En esta época prestemos mayor
atención y confianza a la posibilidad de globalización de nuestros activos, y el
idioma español que ‘nos ha llovido del
cielo’, es uno de los más importantes, tanto para el exterior como para el
interior en sus aspectos económico, político, tecnológico, cultural… todos
ellos atributos de poder blando.
Un activo muy importante que podría serlo más por su papel
de cohesión interior, facilitando la construcción de un patriotismo democrático,
del que estamos bastante necesitados si queremos construir una alternativa de
futuro, lo cual sería el principal camino dadas sus posibilidades inclusivas, para
resolver el encaje de separatismos.
La Fundación Telefónica presta atención
al idioma español desde hace años y tiene un buen lote de estudios, en colaboración
con Ariel, sobre su importancia en diferentes aspectos. Particularmente me
sorprendió hace años el siguiente estudio genérico sobre ‘Valor económico del
español’.
El otro libro que destaco es ‘El español lengua de comunicación científica’, por la importancia que tiene en la sociedad del futuro, la educación, investigación, ciencia, su publicación y difusión como armas de penetración de la marca España… el mundo de las patentes y la selección de idiomas globalizadores de difusión mundial es una batalla encarnizada en la que el español ha perdido batallas importantes incluso dentro de la UE en donde el español está bastante atrás de su potencial.
El cuadro siguiente sobre el peso de
los hispanohablantes en el mundo procede de uno de sus trabajos cuya portada tienen al lado.
Sobre este asunto del idioma siempre hay que mirar al Instituto Cervantes y como para muchas otras cuestiones al Real Instituto Elcano. Su ‘Barómetro de la Marca España’ hay que tenerlo en cuenta, ahora BIE tras la cuarta oleada diciembre 2013. En 2014 el ‘Informe de presencia global’
Naturalmente no todo es Jauja, vean
el siguiente artículo:
Este podría ser
otro artículo laudatorio de la lengua española. Desde luego, es el activo más
importante que tenemos, como así lo demuestra la desapasionada lectura de unas
cifras que solo invitan al optimismo. De acuerdo con los informes que la
Fundación Telefónica está realizando sobre el valor del español, la capacidad
de compra que acumulan sus más de 450 millones de “usuarios” alcanza el 9% del
PIB mundial; además, el idioma genera el 16% del PIB español y es un vehículo
crucial de nuestra
internacionalización: de este modo, compartir lengua multiplica por siete los
flujos bilaterales de inversión directa exterior.
Sin embargo, la
influencia del español en la comunidad internacional no hace justicia a estos
números. Ciertamente, gracias ante todo a la presión iberoamericana —de donde
procede el 90% de los hispanohablantes— es una de las lenguas oficiales en
Naciones Unidas, pero es solo la tercera en uso y ni siquiera es idioma de
trabajo de su Secretaría ni oficial en la Corte Internacional de La Haya, en
beneficio de un francés claramente sobrevalorado. Por si fuese poco, el español
ocupa el quinto lugar en la Unión Europa, desde donde —recordemos— en 1991 se
intentó imponer sin éxito la comercialización de los teclados sin ñ.
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