miércoles, 19 de noviembre de 2014

El idioma español en EEUU, como seña de identidad

Me permito publicar unos párrafos que he extractado del siguiente trabajo sobre el idioma español, por sí solos suficientemente optimistas y significativos. Una gran fuente de riqueza y poder blando que tenemos poco atendida en España. 

LA GLOBALIZACIÓN Y EL ESPAÑOL EN LOS ESTADOS UNIDOS COMO SEÑA DE IDENTIDAD AMERICANA
Doctora PURITY ADA UCHECHUKWU* bikere@hotmail.comUniversidad de Nnamdi Azikiwe, Awka, Nigeria. index l comunicación | nº 4 (2) | 2014

No sólo eso, el español paulatinamente se ha convertido en una parte integral de la identidad americana.

Este artículo explora el estatus del español en el mundo, su expansión en EE.UU. y cómo el español se ha convertido en una seña de la identidad americana. La desaparición de las fronteras entre los Estados Unidos y sus actuales vecinos hispanohablantes comenzó con la llegada y colonización de América por los españoles. En aquella época la mayor parte del sur de lo que hoy pertenece a los Estados Unidos eran regiones de la expansión española. La colonización española trajo la lengua del Atlántico y se hizo americana en detrimento de las lenguas autóctonas, que se calcula eran alrededor de trescientas.

Con las lenguas anglosajonas se señaló otra etapa en la globalización lingüística del continente americano. La convivencia de ambos idiomas –inglés y español– se reflejó no sólo en la primera constitución de California, escrita tanto en español como en inglés, sino también en el primer texto escrito en 1610 por Gaspar Pérez de Villagrá redactado en español según Lago (2008: 24).

Esa convivencia pacífica experimentó un cambio en 1885 por causas políticas. Es que casi cuarenta años después de la ocupación anglosajona de los estados del sur-oeste, la población hispana en esa región era de 100.000, frente a los 40.000 de la colonia inglesa.

Consiguientemente, y frente al incremento de la población hispana, los ingleses decidieron fortalecer la hegemonía del inglés y asegurar su poder en la región. Ésta tomó la forma de una ley, promulgada en 1894, que estipulaba que sólo las personas con conocimiento de inglés tenían derecho a voto (Espinosa, 1975; Azevedo, 2005). Resultó que las leyes y costumbres se adaptaron al inglés en desventaja del español.

Ya sabemos que se habla español en Europa, África, Centroamérica, Suramérica, el Caribe y, últimamente, en los Estados Unidos. Si añadimos el aumento global, en la cifra de personas no nativos que hablan la lengua, no es justificado incluirla en la misma categoría que el chino y el hindi.

Respecto a su rol internacional, el español no sólo es una de las cinco lenguas designadas oficiales de las Naciones Unidas, también es reconocido como uno de los idiomas que han logrado el estatus internacional por ser lengua franca en muchos países del mundo.

El español también justifica su ‘rol especial’ en el mundo, por ser lengua oficial en una totalidad de 21 países donde funciona como lengua comunicativa para todo tipo de intercambios.

El inglés ya no es la única lengua franca en la sociedad estadounidense, puesto que ya casi comparte con el español. Este cambio demográfico-lingüístico no implica el reemplazo de una lengua por otra, si bien “los Estados Unidos están casi en el límite de convertirse en un país hispánico” (Marcos Marín, 1994:10), según expresa un conjunto de factores emergentes.

Según Lipski (2010), el español es, en efecto, una lengua nacional de los Estados Unidos, aunque no goza de reconocimiento oficial (véase también Caffarel Serra, 2008: 19). No resulta sorprendente leer que hay “más ‘speak Spanish’ que en España” (Ruiz Mantilla, 2008) y eso no es sólo por el número de hispanohablantes, sino por el creciente interés en el aprendizaje de la lengua por parte de los no nativos.

Asimismo, Lago (2008) observa que la distribución geográfica de los hispanos ya no corresponde a la del Censo del 2002, ya que no se concentran exclusivamente en los estados del sudoeste como en el pasado. Últimamente se encuentran hispanohablantes en la totalidad del territorio nacional, hasta la frontera de Canadá. Por lo tanto, el cambio demográfico demanda la configuración de un nuevo mapa nacional (Lago, 2008: 25).

En el ámbito académico, las investigaciones de Furman, Goldberg y Lusin (2010), de las que provienen las estadísticas de la Modern Language Association of America sobre el aprendizaje de otras lenguas extranjeras (excepto el inglés) por estudiantes universitarios en EE.UU, subrayan el español como la lengua extranjera más estudiada en comparación con los principales idiomas europeos: alemán y francés. Abundando en el mismo asunto, el aumento de la promoción del español se refleja también en programas de español para el hablante de segunda generación: “Spanish as a Heritage Language” (SAHL), ofrecidos como seña de mantenimiento de origen e identidad

la fuerza económica, han sido descritos por Goldman Sachs Research Strategy (2007) como “the hispanization of the United States”. Lo que quiere decir que hay que contar con la población hispana en la sociedad estadounidense, como factor de crecimiento económico y a pesar de la voz escéptica de Huttington (2004a y b) y los esfuerzos de los movimientos anti-bilingües como US English.

