Amo los museos, y no soy el único que encuentra que cada día que pasa nos
hacen más felices. Me tomo los museos muy en serio, y eso a veces me conduce a
pensamientos airados y enérgicos, pero no soy una persona que pueda hablar con
ira de ellos. Cuando yo era niño en Estambul había muy pocos. La mayoría eran
simplemente monumentos históricos que se habían preservado o, lo que es
bastante más raro fuera del mundo occidental, eran lugares con un aire como de
oficina del gobierno. Más adelante, los pequeños museos de las callejuelas de
las ciudades europeas me llevaron a darme cuenta de que los museos (igual que
las novelas) también pueden hablar de los individuos.
Esto no significa menospreciar la importancia del Louvre, el Metropolitan,
el Palacio Topkapi, el Museo Británico o el Prado, todos los cuales son
verdaderos tesoros de la especie humana. Pero estoy en contra de que esas
preciadas instituciones monumentales se utilicen como modelos a seguir para
futuros museos. Estos deberían explorar y descubrir el universo y la humanidad
del hombre antiguo y moderno emergente, especialmente en naciones no
occidentales cada vez más pudientes. El objetivo de los grandes museos de
financiación estatal, en cambio, es representar al Estado.
Este objetivo ni es bueno ni es inocente. Me gustaría esbozar mis pensamientos
de forma ordenada:
1. Los grandes museos nacionales como el Louvre y el Hermitage tomaron
forma y se convirtieron en destinos turísticos esenciales, acompañados de la
apertura al público de palacios reales e imperiales. Estas instituciones, ahora
símbolos nacionales, han presentado el relato de una nación (es decir, la
Historia) como algo mucho más importante que los relatos de los individuos.
Esto es desafortunado: las historias de los individuos son mucho más
compatibles con la expresión de las profundidades de nuestra humanidad.
2. Es fácil ver que las transiciones de palacios a museos nacionales, y de
las narraciones épicas a las novelas, son procesos paralelos. La épica es como
los palacios, y habla de las gestas de los viejos reyes que vivían en ellos.
Los museos nacionales, por tanto, deberían ser como novelas, pero no lo son.
3. Estamos hartos de museos que intentan armar narraciones históricas de
una sociedad, comunidad, equipo, nación, pueblo, empresa o especie. Todos
sabemos que las historias cotidianas y ordinarias de los individuos son más
ricas, más humanas y mucho más gozosas que las historias de culturas colosales.
4. Demostrar la riqueza de la historia y la cultura china, india, mexicana,
iraní o turca no es un problema; es necesario hacerlo, por supuesto, pero no es
difícil de hacer. El verdadero desafío radica en utilizar los museos para
contar, con la misma brillantez, profundidad y potencia, las historias de los
seres humanos individuales que viven en esos países.
5. La medida del éxito de un museo no debería estribar en su capacidad para
representar un estado, una nación o una empresa, o una determinada historia.
Donde debería estribar es en su capacidad para revelar la humanidad de los
individuos.
6. Que los museos se hagan más pequeños, más individualistas y más baratos
es un imperativo. Es la única manera de que un día puedan contar historias a
escala humana. Los grandes museos, con sus amplias puertas, nos emplazan a
olvidar nuestra humanidad y a abrazar el Estado con sus masas humanas. Es por
esto por la que millones de personas fuera del mundo occidental tienen miedo de
ir a los museos.
7. El objetivo de los museos presentes y futuros no debe ser representar al
Estado, sino recrear el pasado de seres humanos singulares; los mismos seres
humanos que han bregado bajo opresiones implacables durante cientos de años.
8. Los recursos que se destinan a museos monumentales y simbólicos deberían
derivarse hacia otros más pequeños que cuenten la historia de los individuos.
Esos recursos deberían dedicarse también a animar y a apoyar a la gente para
que conviertan sus propios pequeños hogares en espacios de exhibición.
9. Si los objetos no son arrancados de raíz de sus entornos y de sus
calles, sino situados con cuidado e ingenio en su propio hogar natural, ya
estarán expresando sus propias historias.
10. Los edificios monumentales que dominan barrios y ciudades no sacan a
relucir nuestra humanidad; al contrario: la asfixian. Es más humano ser capaz
de imaginar museos modestos que conviertan los barrios y las calles, y las
casas y las tiendas de alrededor, en elementos que formen parte de la
exposición.
11. El futuro de los museos está dentro de nuestras casas.
El retrato, en realidad, es sencillo:
Épica X Novelas
Representación X Expresión
Monumentos X Hogares
Historia X Relatos
Nación X Persona
Grupos, Equipos X el Individuo
Grandes y caros X Pequeños y baratos.
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