Estamos en medio de un huracán, un cambio de era, de envergadura similar o quizás superior al final del franquismo y hay que encontrar salidas, que para ser reales, deben ser aceptadas mayoritariamente. Y lo lamentable es que en cualquiera de las muchas cuestiones sobre la mesa, la mayoría de enfoques se dirigen a las dos trincheras, una vez más el pensamiento dicotómico, tal como si dos estrellas negras absorbieran toda la energía que encontraran a su alrededor. En el caso catalán, en una está el españolismo neocatólico y en la otra el independentismo fabulador, los dos reflejos de parecida cara nacionalista, ambos igual de excluyentes pendencieros y 'machitos', se enfrentarán despreciando al resto, arrinconando otras posturas e intentando sepultarlas para quedarse solos. Pero no todas las opiniones deben quedar en esas trincheras, las izquierdas deberían hacerse oír con voz diferenciada, se juegan mucho en esta batalla.
La sociedad no puede reducirse a dos grupos, nacionalistas españoles y nacionalistas catalanes, españolistas e independentistas, porque en realidad es mucho más diversa. Nunca dio buen resultado reducir los problemas sociales a dos bandos, los buenos y los malos, ni reducir los conflictos sociales exclusivamente a la lucha de clases, porque también se dan otras como la de género, religiosas, territoriales… y no da resultado porque no sirve para explicar la realidad y mucho menos para buscar soluciones. -Se entiende desde esa óptica, el maniqueísmo de que los buenos siempre somos nosotros y los malos el resto-. Una cuestión de fondo, es que muchos españoles se posicionan a favor del independentismo catalán, fundamentalmente por su odio al que llaman ‘españolismo miserable’, al que la historia de este país ha alimentado convenientemente, pero estamos aquí hoy y el pasado no debería tapar el presente ni el futuro. En todo caso conviene entender que no somos excesivamente distintos a otros europeos y que siempre que hubo asesinos, también hubo asesinados. Toda moneda tiene dos caras.
A menudo se tiene en la memoria la intolerancia de los Reyes Católicos y Felipe II, la Iglesia y Franco… pero olvidan a muchas otras figuras en múltiples campos, y a los campesinos castellanos de la Edad Media, o los extremeños del XVII, los jornaleros andaluces, anarquistas catalanes… se recuerda a los partidarios de Fernando VII pero no a los constitucionalistas de 1812, recuerdan demasiado al PP –que no es la CEDA, ni los requetés, ni Falange, aunque tenga briznas de ellos- y olvidan a los rojos, o a los anarquistas de larga tradición y peso mundial en la historia del movimiento obrero desde la mitad del XIX,... En general conviene recordar que ante los salvajes ejércitos, hubo población civil, ante la nobleza y burguesía agraria, hubo campesinos, ante los brutales generales hubo catedráticos, ante la represión hubo rebelión, ante burguesía hubo proletariado, ante la Iglesia hubo laicos… esas diferentes identidades también estuvieron presentes en cualquier realidad nacional.
Muchos recuerdan la historia de España, aborreciéndola en general, creyendo que las de otros países fueron más limpias y se aferran a símbolos embelleciendo imágenes, como la República, por ejemplo. Imaginan que entonces hubiera existido mayor libertad que ahora, mayor justicia, e igualdad entre mujer-hombre, mejor escolarización, sanidad, pensiones,… y como si entonces las nacionalidades hubieran tenido mayor capacidad de gobierno y autonomía que la actual, lo cual es rotundamente falso. Es con la sociedad española que nace legitimada en la Transición, cuando podemos establecer comparaciones con cualquier otra del mundo, sin sentir envidia global de ninguna. Lo cual no elimina los muchos problemas que habrá que abordar, ahora y siempre para corregir, quitar, poner y seguir.
Cuando fui joven, era corriente expresar un típico antiamericanismo, yo defendía mis simpatías por el pueblo americano, recordando que además del 7º de caballería, estaban los sioux, además del imperialismo, allí estaban los luchadores que implantaron la jornada de 8 horas, o las grandes luchas por los derechos civiles a favor de la igualdad, o el feminismo, -la única revolución en marcha del siglo XX–, allí había comunistas que hicieron gran campaña a favor de la República, -viniendo bastantes a las brigadas internacionales-, además de la General Motors, estaban Sweezy, Baran, Woody Guthrie, etc. Un reciente libro puede ser útil para trabajar en la tarea de distinguir historias y aceptar algún relato español que permita sentirse cómodo sin ser considerado españolista-franquista o nacional-católico, se trata de ‘Historia de la nación y del nacionalismo español’ de VVAA coordinado por Antonio Morales, Juan Pablo Fusi y Andrés de Blas, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores.
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Soledad Gállego-Díaz ‘La manía de identificar a España con el extremismo’.
‘’…la molesta costumbre de presentar continuamente a España como si fuera una de las partes de un enfrentamiento entre dos principios absolutos opuestos entre sí. Pero esa imagen maniquea es falsa porque España no es unánime ni uniforme, como tampoco lo es Cataluña.
Resulta casi insultante esa voluntad de identificar a España con la posición política más extremista, como si no existieran voces que defienden cosas distintas, como si no existieran españoles federalistas igual que existen españoles centralistas’’
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‘’ Artur Mas tiene un sueño, imitando a Martin Luther King. Consiste en que, a lo largo del siglo XXI, Cataluña volverá a ser libre, rica y plena, como dice el himno de los segadores. Está en su derecho. A lo que no tiene derecho, y por eso no ahonda en el contenido del sueño del líder de los derechos civiles para los afroamericanos, es a decir que los catalanes van a ser libres con la independencia. Sobre todo, porque ya lo son, hace bastante. Al menos, si nos atenemos a lo que la gente civilizada entiende por libertades, los catalanes están a la cabeza del mundo, junto con el resto de los españoles (todavía lo son los catalanes), en el disfrute de la libertad en todas sus manifestaciones.
Los catalanes pueden opinar, manifestarse, votar, estudiar y hablar sus dos lenguas, casarse por lo civil o por lo religioso, casarse entre personas del mismo sexo… En fin, pueden como los ciudadanos que más en todo el mundo.
Entonces, ¿por qué se hace una cadena por la libertad? Puestos a analizarlo, solo hay una razón consistente: para dejar de ser españoles. Por lo demás, no habría mucha diferencia, porque las fronteras las quitó Schengen, la moneda seguiría siendo el euro, la corrupción la practicarían los catalanes igual que los otros ciudadanos, el Código Penal no podría contener la pena de muerte y, con un poco de comprensión por parte de los vecinos, el Barça seguiría jugando en la Liga española, salvo que algún bobo se empeñara en que no.
No se me ocurren más cosas. Veo banderas cuatribarradas por todas partes, como pasa ahora, y dejo de ver banderas españolas. Poco más. La libertad que exigía Luther King era para que los negros fueran iguales. Mas, para que los catalanes sean distintos.
A lo mejor es que quiere que sean negros. ’’
Extractos de mi libro, de descarga gratuita ''Catalunya. Camino a la secesión''
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