Sin embargo, la situación lingüística actual es una “convivencia del español y el inglés […] las mismas consecuencias que observamos en todas las comunidades bilingües del mundo, sin que ni el español ni el inglés pierdan su integridad lingüística” (Lipski, 2010). Por lo tanto, la escena lingüística de convivencia de la época colonial se desarrolla de nuevo y pudiera acabar convirtiendo la sociedad estadounidense en el segundo país del mundo con más hablantes de español, si las proyecciones estadísticas se cumplieran, en el 2060 (véase Frey, 2012).

Pero como dice Vargas Llosa (2010), no sólo la lengua común unía a los hispanohablantes, sino que también hay denominadores comunes como creencias, valores, ideas, costumbres, mitos, formas artísticas e instituciones, y sentimientos que contribuyen a entrelazar a las personas con su lengua.

Y si consideramos lo dicho por Spolsky (1999: 181), que un idioma es un poderoso símbolo de la identidad, o Johnson (2000), que opina que si los latinos en los Estados Unidos independientemente de sus países de origen utilizan el español para identificarse, es que el idioma forma parte de su conciencia. Y renunciar al mismo, ya sea literal o simbólicamente, es renunciar a una dimensión importante y poderosa de su identidad personal y social (Johnson, 2000: 177). Claramente, el español actúa como el tejido vital que les enlaza lingüísticamente (Stavans citado en Saz, 2001: 225). Y este fenómeno de fusión de culturas distintas, incorporado en el español estadounidense, se aprecia también por logros en las formas artísticas como la literatura (Lago, 2013), lo que confirma que aun en tiempos de la globalización:

Así que por el efecto de la globalización y la desaparición de las barreras culturales, el español sigue ganando reconocimiento como lengua de identidad en EE.UU. y, en contraste con el inglés, ni provoca una segregación lingüística, ni impone su cultura de manera que resulte sometida la identidad de otras naciones (Gutiérrez Ramírez y Ariel Landeros, 2010: 96).

Al contrario, paulatinamente, el idioma pertenece al patrimonio del país, no sólo por el número de los hablantes, sino también por el entusiasmo con que los estadounidenses aprenden la lengua. Dicho entusiasmo se refleja también en las fiestas hispánicas, que ya constituyen una parte de la vida estadounidense, rompiendo las barreras culturales y demostrando que la lengua es vehículo de la cultura. Anualmente se rinde homenaje a esa seña de la identidad americana, tanto a niveles oficiales del gobierno federal, como del estatal. Las fiestas rinden homenaje especial a la tradición hispana.

Se celebra cada año la Semana Nacional de la Herencia Hispánica, del 15 de septiembre al 15 de octubre, que se inició en 1968 bajo el Presidente Lyndon Johnson. Poco a poco, la celebración ganó peso, tras su promulgación como ley en 1988. Los presidentes  entre los que se cuentan Nixon, Ford, Carter, Reagan, George H.W. Bush, Clinton, Bush, y Obama, emiten proclamas anuales en reconocimiento a las contribuciones de la población hispana. En EE.UU. se observan también los esfuerzos de algunos de ellos por emitir comunicados en español.

Añadimos las celebraciones del Cinco de Mayo, la fiesta del día de la Nacionalidad puertorriqueña en Nueva York, y la fiesta de la Calle Ocho en Miami; y se puede concluir que la identidad americana se entrelaza con el español, ya que todas las celebraciones demuestran la cultura de los países hispanohablantes y, por ende, de la lengua española.

Es importante también destacar la publicación de la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos en 2008, por el Instituto Cervantes, que no sólo es un homenaje a esa mezcla de distintas variaciones regionales, sino que proyecta el orgullo de la herencia e identidad de los hispanohablantes en EE.UU.

La situación del español en EE.UU. nunca ha sido tan buena como en la actualidad. Y su reconocimiento como lengua global e internacional da un impulso a su difusión en Estados Unidos y en el resto del mundo.

La situación lingüística en la sociedad estadounidense ha acabado con el monolingüismo en este siglo. La lengua española ha logrado el puesto que


ninguna otra lengua de inmigrantes jamás ha alcanzado; ni siquiera el alemán, ni el francés ganaron tal difusión y aceptación, de tal manera que sus culturas y lenguas formen parte del patrimonio de la sociedad estadounidense, como ha conseguido el español.

El mapa no es del trabajo anterior,  procede de Laughing Squid,Edw Lynch


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