BATALLAS Y DERROTAS.
José M. Roca
La Transición no fue lo que nos han contado, ni lo que
muchas personas recuerdan. El
discurso canónico sobre la Transición fue la piedra angular del relato triunfal
sobre la España democrática acuñado después, que afirma, en síntesis, que, tras
una guerra fratricida y una larga dictadura, el acuerdo entre la izquierda
razonable y la derecha moderada permitió, con la bendición de la Iglesia y el
impulso de la Corona, reconciliar un país escindido y restablecer un régimen
político democrático ratificado en referéndum por el pueblo español[1].
Este relato señala el carácter pacífico, colectivo y
dialogado del cambio de régimen para oponerlo, como ejemplo, al enconamiento
político de la II República y la guerra civil, pero ello no indica que
estuviera exento de amenazas y de violencia, ejercida tanto por fuerzas de
seguridad del Estado como por grupos armados de derecha e izquierda.
Terrorismo, represión y guerra sucia son ejes coercitivos, que, según Sánchez Soler[2],
acompañaron a la Transición, dejando un saldo de 590 muertos y miles de heridos
y detenidos.
Por la cantidad y la calidad de los acontecimientos sociales
y políticos y por el número de personas que participaron en ellos, la
Transición se puede considerar el período más agudo de la lucha de clases
ocurrido en España desde la guerra civil.
El proceso de transformaciónde la dictadura franquista en
una monarquía parlamentariase puede entender como un conflicto jalonado por una
sucesión de batallas políticas (pero no sólo políticas), que, por la rapidez y
la firmeza mostradas por quienes llevaron la iniciativa,sorprendió a las
organizaciones de la izquierda radical, cuyos programas habían previsto un
desenlacemuy diferente al régimen de Franco.
La mayoría de estos grupos esperaba que se produjeran drásticas
mutaciones políticas y, posiblemente, un cambio en el carácter de clase del
gobierno a causa de la ofensiva de las clases subalternas contra la dictadura,
al tiempo que subestimaba la capacidad para evolucionar de la élite política dominante.
No es extraño, pues, que estos grupos quedaran confundidos por una situación
que se alejaba del modelo insurreccional de la revolución triunfante, tan grato
a las izquierdas radicales, y se acercaba al modelo gramsciano de revolución pasiva o a un cambio de régimen político
por transacción[3],
en el que jugarían un papel destacado dos partidos de base obrera y popular, el
PSOE y el PCE.
Lo que se describe a continuación no es una historia de
la Transición ni la historia de la izquierda radical durante aquel período, que
se estiman sabidas dado el objeto de este Congreso, sino, dentro del citado
modelo de transacción, una serie de batallas libradas (y perdidas) por la
extrema izquierda, que con sus desenlaces marcaron la progresiva orientación del
cambio derégimen.
Iª
BATALLA.1975. LA MUERTE DEL GRAN ENEMIGO
El 20
de noviembre de 1975 falleció Francisco Franco, Jefe del Estado español y
“Caudillo de España por la gracia de Dios”. El Generalísimo expiró a causa de una
septicemia generalizada, después de larga agonía y tres intervenciones
quirúrgicas.
El
odiado enemigo de la izquierda radical murió en la cama, invicto e impune, sin dar
cuenta ante nadie de las responsabilidades contraídas por su colaboración en la
rebelión militar de 1936 y haber ostentado el mando supremo de las tropas
sublevadas en la guerra civil, y por su largo y despótico mandato. El “hecho
biológico” burló la esperanza de quienes pretendían verle derrocado por una
huelga general revolucionaria o por el asalto de las masas al palacio de El
Pardo y juzgado por un tribunal popular.
Franco
murió demasiado pronto para la izquierda radical, la cual, con pocos años de existencia,
escasa experiencia políticay teóricamente mal pertrechada, andaba dividida,
disponía de poco respaldo social y carecía de tiempo para acumular fuerzas con
las que llevar adelante sus radicales propósitos, debiendo, además, hacer
frente a competidores de la izquierda moderada y a los reformistas del Régimen,
que llevaban la iniciativa. Con el
“hecho biológico”, la izquierda radical perdió su primera batalla en la
Transición.
