La democracia
nacionalista, hoy secesionista, aplica derechos solo para independentistas y aliados, mientras
arrincona socialmente a todo individuo que no apoye su objetivo tachándolo de
traidor, de no ser catalán, procediendo a relegarlo en su lugar de trabajo y
entorno, barrio, escuela, empresa. La democracia solo para catalanistas, supuso
marginar a la mitad de los catalanes para puestos de responsabilidad en medios
públicos de radiodifusión, en empresas públicas catalanas, en puestos de
responsabilidad de la Administración Pública, en cargos Institucionales, fueran
deportivos o culturales.
Remiren la inmersión lingüística y véanla utilizada
como elemento para cribar/reducir emigrantes castellano-hablantes que pasen a
bachillerato. Las redes sociales están llenas de casos concretos relatados por
padres y madres de represión lingüística en los colegios a niños pequeños,
regañados y apartados, como así mismo hay cientos de casos de adoctrinamiento
sectario, hoy es imposible no querer verlo. Supuso, desde hace muchos años,
expulsar a miles de trabajadores de enseñanza y realizar cribas para posterior
contratación, supone zancadillear a profesores universitarios si no se
identifican nítidamente como indepes, o marginar a los tibios, supone
arrinconar y denunciar a trabajadores enseñantes y sanitarios que no se presten
a ser activistas por la independencia.
La manifestación pública
de tropelías que pisotean derechos ciudadanos de los no indepes va surgiendo
poco a poco, hasta ir conformando listas enormes de agresiones, vejaciones,
marginaciones…, el miedo que las retenía pareció romperse en octubre 2017.
Ocultadas por los nacionalistas durante lustros, ayudados por gentes de
izquierdas, para no provocar, decían, taponaban difusión en los medios,
dificultaban permisos de reunión y locales, mientras descalificaban brutalmente
a quienes las elaboraban, porque eran de tal o cual tendencia, de tal o cual
partido, se descalificaba sin contra-argumentar se ocultaba la información, mejor
no criticar lo que se documentaba, ello extendió injusticias y privación de derechos
democráticos. Hoy quien quiera puede ver en los medios y redes una enorme lista
de amenazas exabruptos y gritos de expulsión a los catalanes no integrados en
la independencia. Luchar por la autodeterminación es luchar por derechos
individuales o colectivos no universales, supone tener como ideal aumentar los
derechos solo para una parte de catalanes, eliminando los de otros catalanes.
Por supuesto todo comportamiento se agrava, si en vez de considerar solamente a
los catalanes incluimos la ciudadanía española.
Las revoluciones cambiaban el orden social, la
escalera de poder y representación, la organización de la sociedad revolucionaria
se zarandeaba en todos sus tramos, profesores, catedráticos, periodistas o
voceros, gurús mediáticos, económicos, políticos, sacerdotes e iglesias, notarios,
registradores, abogados, y poderosos de cualquier sector eran derribados por
otros apoyados en movilizaciones, los nuevos, jóvenes mayoritariamente, los de
abajo, se ponían arriba, las clases populares ocupaban parcelas de poder y se
producía una redistribución de riquezas, las tierras se repartían, se
requisaban medios de transporte, los medios de producción cambiaban de propietarios,
algunos se colectivizaban o se apropiaban por las instituciones del estado
naciente en manos de nuevos poderes políticos, las iglesias y religiones,
desaparecían y sus muchos edificios, colegios, catedrales, monasterios eran
requisados y puestos al servicio común. No parece estar ocurriendo en Cataluña.
En todas
las revoluciones aparecían episodios violentos, de enfrentamientos entre los
representantes de lo viejo y lo nuevo, la lucha por el poder. El problema aquí,
en el proceso de autodeterminación de Cataluña, es determinar ¿qué es lo viejo y cual lo nuevo?, el
nacionalismo que pretende aparecer como lo nuevo ante oleadas de jóvenes
inexpertos, basa su legitimidad en ideales imaginarios de hace muchos cientos
de años, cuando las gentes no tenían vida propia, no podían decidir nada,
dependían de sus señores, los nacionalistas pretenden legitimidad, dicen,
lograda cientos de años atrás, cuando la gente moría de hambre, de frio y
enfermedades, la esperanza de vida era de 30 años, por supuesto todos eran
analfabetos y sometidos a una docena de soberanos y señores feudales. Durante
algún tiempo, muchos años después del nacimiento de la Generalitat, que se
aduce como inicio de su legitimidad, en los pocos momentos que hubo derecho de
voto, lo fue solo para los poderosos, restricciones de propiedad, de sexo y/o
educación lo impedían para el grueso de los catalanes. Una pequeña muestra de
cómo funcionaban las cosas se lee en este estudio de Bernat Hernández.
