En las sociedades democráticas el voto condiciona lograr poder político; conseguir mayor número de votos que otros se convierte en un serio problema a resolver por todos los partidos. En la Transición el PSOE de Felipe González lo resolvió a su favor apostando porque la gente percibiera modernidad y progresismo, pero descargándose de la mochila de marxismo, izquierdismo y parte de republicanismo, y ello para obtener las grandes mayorías de votos que estaban situados en el centro.
En la sociedad actual los problemas para lograr mayorías son muy parecidos, porque no es verdad la simplificación que se hace del 99/1, el resultado del 99% que se puede contraponer al 1% en el terreno económico, no es posible considerarlo de forma similar en el terreno político, nunca se dio semejante proporción de afinidad política en ningún país, esto lo conocen las élites intelectuales, otra cosa es que en ocasiones, normalmente con fines electorales se pretenda movilizar grandes colectivos manipulando el falso sentimiento de igualdad. Se pretende que actuemos aceptando la consigna de todos somos iguales, salvo unos poquitos, el capital, y podemos ir unidos contra una pequeña minoría que siempre serán los otros, nosotros siempre elegiremos situarnos dentro del 90%, aunque vaya usted a saber cuál es el porcentaje de gente que opina parecido a usted.
A corto plazo esta actitud podría obtener resultados de sumar apoyos, a largo plazo será un error porque al ocultar la realidad a los electores estos retirarán sus apoyos que rebotarán en un momento dado. La sociedad está formada por colectivos con diferentes intereses e ideologías, distinta cosmovisión y diferente opinión respecto a problemas y soluciones, intentar agruparlos en torno a unas pocas candidaturas es muy complicado. No aconteció en parte alguna que una sociedad camine unida al 90% en torno a iguales criterios de construcción social, ni en dictaduras ni en democracias, ni dentro del Cristianismo ni en el Islam se dan iguales opiniones respecto a cómo tratar y relacionar personas y los múltiples problemas que conforman una vida, ni siquiera en la interpretación de libros sagrados existe tal unanimidad, de ahí la creación de tantos grupos, sectas, religiones, facciones... La existencia de partidos, o partes de la sociedad, es una de las muestras de la diversidad de intereses e ideales, sueños y expectativas. Vean una muestra española, fueron presentadas 500 candidaturas, -que no partidos-, a las elecciones generales de 2011; obtuvieron representación parlamentaria 13 partidos.
Al menos habría que sumar otros tantos partidos con votos pero sin representación, y muchas candidaturas sin votos, lo cual evidencia múltiples grupos de diferentes intereses ante múltiples problemas como el paro, los contratos fijos, la deuda, la juventud, las pensiones, el fracking, la libertad sexual, el laicismo, la energía atómica, la corrupción, sistemas electorales, el aprovechamiento del agua, la urbanización del territorio, sobre la vida y la muerte, sobre relaciones entre sexos, la inmigración, los animales, los transportes, etc. etc. Es más, en las sociedades modernas aumentan la complejidad y transversalidad de las opciones, ideas e intereses locales, sectoriales, grupales,… haciendo mentira que todos queramos las mismas cosas para resolver iguales cuestiones; la tendencia a simplificar los contrarios –el capital, el demonio- solo empeora encontrar las salidas posibles a problemas concretos que necesitarán de negociaciones consensos y pactos, que aquí pocos abordan apoyándose en criterios de racionalidad.
Elabora Manuhermon, para ‘Arian seis’. Datos del CIS, 2014-febrero. (27.9 ns/nc)
En las mayorías confluyen múltiples intereses
En sociedades complejas como la actual, no duden que existen intereses contrapuestos, interactuando en muchas ocasiones transversalmente, no podemos creer que la organización social pueda funcionar sin partidos -o similares-, con el nombre que quieran, en definitiva grupos de gente, lobbies, que acumulen presión y esfuerzos en torno a iguales o similares deseos. Otra cuestión es que hoy un partido no pueda representar la diversidad social sin sufrir graves contradicciones en sus filas. Pero de ahí a pensar en su inexistencia como solución a nuestros problemas, va un abismo, pretender como algunos sugieren, el funcionamiento de los individuos directamente sin partidos, no es una alternativa, es sencillamente irreal. Siempre habría grupos o individuos de presión sobre los mandatarios.