Franco
murió, pero su régimen, desmintiendo los pronósticos de muchos programas, no se
hundió de modo catastrófico,sino que pudo evolucionar hasta convertirse en un régimen
político representativo, formalmente homologable con los del entorno.
IIªBATALLA. 1976. ¿REFORMA O RUPTURA?
Abortado el intento de Arias de prolongar la dictadura,el
sector reformista decidió sustituir a Arias por Adolfo Suárez para iniciar la
reforma del Régimenantes de que las fuerzas de la oposición pudieran unirse e imponer
una ruptura. Suárez acometió la tarea de hacerlo sin romper con él, y la primera batalla
importante era decidir el marco jurídico que amparase los cambios.
En septiembre de 1976, el Gobierno hizo
público el proyecto de Ley para la Reforma Política, en octubre la Plataforma
de Organismos Democráticos (POD), que aglutinaba a la oposición, presentó un
programapara la ruptura democrática. El 18 de noviembre, las Cortes aprobaron
la Ley, que sería ratificada en referéndum el 15 de diciembre.
El Gobierno hizo una campaña electoral sin
oposición, utilizó el aparato de propaganda de la dictadura, reprimió las
opiniones disidentes y norecibióa la Comisión Negociadora de la Oposición, que
defendió la abstención, aunquesin éxito, ya que el refrendo fue favorable al
Gobierno.
Frente a los partidos de la
oposición (en la ilegalidad) y a los nostálgicos del franquismo, los resultados
del refrendo, con una participación del 77,4% y el 94% de votos afirmativos, mostraron
la capacidad del Gobierno para conseguir el respaldo popular a la reforma.
Tras conocer el resultado,Suárez
se entrevistó con la Comisión Negociadora. Trasesos encuentros, la oposición
pareció despertar de un sueño. Los acuerdos -gobierno de consenso, legalización
de partidos y sindicatos, elecciones libres, asamblea constituyente, amnistía
política y laboral, derechos civiles, estatutos de autonomía y programa
económico contra la crisis-,que formaban el programa rupturista de la oposición
democrática, se deshicieron como azúcar en el agua. El moderantismo impuso, y
los representantes de la izquierda radical en los organismos unitarios fueronmarginados
de los acuerdos que decidieron la orientación de la Transición.
IIIª BATALLA. 1977. LAS ELECCIONES GENERALES DEL 15 DE JUNIO.
La convocatoria de las elecciones colocó a la
izquierda radical ante una difícil disyuntiva. Una parte las rechazó-LC,
OCE-BR, PCE (m-l), PCE (r), PC (UR), PORE, UML- con la abstención o el boicot,
porque las consideró una pieza en la democracia burguesa, una maniobra de la
derecha para consolidar la monarquía fascista, una farsa que no respondía a los
intereses de los trabajadores o un freno a la lucha de las masas. El rechazo se
hizo apelando a resistir la ofensiva burguesa, a formar un frente obrero,
popular, republicano o antifascista, a preparar la ofensiva obrera o la huelga
general, en una coyuntura que algunos grupos estimaban prerrevolucionaria.
Otros partidos decidieron participar. En unos casos
(ORT y PTE), porque ya percibían que la actividad política se desplazaba a las
instituciones. En otros casos (LCR, MCE, OIC, AC, POUM, PCT), porque estimaban
que la campaña electoral permitíadenunciar la Reforma y difundir los programas
revolucionarios. Pero la izquierda radical acudió a las elecciones dividida y,
dada su ilegalidad, amparada en unas agrupaciones electorales prácticamente
desconocidas para los votantes.
El programa del Frente por la Unidad de los Trabajadores
(FUT) -LCR, AC, OICE y POUM- contenía reivindicaciones obreras inmediatas,
ofertas de lucha contra el pacto social y propuestas como disolver los cuerpos
represivos y nacionalizar, sin indemnizar, la banca y las grandes empresas,
entre otras.
