La frase anterior la escuché el otro día en boca de Rosa Díez en el Parlamento, para justificar su posición en contra de la ley presentada. Toma, claro, ¿y qué?
Es habitual en la política y los medios españoles escuchar frases lapidarias de este tipo, que supongo quienes los realizan, piensan que explican todo, cuando lo que hacen realmente es no aclarar nada. Yo los llamo comentarios de bareto, de barra de bar, pero no deberían escucharse en una política de primera línea como es Rosa Díez.
La tomo a ella como ejemplo por su situación en el centro del espectro, pero es habitual escucharlos a derecha e izquierda.
La reforma de las pensiones la imponen los mercados, quieren decir, pues muy bien. Y ¿su postura si tuvieran que decidir cuál sería?, pregunto por cuál sería su decisión, no por su opinión desde la barrera mientras otros se queman. Porque a estas alturas supongo que sabrán todos ustedes que la decisión que hay que tomar, no es tan simple como, ¿reforma sí o no? Porque está claro que todo el mundo respondería a esa simpleza con un no.
La decisión que hay que tomar tiene dos posibilidades, a) reforma sí y los mercados aceptan el compromiso de seguirnos prestando dinero. O b) reforma no y entonces los mercados dejan de prestarnos dinero. Aclaremos un poco lo que deberían discutir y explicarnos nuestros políticos parcos comunicantes, incluyendo los modernos UPyD que parece que les cueste hablar.
Los mercados, que son los inversores privados o públicos, los fondos soberanos o fondos privados de cualquier tipo, compañías de seguros y bancos de inversión, que manejan gestionan y controlan ingentes cantidades de dinero, por ejemplo parte proveniente de jubilados alemanes, franceses o norteamericanos, esos prestamistas dicen que nos prestarán dinero, comprarán nuestra deuda, nuestros bonos, siempre que hagamos tal y tal… y aquí apareen las condiciones que nos ponen.
Como he explicado muchas veces, los mercados no se fían de nuestra capacidad de devolución del dinero, porque no ven posibilidades de crecimiento asfixiados como estamos intentando reducir el déficit tan deprisa y además otro aspecto que les aumenta el miedo es nuestro problema demográfico, el envejecimiento de la población.
En este momento, para tomar la decisión, no se trata de que en teoría tengan o no razón, sino de que la realidad es que hay dinero si hacemos lo que dicen y no lo prestarán en caso contrario. (Lo real, que diferente: Realidad soñada y realidad soportada)
Bien, pues si esto está claro, la decisión política a tomar será:
a) Aprobar la reforma que lleva aparejado despejar (momentáneamente) el problema de la deuda, nos seguirán prestando dinero, o
b) Decir no a la reforma y dejarán de comprar deuda, no conseguiremos dinero prestado y como consecuencia las pensiones no tendrán un problema en el futuro sino al mes siguiente, porque será dificilísimo pagarlas.
Nuestros políticos (incluyo los escritores) no se han enterado todavía de que no hay dinero, tenemos un fuerte déficit, entra mucho menos de lo que sale. El Estado no tiene dinero para su funcionamiento mensual, y lo necesita en cada subasta de deuda. Así que Rosa Díez y sus colegas harían bien en decir como conseguirían vencer el mes siguiente a decir no a la reforma de pensiones.
Dos aspectos: 1) Otro problema a debatir es como hemos llegado hasta aquí en esta situación y las responsabilidades tan graves y repartidas que tienen banqueros, analistas, inmobiliarias, gobernantes, políticos, sociedad en general, pero hoy estamos aquí. 2) Tenemos posibilidades, alguien tiene posibilidades, es decir ¿existen fuerzas suficientes para optar a una salida diferente? y no me refiero a la que le gustaría a usted lector sino a la que se sería posible imponer por la suma de fuerzas políticas y económicas.
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