‘’Francisco de Borja, con su nombramiento de
virrey, recibió unas instrucciones bastante concretas sobre el desempeño de su
cargo. Como prioridades se situaban el control del bandolerismo, que era
presentado como una lacra que afectaba al conjunto de la sociedad catalana y
del que preocupaba especialmente las implicaciones de eclesiásticos en las
luchas de facciones…
Más que el bandolerismo en un sentido actual y
jurídico del término, el problema fundamental al que debió enfrentarse el
virrey Borja fue el de una sociedad dividida, enfrentada en luchas de facción.
Las referencias documentales sobre el tema son muy numerosas y bien trabajadas
por una bibliografía abundante. Justamente, nada más jurar el cargo, el virrey
hubo de intervenir en la ciudad de Tortosa, población que describe, en términos
tremebundos, como un nido de bandidos o una «cueva de ladrones» y «amparo de
deservidores» de la monarquía.’’ La situación de la ciudad del Ebro era un reflejo del
fenómeno del clientelaje nobiliario, eclesiástico u oligárquico municipal que
resolvía sus conflictos mediante partidarios armados. Un problema que afectaba
por igual a instituciones catalanas, municipios y oficiales monárquicos.
En gran medida, este estado de cosas era una pesada
herencia de los graves problemas arrostrados por el Principado desde la crisis
bajomedieval, que había sido particularmente severa en las guerras civiles y
sociales del siglo xv. Por su parte, la dinámica de urbanización (planteada
en términos de la fijación de jurisdicciones) de la población catalana había
provocado tensiones entre las nuevas élites urbanas y los poderes feudales
tradicionales del entorno rural. A nivel de señores laicos –fueran familias o
colectivos municipales, nuevos poderosos locales o linajudos feudales– y señores
eclesiásticos, estos enfrentamientos se habían recrudecido en tiempos de Borja.
La configuración de estructuras de poder por parte de la Diputación del General
y de la monarquía comenzaba a afectar al mundo de las parcialidades, al
proceder a alineaciones y tomas de posición en los nuevos ámbitos de decisión
por parte de los linajes tradicionales. ’’
Bernat Hernández, Universitat Autònoma de Barcelona, ‘Bandos y
piratería en la Cataluña del Siglo XVI. Las actuaciones del Virrey Francisco de
Borja (1539-1541)’
La
historia no concede derechos, cuando los nacionalistas se apoyan en ello,
realmente arguyen un derecho a la
desigualdad actual -Aurelio Arteta-. La revolución francesa lo dejó claro,
lo revolucionario es instaurar derechos para los vivos en condiciones de
igualdad, sin considerar viejos privilegios del antiguo régimen, lo muerto no
debe prevalecer sobre los vivos. Los supuestos derechos históricos suponen
minorar derechos a los actuales ciudadanos, ¿de qué año tomamos las
prerrogativas, cuáles consideran válidos, aquellos del siglo XV, del XVI, o los
del XVIII? ¿Aquella Generalitat que no elegía el pueblo se pretende imponer a
ésta? ¿Las confabulaciones de familias que ostentaban los poderes es lo que defienden
reinstaurar? ¿O los casamientos obligados entre nobles como forma de reparto de
poder? ¿Quizás quieran reinstaurar el derecho de pernada, o la capacidad de
ajusticiar que tenían los nobles? Esas son las tradiciones que contraponen a la
revolución que supone la igualdad de derechos para todo individuo.
En
palabras de Steve Pinker ‘’La vida
anterior a la Ilustración estaba ensombrecida por el hambre, las plagas, las
supersticiones, la mortalidad materna e infantil, los caballeros merodeadores,
y los señores de la guerra, las sádicas torturas y ejecuciones, la esclavitud,
las cazas de brujas, las cruzadas genocidas, las conquistas y las guerras de
religión’’. Este es el tiempo anterior, estas son las cosas que sucedían en
aquel pasado irreal y en el que quieren basar su legitimidad. El derecho al
voto universal para toda persona, hombre o mujer, mayor de edad, sin
restricciones de ningún tipo, se instauró en Cataluña en 1978 con la
Constitución Española, que contiene el mayor caudal de derechos que nunca tuvo
la población, a la educación universal, a la sanidad universal, a pensiones o
paro, salario social para los momentos de dificultades, a la libertad de
expresión y circulación, a la igualdad de derechos entre todos sin distinción
de sexo, raza, etnia, lengua, cultura, religión,…
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