El MC concurría con el PCT yel MS, bajo la
Candidatura de la Unidad Popular (CUP), en Valencia con el PSPV, en Cataluña
con el PSAN, en el País Vasco con EE y en Navarra con OIC y EIA, en UNAI.
ORT adujo que las elecciones suponían un momento
decisivo en el enfrentamiento del pueblo y el fascismo. Fracasadoelintento de
formar un Frente Democrático Popular anti-oligárquico, acudiócomoAgrupación
Electoral de los Trabajadores (AET) con un programa que defendía la depuración
de los cuerpos armados, la reforma agraria revolucionaria, la nacionalización
de bancos y grandes empresas y el control de las propiedades del imperialismo. La
república democrática era el marco idóneo para aplicarlo.
El PTE propuso a formar un frente con un programa con
medidas para superar la crisis económica a favor de pueblo trabajador y obtener
una amplia democracia. La propuesta no cuajó y concurrió amparado en el Frente
Democrático de Izquierdas (FDI), que aglutinó a UCE, al PUCC yal PSI. En Cataluña
acudió con ERC y Estat Catalá (EC-FED).
Tras una campaña electoral en desventaja, los radicales
obtuvieron un mal resultado, pues, ante los 5.371.866 votos de PSOE-PSC
(29,32%) y 118 diputados; el 1.709.890 votos (9,33%) del PCE-PSUC y 20 escaños;
los 816.582 votos (4,46%) del PSP y 6 diputados; el FDI obtuvo 122.608 votos
(el 0,67%), la AET, 77.575 (el 0,42%); el resto de partidos y coaliciones
cifras aún más bajas: la coalición valenciana del MC 31.138 (1,67%), el FUT
41.208 (el 0,22%), la CUP 12.040 (0,07/0,4), el PCU de Canarias 17.717, la CUP en
Madrid, 5.206 votos (el 0,03%), superados incluso por el residual PSOE (h),que
obtuvo 21.242 votos (0,12%).
Hay que añadir los votos del MC en EE, que con
61.417 votos, el 0,34%, alcanzó un diputado (que no era de MC), los de UNAI
24.489 (el 0,13%), los 22.771 votos del BNPG (el 0,12%) y los del PTE en
Cataluña, con ERC, que con 143.954 votos (el 0,79%), obtuvo un diputado, pero
ERC rompió la coalición y se quedó con el escaño.
Aun así, los votos estimados de la izquierda radical
apenas rebasaron los 350.000, frente a los casi dos millones (1.709.890)
obtenidos por el PCE, su rival en la dirección política de las masas, y los
5.371.866 votos obtenidos por el PSOE.
Los resultados mostraron que eran pocos los votantes
representados por los programas radicales, que las masas revolucionarias se
reducían a una estrecha franja de personas activas y que la vanguardia comunista
aún tenía mucho camino por delante para ganarse a las grandes masas de la
población asalariada.
La victoria electoral de UCD, la
coalición de ex franquistas reformistas, con 6.310.391 votos (34,44%) y 166
diputados, significaba que, en junio de 1977, la reforma del Régimen salía
adelante con apoyo de fuerzas burguesas ylos grandes partidos de la izquierda (reforma pactada, más que ruptura pactada), que estaba impulsada
por el mismo Gobierno yque no se habíancelebrado elecciones constituyentes,
sino que la primera y decisiva parte de la reforma se había realizado bajo la
cobertura legal de la Xª Legislatura de las Cortes de la dictadura, inauguradas,
por Franco, el 18/11/1971 y clausuradas el 30/6/1977.
IVªBATALLA. 1977. El PACTO DE LA
MONCLOA
La
siguiente batalla se libró en otro terreno.El Pacto de la Moncloa fue una
iniciativa del Gobierno para hacer frente a la crisis del modelo productivo
español, afectado por la crisis económica internacional. Como en los años
treinta, la crisispolítica coincidió con una crisis económica, debiendo los
gobiernos hacer frente a ambas, aunque operando de modo distinto, pues la
crisis política se resolvió con más rapidez que la económica (1973-1985), que
tardó doce años en superarse.