Es difícil pensar que puedan presentarse individuos a las elecciones por sí solos, sin que existan detrás grupos de intereses que les apoyen, que les dirijan y se opongan a otros intereses, grupos que pueden ser carteles, agrupaciones de empresas, millonarios… o los partidos. Como es lógico también en esos grupos, carteles, etc. dentro, en su interior y tras ellos tendrán lobbies o influencias diversas, además de las ideológicas, que también serán otro grupo de presión hacia esos individuos supuestamente independientes y sustitutivos de los partidos en el ideal de algunos. Ideal o teoría que lleva a la creación de salvadores, de la patria, de la humanidad, de los seres humanos. La necesidad que tienen las personas de unirse para pelear por sus intereses no ha desaparecido, existirá, con el nombre de partido u otro. La existencia de intereses no es algo horrible, sino lo normal entre seres humanos. Olvidar que la política es una actividad humana es la coartada de mucha gente para volcar su responsabilidad sobre los otros, o un signo de inmadurez que trata de buscar al individuo como ser perfecto, angelical o demoníaco. Los humanos somos salvajes, cerriles, criminales, corruptos y un larguísimo etc. también, amables, bondadosos y solidarios, por tanto cualquiera de nuestras actividades tendrá esos componentes.
Los que están contra los partidos políticos creen que una sociedad compleja como la española podría organizarse y funcionar sin organismos similares a los citados en la famosa lista de los 445.000 políticos, lo cual les vendría de perlas a los poderes económicos que camparían a sus anchas devolviéndonos siglos atrás a una sociedad en la que los poderosos camparían a sus anchas sin cortapisas ni regulaciones, sin contrapoderes, sin organismos fiscalizadores. Si los políticos no funcionan, hay que barrer y reponerlos, sin esperas a mejores tiempos que resolvieran todos los problemas –nunca llegará ese tiempo-, empezando en cada casa por los medios afines, pero sin falsos idealismos que suelen encubrir populismos dictatoriales e iluminados. La sociedad necesita políticos y ciudadanos, personas comprometidas con su entorno y con sus organizaciones sociales, necesita gente que abandone el estilo hooligans defensora de las barbaridades de los suyos y ventiladores de mierda ajena…los políticos de este país somos todos.
Otra vuelta de tuerca la dan los neoconservadores del PP capitaneados por Aguirre y Cospedal, ‘hay que reducir diputados y quitarles el sueldo’. No, no se equivoquen, no se refieren a ellas y consortes, se refieren a los otros políticos susceptibles de ser elegidos por el pueblo. Pretenden aprovechar la coyuntura para que la idea carca y retrógrada cale más y que solo organicen la sociedad los pudientes, que legislen los ricos, o sus representantes, que decidan sobre nuestras vidas los testaferros de grandes compañías, lobbies de intereses económicos o religiosos,… la finalidad es apartar de esa tarea a la ciudadanía, utilizando como excusa la trampa del sueldo. El debate nos traslada siglos atrás y olvida que todo individuo, mandatario o representante, tiene intereses personales o de grupo.
Durante un tiempo histórico los intereses se nuclearon en dos grandes campos opuestos, explotadores y explotados, el análisis de clases resultaba útil para comprender la realidad y actuar sobre ella. Sin olvidar que la desviación del discurso sobre los temas de igualdad se intentó realizar a partir de la extensión de la diversidad identitaria, la realidad influye en la práctica social y hoy no puede quedar relegada a actuar exclusivamente en el terreno de las clases, -eje izquierda/derecha- la variedad y dispersión de opciones, conflictos y soluciones abren frentes de batalla nuevos para todos los partidos.
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