martes, 18 de junio de 2013

Subprime. Hipotecas basura. Bonos, securitización.

El sistema financiero estadounidense no es igual al español aunque algunas cosas sean similares, el proceso de la burbuja inmobiliaria no es tan diferente en su concepción, gestación, financiación y explosión, ahora bien si quieren aproximarse al sector financiero específicamente, multipliquen por un número alto los ejemplos que conozcan de España. 

El español está más estructurado, reglamentado, resulta muy difícil entrar a competir individualmente, en EEUU la banca está ligeramente regulada, y exige reservas contra los riesgos… pero fuera de ella no hay casi regulación, por lo que se fomentan las instituciones en la sombra, con intermediarios financieros a todos los niveles que puedan imaginar. En el terreno hipotecario es común la existencia de una red de prestamistas, individuos o empresas pequeñas que conceden préstamos hipotecarios, aquí hay una pequeñísima red de particulares. Imagine la red de agencias inmobiliarias como si fueran prestadores y vendedores, lo cual hacen algunos, y multiplique por 1.000. Existe una red de analistas de grupos de población, zonas, barrios, estadísticas históricas… que miden el riesgo de impago de los préstamos y califican a los clientes tomadores de crédito, están los originadores de préstamos, prestadores o prestamistas, las gestorías administrativas, los intermediarios entre el comprador de vivienda y los prestadores de dinero que puede venir de cualquier parte, incluso de un banco.

En los 90, miles de ‘originadores autónomos y pequeñas empresas’ empezaron a organizar el producto en una primera oleada de hipotecas basura, posteriormente fueron creciendo y en la segunda oleada a partir de 2003 entraron los grandes bancarios, el mercado de bonos hipotecarios movía billones de dólares. Estas pequeñas empresas se especializaron en clientes de rentas bajas, o no rentas -percentil inferior a 40, que en la segunda oleada de subprime en los 2000 bajarían de 30-y comenzaron a crecer. 

El negocio funciona con jugosas comisiones en cada escalón, cuanto mayor número de préstamos se firman, más dinero se pega en las manos de tanto intermediario. Ampliar el negocio necesitaba resolver dos problemas, 1) la dificultad de encontrar dinero que se toma a corto para prestar a largo en hipotecas, 2) en un momento dado, a las pequeñas entidades no les caben más préstamos en sus tripas. La solución se encuentra titulizando, creando títulos, bonos ad hoc que se venden masivamente en mercados de todo tipo, regulados y no regulados, teléfono a teléfono, en los cuales los precios no sabemos qué son. Los bancos de Wall Street tienen secciones especializadas en bonos, encargadas de buscar negocios de cualquier tipo imaginable y convertirlos en bonos susceptibles de ser vendidos a los ahorradores, a los mercados, sedientos de meter dinero en papelitos con alguna rentabilidad. El mercado de bonos es un gigante inmenso, incluso superior al enorme mercado de deuda, -éste sí negociado en pantallas- a su lado la bolsa de acciones de NY parece diminuta, que a su vez es gigantesca en relación con todas las bolsas mundiales. El mercado de bonos hipotecarios son muchos billones de dólares con poca regulación, lo cual explica por qué van a ese entorno los nuevos instrumentos financieros CDS y CDO.

El aspecto esencial del que nace el problema de las subprime es la creciente desigualdad. Desde los setenta, los salarios de los trabajadores americanos no crecen, por lo que la única forma de mantener el estilo de vida americano se hizo soportada en créditos. La desigualdad era combatida con créditos  a corto plazo para todo lo que imaginen, consumo, coches, estudios, médicos,… la tarjeta de crédito se convirtió en el salvoconducto para vivir, pagando altos tipos de interés, superiores a los intereses hipotecarios, que también podían alargar plazos. La idea de concentrar todos los créditos en un préstamo hipotecario, triunfó, con garantía de la vivienda, intereses menores y mayores plazos, las cuotas se reducían -algo parecido sucedió en España-.


Inicialmente la base teórica que apoya las hipotecas, es la garantía del patrimonio inmovilizado de las viviendas. Posteriormente las mortgage se convierten en materia prima para obtener jugosos beneficios a partir de los derivados, apoyándose en las necesidades de consumo de los pobres, que eran los integrantes NINJA de las hipotecas basura, sin ingresos, sin trabajo, sin activos. Los prestadores necesitan mover el negocio para aumentar las comisiones, su fuente de beneficios, por lo que venden hipotecas a grandes bancos que se las demandan para pasarlas a sus departamentos de bonos, allí titulizan el producto y lo venden al público en el mercado de bonos. La rentabilidad del bonista dependía de la calidad crediticia que soportaban los préstamos en los que estaba basado el bono, y que repercutía en la calificación de las agencias de rating, a mayor (A), menor renta, si quería alta rentabilidad compraba títulos de menor calidad (B), con mayor posibilidad de impagos. La calidad crediticia personal la tiene asignada cada individuo por su historia de consumidor y determina la facilidad y condiciones de concesión de crédito, incluido el tipo de interés que pagará –similar en España el tratamiento de mejor cliente- . La primera oleada de desastres se produjo con la crisis rusa del 98, que provocó la quiebra del gigante LTCM que arrastró miles de empresas e individuos y destrozó aquella primera etapa de hipotecas basura de los 90. 

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