El
Pacto de la Moncloa marcó un punto de inflexión en las relaciones laborales y
en la orientación de la economía, y fue una pieza fundamental en la estrategia
del Gobierno, corrigiendo con severos ajustes los desequilibrios del modelo
productivo español, de modo especial la inflación de dos dígitos, cercana al
30% anual, y el déficit de la balanza comercial.
Como el
cambio de régimen no afectó a la propiedad de los medios de producción y dejó
intacta la estructura del poder económico, las medidas para salir de la crisis
y adaptar el modelo productivo español al modelo europeo se encaminaron a garantizar
el beneficio empresarial,facilitar las inversiones de capital y reducir costes
laborales, manteniendo los salarios por debajo de la tasa de inflación
prevista, flexibilizando el mercado de trabajo y disciplinando a la población
asalariada. Como tales propósitos podían suscitar la resistencia de los
trabajadores y la represión desnuda restaría credibilidad democrática de la
reforma, era preciso un acuerdo con los dos grandes partidos de la izquierda
para hacer cumplir el Pacto a través de sus respectivos sindicatos, UGT y CCOO.
Firmado
el 25 de octubre, el Pacto de la Moncloa era un acuerdo económico y laboral,
pero también político,pues avanzaba asuntos luego recogidos en la Constitución.
Un pacto que marcó un cambio en las relaciones laborales y abría la vía anuevas
reformas, como el Estatuto de los Trabajadores y la Ley Básica de Empleo, y anuevos
pactos sociales, necesarios para transitar desde el modelo franquista a la
desregulación de tipo neoliberal que exigía la Comunidad Europea.
Las
organizaciones radicales rechazaron el Pacto de la Moncloa por diversas
razones: era un pacto social para favorecer al gran capital, a los monopolios;
un paso más para consolidar la democracia burguesa; un plan de estabilización;
un pacto que exigía a los trabajadores sacrificios económicos a cambio de
derechos políticos; una vil traición; un pacto injusto, antidemocrático e
inoperante; un intento de preservar el franquismo o la monarquía, o de
involucrar al PSOE y al PCE en la política del Gobierno sin estar en él; una
respuesta a la ofensiva de los trabajadores; el intento de crear una
aristocracia obrera; una agresión a los trabajadores y al pueblo para preservar
los beneficios al capital; o una traición del PSOE y del PCE.
Respecto
a sus resultados, para la LC y el MC serían dudosos, para el PTE, inoperante,
para el PCE (m-L) papel mojado, para la UML el pacto se cumpliría en los
aspectos lesivos para los trabajadores, mientras otros no se cumplirían porque eransimples
promesas. Todos los grupos apelaron a resistir su aplicación; para unos, el
Pacto sería desbordado por la movilización social, en tanto que otros apelaron
a los militantes del PSOE y del PCEpara que rompieran el acuerdo, y a la base
de los sindicatos para formar un frente común contra su aplicación. El PTE
ofrecía como salida el Gobierno de Salvación Democrática, y LC y LCR,el
programa de un gobierno obrero.
Pese a las apelaciones de unidad, las
organizaciones radicales no lograron erigir un frente común, y aunque hubo
resistencia en toda España las luchas carecieron de la coordinación necesaria
para echar abajo un pacto respaldado por el Gobierno, por los grandes partidos,
por los sindicatos y las organizaciones patronales.
Los partidos firmantes y los grandes sindicatos
descalificaron los movimientos sociales que siguieron luchando contra la
depreciación salarial, la carestía yla regulación de plantillas, y apelaron a aceptar
la contención salarial y a reducir el consumo para salvar la economía nacional
y consolidar la democracia. UGT
y sobre todo CCOO se emplearon a fondo para que los acuerdos de la Moncloa se
cumplieran. Y el pacto, en los aspectos más onerosos para los asalariados, se
cumplió, pero los efectos de tales
llamamientos realizados por los sindicatos y lospartidos que los firmaron(PSOE
y PCE) fueron desmoralizadores para la población asalariada y sembraron no
pocas dudas sobre la sinceridad de quienesse presentaban como defensores de los
derechos de los trabajadores y sobre el asimétrico orden económico que estaban fundando.
