Tomo y copio el artículo del Catedrático Vallespín
Polarización y libertad de opinión.
Fernando Vallespín. 17-09-2023. El País
El pensamiento
independiente se ha convertido en un lujo. Ahora se piensa de forma gregaria,
siempre
Uno de los efectos menos discutidos de la polarización en España es su coste
para la libertad de pensamiento y expresión. Así formulado, suena un poco
extraño, porque en principio todo el mundo parece querer decir lo que dice. Si
se mira con un poco de detenimiento, sin embargo, se percibe enseguida que
impera un cierto vértigo a la hora de salirse del carril establecido por el
discurso dominante dentro del propio bloque. En otras palabras, cuesta una
enormidad ejercer de disidente interno porque la sanción inmediata es la
acusación de haberse pasado al enemigo. Es tal la fuerza gravitatoria que atrae
hacia el núcleo del bloque, que colocarse extramuros del mismo, aunque sea en
un solo asunto, nos deja completamente desguarecidos, casi huérfanos. O
incomprendidos. Encima, desde el otro lado se instrumentalizará nuestra disidencia
para reafirmar su propia posición. Y como busquemos un lugar propio fuera de
los argumentarios de unos y otros, estaremos condenados a ser silenciados. Como
bien sabemos, el eco en las redes es directamente proporcional a la intensidad
de la defensa del amigo y la leña que se dé al enemigo. Quien se ande con
melindres o matices está condenado a ser obliterado en tan curioso espacio. Lo
que importa es el pronunciamiento categórico, cuanto más tajante mejor.
Digo que esto tiene que ver con la polarización, porque la característica
fundamental de esta reside en el choque permanente entre dos lecturas de la
realidad, dos discursos, dos universos identitarios. El tablero político se
reduce a un juego entre piezas negras y blancas; las otras, las de otro color,
no es que no estén, es que no se ven. El resultado es la hiperventilación de la
política, la sobreactuación y la aparición de los discursos escoba, aquellos
dirigidos a recoger a los aún dubitativos de uno u otro bando, que corren
veloces a acogerse a alguno de ellos para no ser anatematizados. Y ello afecta
tanto a la elección de los temas sobre los que hay que discutir como al sentido
en el que haya que pronunciarse sobre ellos. Lo que queda fuera de foco es como
si no existiera. No es nada nuevo, siempre ha habido discursos racionalizadores
de las posiciones de parte; también de satanización de las del contrario. Por
parafrasear a Eric Hoffer, la política
puede prescindir de Dios, pero nunca de algún diablo. Lo novedoso y lo más
grave de la polarización es el achique de espacios para la disensión, ese logro
civilizatorio que el profesor Muguerza convirtió casi
en máxima moral. O para el escepticismo. El pensamiento independiente
individualizado se ha convertido casi en un lujo, ahora se piensa de forma
gregaria, siempre anexionándolo a los intereses del partido de adscripción.
Todo esto viene a cuento de la cuestión de la amnistía, cuya
enjundia está poniendo a prueba las inercias mencionadas. No ya solo porque
parece haberse convertido en la llave para que haya gobierno, sino porque toca
una fibra enormemente sensible del Estado de derecho. Viene a señalar algo así
como el límite de lo que le es dado decidir a un solo bloque. La posición más
sencilla es manifestarse de forma categórica a favor o en contra. Y en esto la
oposición lleva ventaja, porque es un tema contencioso donde los haya, mientras
que para la parte del Gobierno en funciones es existencial para su
supervivencia. Detrás de la disputa desaparecen, sin embargo, otros posibles
debates conexos a la disyuntiva de fondo que hubieran ilustrado enormemente
nuestro juicio político, como la existencia de posibles alternativas ―¿amnistía
a cambio de qué?―, o cuáles sean los mejores medios para recuperar un efectivo
debate sobre cómo abordar políticamente el independentismo catalán. Todavía
tengo esperanzas de que estas discusiones puedan llegar a producirse. Entre el
blanco y el negro siempre hay toda una gama de grises.
https://elpais.com/opinion/2023-09-17/polarizacion-y-libertad-de-opinion.html
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