el mequetrefe’ de Pablo Ordaz, del que entresaco algunas frases.
‘’Encima va y lo empeora.’ Tienes que irte a tu casa, no sirves para nada. Deja a los ganaderos en paz, mequetrefe. https://t.co/G5hH1OykCu.La sorpresa es que se trata de un senador. Pero no solo. Según su perfil, es senador del Partido Popular por Gran Canaria y vicepresidente de la Comisión de Transición Ecológica, secretario de la de RTVE y vocal en las de Educación, Adicciones, Seguridad Social y Migraciones. Casi nada. Alguien así se supone que debe ser de carácter tranquilo y mesurado, un padre de la patria a la antigua usanza, casi un devoto del manual de Carreño, aquel célebre compendio de normas de urbanidad y buenas maneras escrito en el siglo XIX. La primera pista viene del tuit fijado en su perfil. Se trata de un vídeo en el que aparece dirigiéndose durante seis minutos al ministro Fernando Grande-Marlaska. Lo pone de vuelta y media: “Se lo voy a decir claro. Usted no tiene ni puñetera idea de lo que está pasando en Canarias. ¡Míreme a la cara...!”.
Llama la atención el tono, el braceo, esa forma de buscarle la cara... Tal vez solo fue un mal día. Veamos algo más reciente, a cuenta por ejemplo de las declaraciones de Alberto Garzón. La sorpresa es aún mayor. Sergio Ramos parece no haber hecho otra cosa en los dos últimos días que arremeter contra el ministro de Consumo por esa habilidad tan suya de meterse en charcos, pero sobre todo la imagen que proyecta de sí mismo. Un senador del Reino de España buceando en la cuenta de un ministro para ver qué comió en su boda en 2017 o rescatando un tuit de 2015 en el que Garzón celebra algo con sus amigos frente a un plato de croquetas y otro de jamón.
Twitter es una máquina muy eficaz para atacar al contrario, y casi perfecta para arruinar la imagen de uno mismo.’’
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