Vª
BATALLA. 1978. LA CONSTITUCIÓN Y EL REFERÉNDUM CONSTITUCIONAL
La
victoria relativa, sin mayoría absoluta, en las elecciones de 1977 y el
agravamiento de la crisis, aconsejaron al Gobierno negociar con las fuerzas de
la oposición, abriendo una etapa de consenso, que se concretó en el Pacto de la
Moncloa y en la elaboración de la Constitución. Así, las elecciones de 1977
devinieron en elecciones constituyentes.
La
Constitución es la pieza fundamental del régimen democrático surgido del
consenso. Conseguir su aprobación en referéndum suponía culminar la Reforma,
pues con ello concluía, en sentido estricto, la Transición, ya que derogaba las
Leyes Fundamentales de la dictadura y las reemplazaba por la ley fundamental de
un régimen democrático.
La
izquierda radical criticó el contenido del articulado y el procedimiento para
discutirlo y aprobarlo: el secreto del debate, el consenso sobre ciertos temas y
el refrendo, que se sometía a una sola decisiónasuntos que merecían consultas
separadas.
Según su discurso, la Constitución no atendía las
demandas de los trabajadores y las clases populares y reconocía el modo de
producción capitalista, legitimaba la monarquía, establecía un poder ejecutivo
fuerte heredado del franquismo y un Estado centralista que limitaba derechos
civiles y negaba el de autodeterminación; concedía al ejército la función de
garantizar el orden constitucional y la unidad del Estado; consolidaba la
influencia de la Iglesia católica y del patriarcalismo, y consentía la
penetración del capital extranjero y la tutela política y militar de Estados Unidos.
Razones por las cuales rechazaban la Constitución,
aunque divergían en la postura ante el referéndum. Hubo grupos que postulaban
el boicot o la abstención (AC, MC, OIC, OCE-BR, UML, PCT, POUM, UCE), otros
solicitaron el voto negativo (LCR, PCE (m-l), PTE en Euskadi) y unos terceros
(ORT, PTE) acabaron solicitando el apoyo.
AC y elPOUM pidieron el voto
negativo para una constitución monárquica y reaccionaria, que era un recambio
de la dictadura. Para la LCR,
era la Constituciónque reclama
una minoría explotadora en este país, el grancapital, la banca, la CEOE y la
Iglesia; es simplemente la Constitución de UCD.
El MC afirmaba: aceptar la Constitución es aceptar un régimen de derechas, capitalista,
monárquico, represivo, centralista y machista. Tras presentar
numerosas enmiendas al texto a través de la coalición electoral EE, llamó a la
abstención en el referéndum. Para OIC:UCD
ha hecho una Constitución a su medida, que mantiene los objetivos de la reforma
política: restringir las libertades democráticas, fortalecer el poder de la
derecha, dividir y debilitar a los trabajadores y a sus organizaciones,
por lo cual solicitó la abstención. El
PCE (m-l) afirmaba: la constitución monárquica, combinada a espaldas del
pueblo, no será más que un trozo de papel mojado sin autoridad moral alguna,
porque España, hoy como ayer, sigue siendo, mal que les pese a las
monarquizadas Cortes, republicana. Llamó a votar No.
El PCE ® afirmaba:entre esta constitución y las
Leyes Fundamentales del reino de Franco no hay ninguna diferencia. El poder
está en las mismas manos y sigue explotando y reprimiendo al pueblo. Impulsó
una campaña de boicot al aborto constitucional, difundiendo el Programa de la República Popular.
El PCT apeló a abstenerse ante una constitución palaciega,
monárquica, centralista y capitalista, a la que también reconocía
aspectos positivos.
La UML rechazó
participar en la farsa de un referéndum que plantea cómo única posibilidad de
expresión votar sí o no, cuando se están debatiendo cuestiones centrales de las
condiciones de vida y trabajo de la clase obrera. Hizo campaña por la abstención.
