El sistema financiero estadounidense
no es igual al español aunque algunas cosas sean similares, el proceso de la
burbuja inmobiliaria no es tan diferente en su concepción, gestación,
financiación y explosión, ahora bien si quieren aproximarse al sector
financiero específicamente, multipliquen por un número alto los ejemplos que
conozcan de España.
El español está más estructurado, reglamentado, resulta muy
difícil entrar a competir individualmente, en EEUU la banca está ligeramente
regulada, y exige reservas contra los riesgos… pero fuera de ella no hay casi
regulación, por lo que se fomentan las
instituciones en la sombra, con
intermediarios financieros a todos los niveles que puedan imaginar. En el
terreno hipotecario es común la existencia de una red de prestamistas,
individuos o empresas pequeñas que conceden préstamos hipotecarios, aquí hay
una pequeñísima red de particulares. Imagine la red de agencias inmobiliarias
como si fueran prestadores y vendedores, lo cual hacen algunos, y multiplique
por 1.000. Existe una red de analistas de grupos de población, zonas, barrios,
estadísticas históricas… que miden el riesgo de impago de los préstamos y
califican a los clientes tomadores de crédito, están los originadores de préstamos, prestadores o prestamistas, las
gestorías administrativas, los intermediarios entre el comprador de vivienda y
los prestadores de dinero que puede venir de cualquier parte, incluso de un
banco.
En los 90, miles de ‘originadores
autónomos y pequeñas empresas’ empezaron a organizar el producto en una primera
oleada de hipotecas basura, posteriormente fueron creciendo y en la segunda
oleada a partir de 2003 entraron los grandes bancarios, el mercado de bonos
hipotecarios movía billones de dólares. Estas pequeñas empresas se
especializaron en clientes de rentas bajas, o no rentas -percentil inferior a
40, que en la segunda oleada de subprime en los 2000 bajarían de 30-y
comenzaron a crecer.
El negocio funciona con jugosas comisiones en cada
escalón, cuanto mayor número de préstamos se firman, más dinero se pega en las
manos de tanto intermediario. Ampliar el negocio necesitaba resolver dos
problemas, 1) la dificultad de encontrar dinero que se toma a corto para
prestar a largo en hipotecas, 2) en un momento dado, a las pequeñas entidades
no les caben más préstamos en sus tripas. La solución se encuentra titulizando,
creando títulos, bonos ad hoc que se
venden masivamente en mercados de todo tipo, regulados y no regulados, teléfono
a teléfono, en los cuales los precios no sabemos qué son. Los bancos de Wall
Street tienen secciones especializadas en bonos, encargadas de buscar negocios
de cualquier tipo imaginable y convertirlos en bonos susceptibles de ser
vendidos a los ahorradores, a los mercados, sedientos de meter dinero en
papelitos con alguna rentabilidad. El mercado de bonos es un gigante inmenso,
incluso superior al enorme mercado de deuda, -éste sí negociado en pantallas- a
su lado la bolsa de acciones de NY parece diminuta, que a su vez es gigantesca
en relación con todas las bolsas mundiales. El mercado de bonos hipotecarios
son muchos billones de dólares con poca regulación, lo cual explica por qué van
a ese entorno los nuevos instrumentos financieros CDS y CDO.
El aspecto esencial del que nace el
problema de las subprime es la
creciente desigualdad. Desde los setenta, los salarios de los trabajadores
americanos no crecen, por lo que la única forma de mantener el estilo de vida americano se hizo
soportada en créditos. La desigualdad era combatida con créditos a corto plazo para todo lo que imaginen,
consumo, coches, estudios, médicos,… la tarjeta de crédito se convirtió en el
salvoconducto para vivir, pagando altos tipos de interés, superiores a los
intereses hipotecarios, que también podían alargar plazos. La idea de
concentrar todos los créditos en un préstamo hipotecario, triunfó, con garantía
de la vivienda, intereses menores y mayores plazos, las cuotas se reducían
-algo parecido sucedió en España-.
Inicialmente la base teórica que
apoya las hipotecas, es la garantía del patrimonio inmovilizado de las
viviendas. Posteriormente las mortgage
se convierten en materia prima para obtener jugosos beneficios a partir de los
derivados, apoyándose en las necesidades de consumo de los pobres, que eran los
integrantes NINJA de las hipotecas basura, sin ingresos, sin trabajo, sin
activos. Los prestadores necesitan mover el negocio para aumentar las
comisiones, su fuente de beneficios, por lo que venden hipotecas a grandes
bancos que se las demandan para pasarlas a sus departamentos de bonos, allí
titulizan el producto y lo venden al público en el mercado de bonos. La
rentabilidad del bonista dependía de la calidad crediticia que soportaban los
préstamos en los que estaba basado el bono, y que repercutía en la calificación
de las agencias de rating, a mayor (A), menor renta, si quería alta
rentabilidad compraba títulos de menor calidad (B), con mayor posibilidad de
impagos. La calidad crediticia personal la tiene asignada cada individuo por su
historia de consumidor y determina la facilidad y condiciones de concesión de
crédito, incluido el tipo de interés que pagará –similar en España el
tratamiento de mejor cliente- . La primera oleada de desastres se produjo con
la crisis rusa del 98, que provocó la quiebra del gigante LTCM que arrastró
miles de empresas e individuos y destrozó aquella primera etapa de hipotecas
basura de los 90.
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