Sin embargo, mientras se discutía el texto
constitucional, y debido a diversos sucesos, los dos mayores partidos de la
izquierda radical -ORT y PTE- dieron un giro a sus posiciones y de criticar
inicialmente el proyecto pasaron a solicitar el voto afirmativo en el
referéndum. ORT adujo la inestabilidad
política como razón: postergar la aprobación y puesta en vigor de la
Constitución favorece una inestabilidad política de la que son máximos
beneficiarios los fascistas. Por ello, aunque en bastantes aspectos la
Constitución es un trágala para el pueblo y para el Partido, tenemos que
inclinarnos por el sí.
El PTE afirmaba:el proceso constituyente toca a
su fin. Con él mueren las Leyes Fundamentales del franquismo y una de las
peores etapas de nuestra historia. El Partido del Trabajo de España llama a
todos los ciudadanos a votar Sí a la Constitución.
El día 6 de diciembre de 1978, la Constitución fue
aprobada con los siguientes resultados. Del censo de 26.632.180 electores
potenciales, votaron 17.873.271 personas (el 67,11%) y 8.758.909 personas
renunciaron a hacerlo (abstención del 32,89%), los votos válidos fueron
17.739.485 (99,25%), los nulos 133.786 (0,75%), los votos afirmativos fueron
15.706.078 (88,54%, pero sólo el 59% del censo) y los negativos 1.400.505
(7,89%), hubo 632.902 votos en blanco. En el País Vasco y Navarra las cifras
aún fueron más rotundas: la abstención superó el 51% y los votos afirmativos no
llegaron al 35% del censo. Datos que en la extrema izquierda se interpretaron
de muy diferente manera.
VIª
BATALLA. 1979. ELECCIONES LEGISLATIVAS DEL 1 DE MARZO
Tras
la entrada en vigor de la Constitución, las elecciones legislativas del 1 de
marzo de 1979 fueron las primeras del nuevo régimen democrático, pero se
celebraron bajo la cobertura de la misma ley electoral preconstitucional. Y los
resultados confirmaron su sesgado diseño, que volvió a favorecer a quienes
fueron sus artífices, pues UCD, con el apoyo del 23% del censo electoral, obtuvo
el 35% de votos válidos y el 48% de los escaños del Congreso. Los reformistas
del Régimen, sin mayoría absoluta, iban a seguir al frente de las nuevas
instituciones democráticas.
Los
partidos radicales, ya legalizados (no todos), concurrieron con sus siglas.
Habían efectuado una lectura equivocada del resultado electoral de junio de 1977
y acudían a los comicios de 1979 esperando mejorar los resultados, y en el caso
de PTE y ORT, con la expectativa de obtener varios diputados. La mayoría de
estos grupos no aspiraba a tanto, pero alguno acariciaba el sueño de llegar al
Congreso para llevar allí la voz de la calle y de las fábricas.
Los
programas contenían medidas económicas y políticas, desde lo inmediato (contra
el paro, la carestía y el pacto social; salidas a la crisis a favor de los
asalariados) a otras a más largo plazo (desnuclearización energética,
nacionalización de la banca, de los latifundios y grandes empresas; impulso del
sector público; reforma fiscal y control del crédito, reformas sanitaria,
agraria y educativa). Otros proponían llevar más lejos el impulso democrático
(reformar la Constitución, depurar el Estado de restos fascistas, derogar la
ley antiterrorista, ampliar derechos civiles, de mujeres y jóvenes; celebrar refrendos
sobre monarquía o república y la autodeterminación de las nacionalidades;
separación de la Iglesia católica; neutralidad exterior, no a la OTAN y a las
bases norteamericanas). En algunos casos se postulaba la unidad de la izquierda
y de los sindicatos y la formación de un gobierno obrero para llegar a un Estado
republicano y federal.
En el
Congreso, UCD obtuvo 6.268.593 votos (34,84%) y 168 escaños (48%); el PSOE
5.469.813 votos (30,40%) y 121 escaños (34%); el PCE 1.938.487 votos (10,77%) y
23 escaños (6,57%); CD, sucesora de AP, 1.060.330 votos (5,89%) y 9 escaños
(2,57%); y la extrema derecha, la UN de Blas Piñar, con 378.964 votos (2,11%),
tuvo 1 diputado.
La
izquierda nacionalista vasca HB, con 172.110 votos (0,96%), obtuvo 3 diputados,
mientras el PTE, con 192.798 (1,07%) no obtuvo ninguno; tampoco ORT, con
125.517 votos (0,71%), pero sí ERC, con 123.452 (0,69%), 1 diputado, el único
escaño que merecieron EE, con 85.677 votos (0,48%) y UPC, con 58.953 votos
(0,33%). Quedaron sin representación la coalición MC-OIC, con 84.856 votos
(0,47%), el BNPG, 60.889 votos (0,34%), IR, 55.384 (0,31%), OCE-BR-UCE, 47.937
votos (0,27%), el PCT, 47.896 (0,27%), la LCR, 36.662 (0,20%), UNAI, 10.970
(0,06%), ARDE 4.826 votos (0,03%) y la LC 3.614 votos (0,02%).
Los
datos mostraron un precario equilibrio entre izquierda y derecha, con los
grandes partidos, UCD, por un lado, y PSOE-PCE, por otro, con predominio del
centro derecha, así como los efectos perversos de la ley electoral sobre las
dispersas fuerzas de la izquierda radical y la debilidad de las opciones
republicanas.
VIIª BATALLA. 1979. LAS ELECCIONES
MUNICIPALES DEL 3 DE ABRIL
Los
grupos de la izquierda radical que concurrieron esperaban recoger el
descontento provocado por la aplicación del Pacto de la Moncloa, así como los
efectos del trabajo local para llegar a unas instituciones más próximas a los
ciudadanos, pero los resultados no fueron muy distintos de las generales; quizá
en conjunto un poco peores, pues hubo una pérdida de más de medio millón de
votos. También había menguado el interés de los ciudadanos por la política,
pues la abstención, que en el referéndum de diciembre de 1976 había sido del
22,2% del censo, en abril de 1979 llegó al 37,5%.
Al
lado de los 12.059 concejales del PSOE y los 3.727 del PCE, los 834 de la
izquierda radical en conjunto, políticamente contaban poco. HB obtuvo 267, el
PTE 228, ORT 107, MC-OIC 57, BNPG 258,
PG-POG-PSG 139, EE 85, UPC 29, LCR 7, IR 5, UCE 4 y la coalición OCE-BR y PSAN
ninguno. Con la ventaja para los partidos nacionalistas y/o regionalistas de
concentrar los cargos electos en menos territorio que los partidos que
competían en todo el país.
VIIIª
BATALLA. LAS ELECCIONES DE 1982. FIN DE LA TRANSICIÓN
Superado
el golpe militar del 23-F (el tejerazo)
y adoptados los pactos sociales como vía negociada para salir de la recesión
económica, con los estatutos de autonomía en marcha culminaba la fase de
reformas políticas fundamentales, que las elecciones generales de 1982 vinieron
a ratificar.
El
triunfo electoral del PSOE, un partido de signo político distinto a los
anteriores, expresaba la reválida del nuevo régimen y el fin de la Transición
política. El pacífico relevo en el gobierno ratificaba que el sistema
funcionaba correctamente, que el régimen se consolidaba y se abría la
perspectiva de una continuidad institucional sin graves tensiones
estructurales; la normalización.
Las
elecciones de octubre de 1982 hallaron a la izquierda radical en declive, con
partidos ya desaparecidos y con otros sumidos en severas crisis; algo estaba
cambiando y la victoria electoral socialista lo confirmaba.
El PSOE, representado
como un Jano bifronte por Felipe González y Alfonso Guerra, dirigido por la
figura carismática del primero, acompañado por un equipo de jóvenes
profesionales, obtuvo la mayoría absoluta en ambas cámaras -202 escaños en el
Congreso y 134 en el Senado-, seguido de lejos por la formación de la derecha,
Coalición Popular, con 5,4 millones de votos, 107 diputados y 54 senadores, y
aún más lejos por el Partido Comunista de España, que obtuvo, junto con su
filial catalana el PSUC, 4 diputados. En detalle, las cifras fueron estas:
Las organizaciones de
la extrema izquierda obtuvieron en conjunto una suma cercana a los 400.000
votos (385.848, el 1,82% de los votos válidos). La fuerza más votada fue el
PST, de filiación trotskista, un partido de larga trayectoria pero con nombre
nuevo, que obtuvo 103.133 votos, (el 0,49%). Por detrás estuvieron, entre
otros, el PCC, con 47.249 votos, la coalición gallega B-PSG con 38.427
papeletas, UPC, con 36.013 votos, el PCOE, con 25.830 votos, UCE con 24.044
votos, el PCE (m-l) con 23.186 papeletas. El MC y la LCR concurrieron juntos en
algunos lugares pero con poca fortuna.
Los socialistas
interpretaron la victoria electoral como una prueba de la fidelidad del
electorado anterior a la guerra civil y como la verificación del acierto de su
dictamen sobre el régimen franquista, de su renovación en Suresnes, de la
reunificación con el PSP y los grupos catalanes y de la moderación del programa
electoral respecto a la plataforma izquierdista aprobada en el XXVIIº Congreso
(1976) para hacer sombra al PCE. Y con tales ínfulas, el PSOE se presentó como
la única expresión política de la izquierda, de la posible y de la deseable, e
incluso como el único partido capaz de gobernar y modernizar España hasta
dejarla irreconocible.
Atrevidos
asertos no exentos de lógica, pues lo cierto es que, ante las crisis del
PCE, UCD y la derecha franquista (AP y
CD), el PSOE fue el partido más beneficiado por la Transición, y el destinado a
concluirla desde el Gobierno. Carente de competidores importantes a su derecha
y a su izquierda, desde el punto de vista del discurso oficial, en 1982 se
iniciaba una etapa de tibia hegemonía socialdemócrata, que duraría casi tres
lustros.
Epílogo
A
pesar de su tesón para estar presentes en los aparatos del nuevo Estado, los
partidos de la izquierda radical quedaron fuera de las instituciones del
régimen democrático o alcanzaron una exigua representación.Habían realizado un gran
esfuerzo luchando contra la dictadura y por llevar más lejos la reforma, pero
un somero examen de lo conseguido hasta ese momento arrojaba un resultado
bastante desalentador:se había impuesto la reforma, no la ruptura del Régimen,y conservado
intactos los aparatos fundamentales del Estado;reinstaurado la monarquía y renovado
el capitalismo. España seguiría siendo un país vinculado al bloque militar
occidental y ligado por un acuerdo renovado a la Iglesia católica.No se había logrado la
alianza de las clases subalternas, ni arrebatado al PCE la dirección del
movimiento de masas, ni modificado la orientación reformista de los dos grandes
sindicatos, ni logrado la unidad sindical, y menos aún la de los
revolucionarios en un solo partido, la de los grupos marxistas leninistas,
maoístas o trotskistas.Al revés, al concluir la Transición, la izquierda
radical seguía dividida y sus organizaciones mostraban poca disposición a
unirse de forma duradera.
Sin su
participación en la lucha contra la dictadura y en el postfranquismo, la
Transición tal como la conocemos hubiera sido impensable, pero eso, en 1982,pertenecía al pasado.
En lo sustancial, la etapa de cambios estructurales
ya había concluido y empezaba un tiempo nuevo, que tenía como prioridad consolidar
del régimen democrático y concluir la reforma del modelo económico, pero para
las organizaciones de la extrema izquierda lo que comenzaba era una etapa de crisis,
de confusión y desconcierto, que presagiaba un amargo fin de época.
[1]Véase “El relato fundacional de la
España democrática”, en Perdidos. España
sin pulso y sin rumbo. Roca (2015).
[3]Sus rasgos principales son: los
cambios afectan a la superestructura política; se realizan por arriba, por
acuerdo entre élites, reservando a la ciudadanía un papel pasivo y ratificante
de lo acordado o una localizada movilización; la élite emergente otorga
legitimidad democrática a la vieja élite autoritaria a cambio nuevas reglas de acceso
al poder y la vieja élite exige olvidar su etapa autocrática con alguna
amnistía o ley de punto final. La desmemoria es el precio de la democracia y la
reconciliación.
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